La noche infructuosa y un cuerpo en movimiento

En medio de aquel frío artificial, rodeada de más de un centenar de espectadores, me sentí cómplice al espiar el insomnio del pobre sujeto sobre el tablado. El escenario parecía un cuarto contiguo al cuarto donde nos situábamos: compadecidos, identificados, desvelados junto al performance. Ambos conectados por ese lenguaje secreto de quienes reniegan al sueño ante el azote continuo de la realidad y la imposibilidad de descansar de ella, optan por un término medio, la ensoñación de los cuerpos.  

De fondo, para crear una dicotomía entre la dramaturgia del insomnio y la banda sonora, sonaba «Drume negrita» ꟷinterpretación de Carolina Baños con una versión al piano de Jordi Sabatésꟷ un viejo tema de cuna cubana compuesta por Eliseo Grenet y popularizada por Bola de Nieve. Tocada en vivo, lo que le aportaba al espectáculo empatía, definitivamente esta estaba en bucle dentro de la cabeza del bailarín y como estábamos en cuartos contiguos en la de nosotros también.

Nana para un insomnio de la Compañía de Danza Malpaso, homenaje al gran pianista y compositor Ignacio Villa, Bola de Nieve, se presentó el pasado 21 de octubre de 2022 en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba en el contexto del 27 Festival Internacional de Ballet de La Habana. En lugar de comparar el mensaje y su concreción escénica conviene revelar esa lógica del cuerpo en movimiento así como el espacio-tiempo en que se inscribe.

Una lógica donde se evidencia la conexión entre el trabajo del bailarín Osnel Delgado y el de la coreógrafa Daile Carrazana. Se prestó una atención detallada tanto a los movimientos individuales como al ascenso y descenso de la dramaturgia de la obra. El bailarín alterna entre enérgicos movimientos y una retención abrupta de los mismos, como juguete al que se le acaba la cuerda, para representar una noche donde un individuo no puede conciliar el sueño a pesar de su esfuerzo en logarlo. Así, utiliza todo el espacio arquitectónico de la escena, con una gestualidad equilibrada y envolvente donde se recurre al movimiento en forma de helicoide. Este principio de estructuración del espacio contiene una función conceptual potente, a través de la mímica el intérprete recrea un dormitorio. Solo mediante el danzar delimita paredes intangibles, al no sobrepasar determinada área escénica. Ello transmite la idea de enclaustramiento.

También persiste una relación entre lo escénico y lo extra escénico, donde, excepto el piano –un elemento intraescénico–, constituyen elementos espaciales imaginables por el espectador ya que la escenografía no evoluciona ni sufre transformaciones durante la puesta. Sin embargo, ningún elemento es no semiotizable, es decir, hasta el piano como signo otorga sentido al discurso visual. Por su parte, la interpretación musical nos sumerge en el espacio extra escénico, ese no visual, que al final es el leit motiv de la danza, sino en uno auditivo de sensaciones que nos develan dos elementos fundamentales: la noche y el insomnio. “Drume negrita” es una nana melódica y armónicamente muy interesante, cuya versión de Sabatés permanece colmada de ternura y capacidad de apaciguamiento.

El sistema de iluminación recae sobre el performer y lo persigue a donde sea que se traslade, como la luz encendida cuando no se consigue conciliar sueño alguno, un efecto revelador del noctambulismo. Casi siempre hay sombras y oscuridades que el ojo humano percibe y una cámara fotográfica no es capaz de captar, por lo que se hace necesaria la experiencia insitu. Y ahí despunta la sensibilidad del espectador. La coreógrafa Carrazana y las demás personas involucradas en arting, conocían a la perfección cómo emplear dichos recursos para generar emociones en el público.

En gran medida gracias a los movimientos de Osnel Delgado, que fluían como de una fuente, más allá de lo creíble. Usaba un vestuario mínimo, quizás como aquellos de una noche primaveral o de verano, suerte de ropa interior que revela un cuerpo musculoso, bien definido, presumiendo de una kinestesia inducida en el observador a golpe de maestría. Construyó el personaje a partir del desplazamiento artístico y una descripción gestual y mímica. Esculpió en nuestro imaginario escenas perdurables en la memoria colectiva.

Una de ellas pudiera ser cuando el bailarín juega con sus propios brazos haciéndolos oscilar en forma de péndulo, retoza con su cuerpo como si estuviera en una obra de teatro con un humor descarado en el movimiento y una reflexión conmovedora. Otro momento, quizás, cuando permanece danzando aun cuando la música se ha detenido, la eternización del insomnio basada en el silencio y la quietud como catalizador de que el cuerpo no puede detenerse, aunque no exista ningún estímulo exterior que lo excite. Y aquí es importante acotar que la narrativa no es tan placentera como se lee, pues se recurre al autocastigo corporal por no poder dormir, rejuegos de tenderse en el piso y levantarse, al cuestionamiento y a la culpabilidad, al auto-mecimiento.

Con respecto a esto último se advierte una ambigüedad en el marco de interpretación o lecturas de la obra. En cierto minuto el actor acuna con sus brazos entrelazados y su cuerpo desdoblado, posiblemente a una criatura. Es un gesto que busca el regreso a la inocencia del sueño de los niños, así con este retroceso a través de la memoria corporal busca conciliar el  sueño. Este movimiento específico no es más que un tiempo singular dentro de todo un engranaje de ritmo continuo, donde no hay cambio de régimen pero sí una estrecha relación con la puesta.

Desde el cuarto contiguo, en medio de aquel frío artificial donde la audiencia parecía contener la respiración en hermandad con el silencio, me percaté de la conexión que había establecido con un espectáculo que no manipula al espectador, sino que escenifica las noches de desvelo que hemos sufrido y  los fantasmas que las acompañan.

Es una historia de la naturaleza elemental del ser humano narrada desde el lirismo que nos familiariza con nosotros mismos al presentar emociones y situaciones comunes. A todos el sueño nos ha jugado una mala pasada. No obstante, gracias a las artimañas, trucos y ese margen a la imaginación muy bien empleado que necesita toda obra artística nos ofrece diversidad de lecturas, plural para cada espectador, según sus propias experiencias y temores.


CRÉDITOS

Fotos: Laura Patricia Ruiz

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