El mejor refugio

Todavía recuerdo las grandes cenas que se hacían bajo la mata de mangos que había en el patio de la casa de mis abuelos maternos, en Artemisa. El hogar de Merejo y María era el panal al cual acudían sus ocho hijas e hijos con sus respectivos descendientes.

La mesa se volvía pequeña para los más de 20 nietos y nietas que se sentaban a degustar los platos preparados por la abuela. El preferido era el arroz con leche, cremoso, algunas veces con coco. Antes, habíamos corrido por el patio y nos cansábamos de jugar a los escondidos o al “pegado”.

Abuelo Merejo, fabulador, diestro en contar historias, había desgranado unos cuantos relatos, algunos tan increíbles, que nos hacían abrir los ojos y cerrar los labios. Mi primo Lázaro, en ocasiones, lo retaba y le decía: “Abuelo, pero ese majá era tan grande…”. Y él aseguraba que sí y podía buscar hasta testigos. Con el tiempo, hasta me llegué a preguntar si en algún momento sus historias tenían algo que ver con las escritas por el escritor Onelio Jorge Cardoso.

También nos hablaba de historia, del Mayor General Antonio Maceo, a quien admiraba por su valentía; narraba su paso por el central y de los trabajos que pasó para poder criar a sus hijos, de que ninguno pudo hacerse de una carrera porque los pobres no podían tener esas aspiraciones.

Insistía en el valor del trabajo, en la importancia de ser una persona honesta, solidaria y bondadosa; de respetar a los mayores y a los padres; de pedir permiso y decir buenos días.

Esos fueron momentos especiales, únicos. Se convirtieron en lecciones que se enraizaron en cada uno de los miembros de la prole. Ahora lo recuerdo con añoranza y agradecimiento.

Y es que la familia es el alimento espiritual de cada mujer y hombre; es el pan y el agua; es la luz y la paz; el refugio para las tristezas y el manantial para los buenos momentos. Cuando miro hacia atrás, siempre me pregunto qué hubiera sido de mi vida sin la familia de la cual surgí. Tenerla es un privilegio, da la fortaleza y preparación necesarias para la vida.

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