Introducción a la exégesis de sociología de la música: el caso de Tiago Iorc

La música está llena de resortes conectados a la memoria afectiva y a los placeres. La melodía, la armonía, el ritmo y el tono, entre otros componentes, son elementos operantes en los sentidos y afectan la experiencia de escucha de manera singular cada vez que nos sometemos al ejercicio de audición.

Dos años antes, esta oidora podía someterse con frecuencia a la discografía del brasileño Tiago Iorc. Escucharlo conectaba por caminos endovenosos una extraña sensación de fragilidad, hinchaba los sueños y la capacidad bendita de amar y ser amado. Por ese entonces no era relevante su biografía. Y yo no sabía de su infancia entre Inglaterra y Estados Unidos. A pesar de no tener antecedentes musicales en su familia, comenzó a tocar la guitarra acústica desde muy temprana edad. Después de pasar la niñez y la edad adulta temprana entre Londres, Nueva York, Passo Fundo (RS) y Curitiba (PR) en Brasil, Tiago comenzó su carrera componiendo y cantando música pop en inglés, y gradualmente convirtió su trabajo al portugués nativo.

En mi descubrimiento de este cantante brasileño influyó más el contexto histórico-social donde me situaba que el sentido agregado de sus letras. Obras casi traslúcidas por simples y lozanas, si bien nos coloca el género pop en los oídos, a veces puedes pecar si te piensas nutriéndote de lo mejor del pop. O más ríspido: llegar a creerlo el Caetano Veloso de tu tiempo.

Al margen de la excesiva comparación, se conoce que desde su debut en 2008 Iorc ha publicado 5 álbumes de estudio, 2 en directo y ha ganado varios Grammy Latinos, entre ellos el de Mejor Álbum de Pop Contemporáneo en portugués, por “Troco Likes”. También tiene varias colaboraciones de éxito en su currículum con nombres como María Gadú, Silva, Sandy y Milton Nascimento. Produjo el primer álbum de Anavitória y fue coautor de una de las canciones más famosas del dúo: “Trevo (tu)”. En 2018 intentó retirarse de la escena aunque poco más de un año después regresaba con un disco inédito y confesional, “Reconstruction”, y un MTV Acoustic, ambos en formato 2019. Si en Reconstrução ya abordó temas casi siempre evitados por los hombres, como la depresión, Tiago se radicalizó en la nueva música y elaboró un tratado con letra kilométrica a favor de la construcción de una nueva masculinidad, o nuevas masculinidades. Este tipo de discurso constituye uno de sus mayores aportes a la canción brasileña en cuanto a composición.

Todos esos méritos parecen letra muerta si le superponemos la experiencia con su música. En el breve y antiguo espacio de regodeo junto a las canciones de Tiago, advertí un descubrimiento íntimo. La música de cada cual debe ser presumible, y de cierto modo, son más presuntuosos esos productos desconocidos por el resto de las personas. La impericia de los otros pone en las manos una poderosa herramienta: la información y la exclusividad de escucha. Sin embargo, más allá de la fruición en los nuevos descubrimientos, el placer estético se produce por el tiempo y las circunstancias que te hacen llegar a la música nueva. La felicidad radica en la historia personal detrás de la canción. Una historia trazada sin palabras; el poder cognitivo de la música se encarga de escribirla por ti.

No se me ocurre un mejor ejemplo que mi experiencia con la sonoridad de Tiago Iorc para explicar algo tan complejo como la relaciones bidireccionales entre la música, entendida en su forma más amplia, y la sociedad: más específico, los elementos ajenos a la teoría musical que influyen y modifican el proceso de la escucha. Este territorio epistemológico pertenece a la sociología de la música, que estudia la trascendencia musical desde una perspectiva directa,  viéndola como un fenómeno social, desde un sentido analítico de que todos los hechos sociales (privados o públicos) influyen como un factor importante en la creación de esta disciplina.

Para destejer el fenómeno de escucha de Tiago Iorc, por continuar con el mismo caso, pudiéramos equipararlo a sacar una bella piedra de río para llevarla a un sitio urbano. Al extraerla de su medio esta roca pierde el brillo y la textura lisa, y en cambio obtiene un color ocre e incluso puede aparecer cierta rugosidad en su superficie. Dicha metamorfosis o evolución no necesariamente significa pérdida de belleza, sino cambio, en el sentido más estricto de la palabra.

Digamos que el río donde estaba Tiago a la espera de que yo lo descargara era/es la sempiterna Radio Crisálida, un canal de Telegram creado por el periodista Rafa. G Escalona, quien durante el período de confinamiento subía de tres a cinco canciones diariamente con una breve descripción de su experiencia de escucha. De la canción del brasileño escribió: “Tiago Iorc se ha ganado en la última década una reputación de cantautor a golpe de canciones frágiles y exquisitas como pequeñas fantasías hechas de hielo. Recientemente el brasileño lanzó la que reconoce como su primera composición, Você pra sempre em mim, un tema dulce y delicado que data de su adolescencia y me parece un lindo brote para amanecer.” Con ese pie escuché la canción y ocurrió todo lo que expuse arriba: magia, esperanza, fantasía en medio de la incertidumbre y de una cuarentena.

Ello lo esclarece desde la teoría el sociólogo Alphons Silbermann, quien elaboró un amplio estudio sobre las cuestiones derivadas de la sociología de la música, mientras sentó una base con algunos supuestos que le dan vida a este campo específico de la vida social musical. Su tercer supuesto parte de lo siguiente: La sociología de la música se compone del análisis estructural de grupos socio-musicales bajo el aspecto de la independencia funcional de sus miembros, su actitud, la formación y repercusión de papeles y normas, y el ejercicio de control.

Al conjugar la formación individual con la música se establece un canal comunicativo privado entre sendos mundos, gracias a la experiencia social acumulada y además, a que la música es un instrumento de comunicación por excelencia, así como un mensaje concreto que puede ser interpretado con toda la subjetividad que poseen de manera intrínseca las manifestaciones del arte. Para poder ver una relación entre sociedad y música entran en juego nuestros sentimientos internos.

Tiempo después, en una ciudad distinta y sin un confinamiento de por medio vuelvo a escuchar la canción, ya convertida en una piedra ocre que poco a poco se pierde entre las capas del desapego. Aquí sucedió un proceso involuntario de transformación de los gustos mediante la influencia del contexto y la independencia del sujeto que escucha. Por eso, a las canciones que nos hicieron felices por motivos especiales deberíamos retornar con la plena conciencia de pisar un camino pedregoso e incierto, con la capacidad de revertir por completo los placeres originales en un tiempo único.

Entonces, a Tiago Iorc ya no regreso de la misma forma.

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Diseño de portada: Yissel Alvarez

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