Prisas que demoran el fin de la pandemia

Marieta Cabrera

“Para qué protegerse tanto si todos vamos a tener covid-19 en algún momento”, dijo una mujer que aguardaba su turno en la cola de una tienda habanera, y portaba todo el tiempo el nasobuco en su barbilla, dejando descubiertas la nariz y la boca. Algunos a su alrededor intercambiaron miradas en señal de desaprobación y hubo quien intentó convencerla de cuán riesgosa era su actitud. Pero fue en vano.

Con similares “argumentos” u otros, como el agotamiento y la incertidumbre que provocan dos años de pandemia, muchos cubanos –de cualquier edad, incluso mayores de 60 años, considerados los más vulnerables– han relajado hasta extremos preocupantes las medidas higiénico-sanitarias de probada eficacia contra el coronavirus.

La vacunación masiva de la población es un hecho que ofrece seguridad y tranquilidad. Pero, se sabe, las vacunas contra la covid-19 –todas las existentes en el mundo– tienen el objetivo de fortalecer el sistema inmune del individuo a fin de que si contrae la enfermedad pueda enfrentarla de forma más eficaz, y no transite a la gravedad; pero no evitan el contagio.

Lo remarcó en días recientes el doctor en ciencias, Pedro Más Bermejo, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología, quien insistió en que dar por terminada la pandemia carece de rigor epidemiológico.

En países donde se han eliminado las restricciones se están presentando altos niveles de incidencia, dijo el científico y acotó que a nivel internacional crece la preocupación ante las nuevas variantes del SARS-CoV-2, y ante la posibilidad de que la inmunidad vaya disminuyendo.

A mediados de marzo, varios reportes de prensa referían que algunas naciones de Europa, como Alemania, Austria y Reino Unido, habían comenzado a registrar un nuevo incremento de casos de covid-19. No obstante, aclaraban, no se observaba aún un aumento sostenido en el número de muertes por la enfermedad en estos lugares.

Junto a la mayor transmisibilidad de la variante ómicron, predominante hoy en el orbe, expertos consideran que en algunos países europeos este incremento de casos se debe al fin de las restricciones. En muchos lugares, por ejemplo, ya no es obligatorio el uso de mascarillas en espacios cerrados; se han paralizado los programas de pruebas masivas y se ha dejado de cumplir la recomendación de que los pacientes infectados permanezcan en aislamiento.

Pero no solo en el viejo continente han crecido las cifras de contagio. Un despacho de Prensa Latina, fechado el 20 de marzo, reseña que el rebrote ocurrido en China contabilizó en esa jornada 4 053 casos de covid-19, en 20 provincias. Ese repunte es considerado el peor en dos años, y ha sido causado por la variante ómicron, puntualizó la nota. India también mostró desde mediados de marzo un aumento del número de enfermos, al punto que solo el día 21 registró 1 549 nuevos casos y notificó 31 fallecidos por covid-19.

Tales ejemplos confirman que la pandemia está “lejos de terminar”, como han reiterado representantes de la Organización Mundial de la Salud. De ahí el reclamo que hacen a los países para que permanezcan vigilantes, lo cual significa continuar con la vacunación anticovid-19 –lo que requiere cerrar la brecha de equidad y proteger a los más vulnerables–, seguir haciendo pruebas para el diagnóstico de la enfermedad, proporcionando atención temprana a los pacientes y aplicando medidas de salud pública para proteger a los trabajadores sanitarios y a la población.

En Cuba, si bien los expertos pronostican que continuará el control sobre la pandemia, crece la preocupación ante el aumento de personas confirmadas con la covid-19 en marzo, con la mayor concentración de casos en Matanzas, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Holguín.

No pocos ciudadanos, confiados en que ya fueron vacunados y en la menor letalidad que ha demostrado la variante ómicron, continúan menospreciando un virus que ha ocasionado más de seis millones de fallecidos en todo el orbe.

El empleo correcto de la mascarilla –junto al lavado sistemático de las manos y el distanciamiento físico, entre otras medidas– ha sido desde el inicio de la pandemia una de las acciones más recomendadas por los epidemiólogos para sortear la covid-19.

Tras más de dos años de jugarle cabeza al nuevo coronavirus, todos añoramos el día que ya no será necesario cubrirse parte del rostro por temor al contagio. Pero cuando no se libra esta contienda con rigor, tanto en los espacios públicos como privados, se está retrasando cada vez más ese momento. Y lo más doloroso es que durante ese tiempo, muchos compatriotas más enfermarán de covid-19 y algunos, lamentablemente, fallecerán.

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