La algarabía habitual del Pabellón Cuba está ausente, pero mi viaje hasta allí no fue en vano porque finalmente puedo observar las obras de la exposición colectiva Estado de Espíritu, propuesta que forma parte de la 14ª Bienal de La Habana y ha sido dedicada a los 35 años de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Admiro de cerca cada una de ellas: pinturas, videoarte, instalaciones, collages, esculturas. ¡Cuántos sentimientos y narrativas aquí reunidos! Soledad, ansiedad, destrucción, precariedad económica, desasosiego… aunque también dentro de toda esta “oscuridad” se perciben evidentes reflejos de esperanza.
Algunas de las obras son abstractas, llenas de líneas y curvas, como los vaivenes de la vida en estos meses de pandemia. En otras se autorrepresentan los artistas, ya sea solos o en grupo, de manera figurativa; también aluden al contexto social en el que viven, hablan de islas, esas que no son solo el país, sino las soledades de cada uno en esta época, las cuales han podido interconectarse durante el azote de la covid 19, gracias a las nuevas tecnologías.
Las curadoras de la exposición, Sarah Lis Muñiz-Bueno y Maybel E. Martínez, comentan al respecto en el catálogo: “La pandemia instauró nuevas reglas, lo que el mundo presencial permitía se volcó hacia la virtualidad. Inéditas rutinas, obligatoria introspección, pausa de proyectos activos y re-direccionar metodologías constituyeron el día a día. Lo online ha privilegiado la cultura del playback que permite estar y no estar al mismo tiempo, producir el hecho, regístrarlo y luego ser el espectador de uno mismo. Cambió la manera en que se producía y se consumía el arte”.
Si algo me parece satisfactorio en esta muestra es la sinceridad con la que los artistas hablan de sí mismos y de Cuba. Los colores buscan contrastes: naranjas con azules, por ejemplo; representan así los variados sentimientos de muchos de ellos en el proceso de creación; peleas interiores, como volcanes a punto de estallar.
“Jóvenes desconocidos han dinamitado los circuitos, otros ya acreditados se han sostenido en su zona de confort, se han conformado colectivos desde casa y disimiles autores se han adscrito a la máxima de impulsar un arte que piense y se adecue a las realidades. En el plano creativo, la idea de que la juventud puede considerarse, más que un tiempo de vida, ha primado un estado de espíritu”, argumentan las curadoras.
Llego al final del recorrido. A pesar de que la precariedad económica, la soledad de la pandemia y los sentimientos contradictorios pueden haber pesado en este Estado de espíritu, vislumbré igualmente mensajes de solidaridad, hermandad y la magia sanadora de la naturaleza y el arte en tan difícil etapa.