A las 6 a.m. las calles de La Habana lucen prácticamente vacías. En la travesía matutina por tres municipios —Habana Vieja, Centro Habana, Plaza— solo un niño vestido de uniforme permite intuir que no se trata de un domingo común.
Las avenidas opacas amanecen lentamente y se vislumbran, a ratos, carteles alegóricos al referendo del Código de las Familias.
Menos de una hora después la mañana habrá aclarado a tiempo para que en la sede de una empresa, en Playa, se cante el himno a las siete en punto, a las siete y dos minutos se verifique que la urna está vacía y, a las siete y cinco, un anciano con gorra y bastón sea la primera persona en escuchar el “votó” unísono de los pioneros de este colegio electoral.
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La jornada transcurre tranquila. En algunos sitios las personas se aglomeran bajo el sol a espera de su turno; en otros no hay que hacer cola, pero las imágenes se repiten: hombres y mujeres de todas las edades y colores de piel con carnés de identidad en la mano, buscándose en listados; niños y niñas pulcros que llegan a relevar a antecesores de medias caídas; mesas electorales en las que se marcan grandes páginas, se habla de porcientos y anotan a aquellos que no están inscritos, pero desean votar.
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Un matrimonio que se mudó hace poco y, tras cambiar de dirección, no figura en ningún padrón electoral. Una muchacha proveniente de Artemisa, con dirección en Marianao, que vive alquilada en Nuevo Vedado. Una pareja de jóvenes decidida a emigrar. Una emigrante que vino a Cuba de visita solo por algunos días. Una señora de 85 años con muletas. Una embarazada. Una doctora de guardia. Un adolecente que vota por primera vez.
En distintos puntos de la ciudad, a diferentes horas, dicen que sí.
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Hay cierta sensación de cierre en esta tarde dominical. Reviso las redes sociales y encuentro que muchos de mis contactos ya votaron y publicaron fotos de boletas que podrían ser secretas, pero exhiben, orgullosas, una X afirmativa. Puede ser el agotamiento de la expectativa, la recurrencia del tema, el obligado punto y final a los esfuerzos de tantas personas por educar en el amor, pero lo cierto es que, luego de meses aguardando este momento, soñando y haciendo por ese país mejor que nos merecemos, hay un gusto conclusivo en cada papeleta depositada en una urna.
En cualquier escenario este no es un final, sino un punto de partida; confío en que el inicio de un camino hacia una Cuba más feliz.
CRÉDITOS
Texto: Laura Serguera Lio
Fotos: Jorge Luis Sánchez Rivera
Un comentario
Muy buenas imágenes. Fortaleza de primeros planos y claridad en los mensajes. Felicito al fotógrafo, incluida la periodista.