Lo que el cáncer no me llevó

Me arrancó la persona más importante de mi vida, mas no la gratitud hacia quienes hicieron llevadera tan oscura enfermedad


No me gusta hablar del cáncer como, lógicamente, no prefiere la gente hablar de las desgracias de su familia. Pero esta crónica se la debo a muchos que aliviaron la tristeza de unos meses muy grises, entre exámenes, espera, sueros, viajes, radiaciones y hospitales.

Mircia y su mamá junto a Sonia González Pérez, enfermera asistencial de la sala A de radioterapia del Hospital Oncológico “III Congreso”. / Jaliosky Ajete Rabeiro

El primero fue mi propio padre, a quien, con una valentía espartana cuando lo senté en la sala de mi casa, solos los dos, logré -no sé cómo- decirle el resultado de la tomografía. Él me respondió: “Oye, hay que hacer lo que el médico diga y ya. Ahora, dame el buchito de café que me debes”. Que no se lo di, porque esa misma mañana debía hacerse los primeros análisis complementarios en busca de un diagnóstico más preciso.

Una tomografía computarizada (TAC) que fue posible hacer y tener muy rápido su resultado, gracias a un ángel de la Clínica del Dolor del Hospital “Abel Santamaría Cuadrado”, que sin más carta de presentación que el desespero de una hija por el dolor de su padre, no vaciló en decirme: “Si él puede venir, esta misma tarde lo atiendo”.

A la segunda sesión de agujas y analgésicos sin efecto, la avezada especialista indicó una placa, y detrás, el referido examen. Una broncoscopia, una consulta interdisciplinaria… Todo lo cual ella misma gestionó para aquel guajiro desconocido.

Entre la garganta y las palabras, un nudo; un dolor indescriptible. Los días no pasaban lo suficientemente rápido. La primera consulta en el Hospital Oncológico “III Congreso” parecía muy distante en relación con nuestra ansiedad. Entre tanto, buscábamos referencias sobre los mejores especialistas del centro; no queríamos fallar en la elección.

En el III Congreso aplican ensayos clínicos para cáncer de pulmón. / www.rguama.icrt.cu

Nos dieron una fecha y un nombre: Yosniel. Pero cuando abrimos la puerta de la consulta estaba una clínico (especializada en pulmón), lo cual nos inquietó, porque íbamos con una idea preconcebida de quien nos atendería. Mas ella nos informó que sería solo esa vez; eso nos relajó. Sin embargo, hubo tanta empatía desde el principio, en cada detalle, cada palabra, que mi papá terminó diciéndole que si de él dependía, pues continuaba tratándose con ella.

Y así sucedió, sin buscarlo ni forzarlo, al menos no tanto… La próxima vez, quien nos esperaba en la consulta era nuevamente la doctora Liudmila Herrera Rodríguez. Ahí, mi viejo la comprometió: “Bueno, ahora sí me quedo con usted”, a lo que ella respondió con una linda sonrisa.

No olvido ese detalle, tampoco la bondad de un trabajador de ese mismo hospital, víspera del primer ingreso. Al vernos desesperados, se acercó a nosotros ofreciéndose ayudar. “Es que es la hora de ponerle el tramador vía intramuscular a mi papi, pero yo no sé, mi hermana es quien siempre lo hace”, le comenté. “Tranquilos, en eso no hay problema alguno, yo soy enfermero. Señor, venga conmigo”.

Igual de linda la enfermera Pachi. Todavía conservo el recuerdo de su “raro” método para lograr que el paciente, con una vacuna en cada brazo, saliera riendo y no llorando. “Mira, cuando yo te inyecte, te pones la mano contraria ahí, como si te estuvieras abrazando tú mismo. Entonces ella misma le cantaba: “¡Qué lindo soy, qué bonito estoy, cómo me quiero!”.

Increíblemente, en medio de tanta muerte acechando, con su buen trato, el personal del centro devolvía sonrisas y esperanzas a sus enfermos y familiares. No faltaba el chiste, la mano sobre el hombro, la preocupación, el detalle, la amistad.

María del Carmen Giniebra Rodríguez, directora del Hospital Oncológico “III Congreso”. / Jaliosky Ajete Rabeiro

Habitaciones adentro, de pronto, personas muy diferentes y hasta entonces desconocidas, iniciaban una amistad entrañable. Se preguntaban por las familias, compartían la comida, hacían cuentos, intercambiaban lo más diversos consejos anticancerígenos; hasta se cubrían las espaldas y velaban a la enfermera de guardia para que, clandestinamente, los fumadores se dieran el gustico. Era como revivir la vida de becados.

Entre lo más divertido: cuando la seño llegaba a la sala y preguntaba por Roberto, entonces dos personas le contestaban al unísono. Luego llamaba a Alberto, e igualmente dos voces le respondían. Después solicitaba a Santiago, y otro dúo aparecía. “¿Pero esto qué es?”, decían ellas. “Nada seño, este es el cuarto de los dúos dinámicos”, solíamos corearles. Hasta que se aprendieron los apellidos de cada uno y se acabó el relajito de los nombres.

Con quien sí no había relajito alguno era con la administradora. Ningún día, mucho menos el viernes de pase. A la hora establecida, ella llegaba escoltada de su equipo de limpieza, y con mucho respeto nos pedía trasladarnos hacia el salón de espera. Tras nuestra salida, iniciaba la desinfección a base de agua, detergente y cloro, del piso al techo. Muchas veces la vimos dando el ejemplo. La limpieza allí era loable. Probablemente por eso, todos la queríamos y respetábamos.

No sé cuántos años lleva la doctora María del Carmen Giniebra Rodríguez dirigiendo el III Congreso, pero les aseguro que unos cuantos, sobre todo, haciéndolo muy bien, desde su sencillez y profesionalidad. No sé cuántos reconocimientos cuelguen en las paredes de su oficina o casa, pero reconozco que la gente la quiere. Entre sus muchas virtudes está que no ha dejado de ejercer su profesión.

Pacientes y familiares reconocen la calidad de los servicios de esta institución de salud. / Jaliosky Ajete Rabeiro

Muchos nombres no recuerdo, sin embargo, en mi mente tengo grabados los rostros de todos aquellos seres de luz que despertaron colores a los días grises de mi familia. Y podrán pasar muchos años, cuando los vea, no dudaré en saludarlos y agradecerles una vez más por todo el bien que hicieron, que hacen.

A la doctora Liudmila le debo una visita, un abrazo, una foto, una crónica aparte. Además de toda la dedicación y cariño ofrecido en cada consulta, durante casi dos años, ella también estuvo presente en las fechas más terribles. Tiempo después de la muerte de mi padre supe que el día en que él fue operado, ella estaba de cumpleaños, y lo pasó allí, entre los pasillos del hospital, pendiente de la evolución de su paciente Santiago Piñeiro.

 El cáncer, principal causa de muerte en el mundo y la segunda en la región de las Américas y en nuestro país, ciertamente se llevó a la persona más importante de mi vida, mas no la gratitud hacia aquellos que hicieron llevadera tan oscura enfermedad.

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7 comentarios

  1. No he vuelto a saber de ti y de tu familia yurina y hoy por azar me encuentro con tu artículo que me emocionó muchísimo. Quiero que sepas que guardo lindos recuerdos de mi paciente, tu papá, su bondad, su sencillez, su gratitud al igual que la de toda tu familia. Un abrazo para ustedes.

  2. Hoy me escribe la Doctora Liudmila y me dice «Profe busque una Crónica de la Revista Bohemia «LO QUE EL CANCER NO ME LLEVO».La busque y detenidamente y muy emocionada la leí y ciertamente hubo lágrimas en mis ojos en pensar que una joven periodista dejará expuestas en sus cuartillas canto dolor ante la pérdida de su padre y a la vez tantas muestras de agradecimiento a la institución que durante dos años lo atendió.Gracias Yurima .En nuestro centro de eso se trata de a pesar de no ganar la batalla por lo menos hacer más llevadera está terrible enfermedad .En nombre de todos los trabajadores y en el mío propio le reitero el compromiso con todos los pacientes y familiares de hacer cada día mejor nuestro trabajo .A pesar del tiempo transcurrido creo que aún no es tarde para desde aquí darle un fuerte abrazo .GRACIAS POR SUS PALABRAS .

  3. Una crónica desde el alma!! Soy médico y soy paciente de ese centro. Liudmila, mi compañera de aula en la Vicacional y en la Universidad de Ciencias Médicas. Carmita, nuestra querida Carmita, es así como la describes, luchadora infatigable para que sus pacientes sientan menos cerca el dolor de esta enfermedad. Es imposible la travesía que se hace contra la muerte, si no se contará con personas como esas. Gracias

  4. Una crónica redactada desde la experiencia personal, desde el corazón. Porque conozco a la autora, porque cada sentimiento de agradecimiento aquí plasmado es lo que la ha movido desde ese día triste en que supo del diagnóstico, porque sé de la manera desinteresada y altruista con que se desenvuelve todo el personal del III Congreso, porque sé que ahí hay mucho amor para dar. Gracias a todos y especialmente a Carmita su directora, que donde quiera que está deja una huella hermosa en quienes la conocemos.

  5. Agradecer a la periodista por no dejar tan solo en el recuerdo los buenos y malos momentos, dejar por escrito cada uno de esos bellos detalles, es escribir en el libro de la historia de la que todos formamos parte,el cáncer no se puede llevar el amor,no se puede llevar la gratitud,no se puede llevar el reconocimiento de los que tanto dan para hacer más ligera la carga.

  6. Me llega este artículo de Bohemia gracias a la Dra Irene,amiga y colega . Mi foto (al inicio de la publicación)en compañía de la Seño Sonia y mi grandiosa madre son anzuelo para adentrarme en la lectura y,entonces también quiero expresar GRATITUD a todo ese colectivo, que va derrochando amor con el paciente oncológico , gracias por estar ahí y mejorar nuestra cantidad y calidad de vida . Cada uno de ustedes tiene un pedacito en mí corazón ❤️

  7. Estoy llorando, me apena decirlo, gracias Yurina por plasmar lo que tantos sentimos. En lo personal puedo hablar como familiar y paciente; el cáncer también se llevó a mi papi, y en esa lucha estoy desde hace casi 30 años con mi mamá, y ahora mi hermano y yo; pero en algo sí tienes mucha razón, el amor y la comprensión priman en este colectivo.
    Hacia ellos siento enorme gratitud, a todos los doctores agradezco, en especial a Yamirka , Bárbara y Keilan, pero mucho más, sería ingrata si no hablo de cada enfermera, técnico, y de cada trabajador.
    A esos enfermeros de la sala de quimioterapia, todos mis respetos.
    La doctora Carmita es incansable, a ella siempre se le ve ayudando y resolviendo algo en función de sus pacientes. Lo principal es que ellos con su trato y sus sonrisas nos hacen vivir con optimismo un día a la vez.

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