Cuando la vida vio cerca su fin
Foto. / Reuters.com
Cuando la vida vio cerca su fin
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Cuando la vida vio cerca su fin

La respuesta manipuladora del presidente norteamericano ante el descubrimiento de misiles nucleares en Cuba, quien presentó el hecho como una amenaza y no como un derecho del pueblo cubano a defenderse en caso de agresión, desató el conflicto


Entonces mi abuela disfrutaba su segundo embarazo. Este hijo sí le nacería como Dios mandaba: en manos de un médico porque la Revolución de Fidel Castro ya recogía frutos en los campos cubanos. Lo que nunca se imaginó fue que daría a luz en un mundo al borde de la hecatombe. Mi padre nació el día 10 del mes más tenso de la historia de Cuba, y quizás de la humanidad.

Sin embargo, solía contarme Tita que, como en ese tiempo en aquellas lomas de la geografía pinareña todavía nuestra familia no tenía electricidad ni televisión, al principio estuvieron un tanto ajenos a las circunstancias militares del momento, pero al pasar las jornadas comenzaron a llegar a la comarca los rumores de guerra e invasión yanqui. El corazón de madre se le apretujó por la suerte que acompañaría a sus pequeños, uno de 11 años y el recién nacido.

No sabía lo que significaba la palabra atómica o nuclear, mucho menos las consecuencias del uso de armas con ese nombre, pero sí conocía que una guerra no dejaba juguetes a su paso. Conflicto era destrucción, miedo, sufrimiento, ausencias.

Mientras ella amamantaba al bebé y le confiaba a la Caridad del Cobre el destino de sus seres queridos, miles de milicianos se atrincheraban en las costas de Cuba, otras tropas marchaban por carreteras y caminos hacia lugares estratégicos, los voluntarios conformaban nuevas unidades defensivas; en las ciudades ocurrían mítines masivos contra las amenazas de incursión mercenaria, en la calle afloraba el sentimiento patrio: ¡Cuba sí, yanquis no!

Era el 22 de octubre de 1962, exactamente a las 5:35 p.m. Fidel había decretado la Alarma de Combate para todo el país, luego de conocer que el presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy comparecería en radio y televisión al final de la tarde.

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Defendiendo La Habana. / Autor no identificado.

A las 7:00 p.m., el gobernante de la Casa Blanca anunció en tono inquisidor que los soviéticos estaban instalando bases de misiles “ofensivos” en el territorio caribeño para montar una fuerza de ataque nuclear contra el hemisferio occidental.

“Peligran el Canal de Panamá, Washington, Cabo Cañaveral, Ciudad de México y otras urbes del sector sureste de los Estados Unidos, Centro América y zonas del Caribe”.

“[…] Esta transformación de Cuba en una base militar constituye una amenaza a la paz, violando […] la Carta de las Naciones Unidas […] Nuestra historia demuestra que no tenemos el menor deseo de dominar a cualquier otra nación, o de imponerle nuestro sistema. Sin embargo, los americanos han tenido que acostumbrarse a vivir enfocados por los cohetes soviéticos”, fueron algunos de sus argumentos para justificar la aventura anticubana concebida, desde mucho tiempo atrás, en la sede del Gobierno estadounidense.

Operación Mangosta: preludio del conflicto

La administración Kennedy no pasaba página a la derrota sufrida en Playa Girón ni al canje de “mercenarios por compotas”.

Al evaluar los resultados de la operación de Bahía de Cochinos, el general Maxwell Taylor, asesor especial para Asuntos Militares, concluyó que no podían coexistir con la Revolución Cubana; resultaba imprescindible elaborar un programa capaz de destruir el proceso revolucionario.

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Grupo de movilizados desplegándose por la rivera de un río con equipos de comunicaciones para tiempo de guerra. / Archivo de BOHEMIA / Autor no identificado.

De esta recomendación del 13 de junio de 1961 nació la Operación Mangosta: el plan subversivo más grande orquestado contra nuestro territorio desde Washington, 11 meses antes de la Crisis de los Misiles.

La esencia del proyecto: promover levantamientos internos que desencadenaran una insurrección armada y justificaran la intervención militar directa de Yanquilandia a Cuba, en octubre de 1962.

Básicamente comprendía 32 tareas: económicas, políticas, militares, de inteligencia, guerra psicológica y biológica. Si estas no llevaban al levantamiento de los cubanos contra Castro, entonces se fabricarían los pretextos necesarios para la invasión. Durante el primer semestre de ese año Estados Unidos auspició alrededor de 5 000 acciones subversivas contra la nación vecina.

Por su parte, el gobierno revolucionario, con el propósito de fortalecer su capacidad defensiva en caso de agresión y, además, la del campo socialista, aceptó a finales de mayo de 1962 la propuesta soviética de desplegar en territorio nacional cohetes de alcance medio e intermedio (con sus correspondientes cargas nucleares) y otros medios tácticos de combate.

Aunque algunos defendían a ultranza la buena voluntad de Nikita Jruschov, máximo dirigente entonces de la URSS, de contribuir a la salvaguarda del comunismo en la región, el curso de los acontecimientos demostraría que él también buscaba una solución a su problema: las bases estadounidenses de cohetes Júpiter en Turquía e Italia.

“‘Tenemos que pagarle con la misma moneda, darle a probar su propio remedio y obligarlos a sentir en su propio cuerpo lo que significa vivir colimado por armas nucleares’, repitió Jrushchov en varias ocasiones a sus allegados más cercanos”, explica Tomás Diez Acosta, estudioso de la Crisis de los Misiles.

Secreto y engaño en tiempos de conflicto

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Vista aérea que le confirmó a la administración Kennedy la presencia de emplazamientos coheteriles en Cuba. / historia.com

Desde un inicio la dirección cubana expresó la necesidad de elaborar un acuerdo militar y hacerlo público; sin embargo, los líderes soviéticos consideraban más oportuno emplazar los cohetes y después informarlo.

Precisamente para discutir los detalles de la operación y alertarlos sobre la posibilidad de ser detectados por los servicios especiales estadounidenses, Raúl Castro, entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, viajó a Moscú en julio de 1962.

A finales de ese mismo mes comenzó a llegar a territorio cubano un fuerte contingente militar compuesto por efectivos y todo tipo de equipamiento. Para mediados de agosto era cada vez más claro que constituía un error el traslado en secreto de las tropas.

El gobierno revolucionario envió al Comandante Ernesto Guevara a Moscú con el proyecto corregido y la propuesta nuevamente de anunciarlo a la opinión pública.

“Me preocupaba mucho que al hacer una cosa legal se hiciera de una forma que pareciera ilegal o inmoral […] No obstante, la decisión final se dejaba a los soviéticos, por su mayor experiencia”, contaría Fidel más adelante.

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La mujer cubana también participó en la defensa de la patria, algunas con las armas y otras desde la producción. / Archivo de BOHEMIA / Autor no identificado.

Jrushchov desestimó la proposición trasmitida por el Che el 27 de agosto. Solo dos días después, un vuelo realizado a gran altura por un avión U-2 detectó emplazamientos de cohetes antiaéreos en la región occidental de Cuba. El 4 de septiembre, el presidente norteamericano declaró que habían descubierto un aumento sustancial de armamento soviético en territorio cubano, incluidos misiles.

Explica el investigador Tomás Diez que la respuesta de la dirección de la URSS no fue la correcta. En vez de enfrentar las presiones mediáticas, sobre la base del derecho de ese pueblo caribeño a adoptar las medidas que garantizaran su seguridad, recurrió al engaño y la mentira, errores garrafales en tiempos de crisis.

“Por ejemplo, el 11 de septiembre de 1962, la agencia de prensa TASS difundió una declaración del Gobierno soviético que reafirmaba las intenciones de prestarle ayuda militar a Cuba en caso de agresión y llamaba a los Estados Unidos a mostrar cordura. Pero, paradójicamente afirmaba: ‘la Unión Soviética no necesita trasladar a ningún país, por ejemplo Cuba, los medios de que dispone para rechazar la agresión, para asestar el contragolpe’”.

Al torpe manejo político –plantean varios estudiosos del tema– hay que sumarle inconsecuencias en el terreno militar, como que no realizaron un buen enmascaramiento y ocultamiento de los proyectiles desplegados.

Los días más tensos

A inicios de octubre de 1962 ya la administración Kennedy conocía la existencia de bases aéreas, grandes unidades de fuerzas y otros objetivos, en las provincias de Oriente, Las Villas y La Habana. Mientras, en Pinar del Río había varios emplazamientos antiaéreos. ¿Qué hacían en aquel lugar?, se preguntaban los estrategas estadounidenses.

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Fidel responde a las acusaciones del presidente estadounidense. / Autor no identificado.

Los análisis indicaban que si se trazaba un círculo de 2 000 kilómetros (alcance de los cohetes SS-4), con centro en aquella área de la geografía vueltabajera, tales misiles podían impactar todo el sudeste de la tierra del Tío Sam.

Entonces John F. Kennedy aprobó el vuelo de un U-2 sobre Cuba, a solo 20 kilómetros de altura. El deterioro de las condiciones del tiempo durante algunos días impidió que la Casa Blanca comprobara de inmediato la certeza de su sospecha, en tanto soviéticos y cubanos habilitaban nuevos emplazamientos.

El 14 de octubre se produjo la incursión espía. Al día siguiente un equipo de interpretación fotográfica identificó componentes de cohetes de alcance medio SS-4 (R-12 para los soviéticos) ubicados cerca de San Cristóbal. ¡La mesa estaba servida para la crisis tan esperada por Washington!

Cuando el 16 de ese mes el mandatario norteño recibió la información formó un grupo asesor de alto nivel para analizarla y decidir el modo de eliminar esos sitios mediante el bloqueo naval, golpes aéreos o la invasión armada.

En el comité casi había consenso a favor de una acción militar, mas, sus integrantes desconocían que en Cuba ya había decenas de cargas nucleares para los cohetes tácticos, destinadas a rechazar un desembarco.

Transcurría la semana, se incrementaban los vuelos espías sobre el archipiélago y se descubrían nuevos destacamentos, rampas de lanzamiento y presencia de SS-5 (R-14 para los soviéticos) con alcance de unos 4 000 kilómetros, los que podían abatir casi todo el territorio estadounidense.

La tensión crecía en ambos mandos, en las familias de aquí y de allá. El mundo, a la espera de una decisión que podía significar el holocausto de la humanidad. Finalmente el 22 de octubre, el presidente de Estados Unidos anunció la decisión de implantar el bloqueo naval y exigió la retirada soviética.

Fidel le había cogido la delantera. Horas antes había decretado la Alarma de Combate.

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Un avión de los Estados Unidos sobrevuela un buque de carga soviético, durante la Crisis de Octubre. / Autor no identificado.

La ¿solución?

El día 23, en la mañana, el gobernante norteamericano aprobó seis planeos de reconocimiento a baja altura sobre el territorio cubano; si alguno de los U-2 fuera derribado, los yanquis destruirían la base de cohetes agresora.

En el país continuaba la movilización popular. Cuba se convirtió en un gran campamento militar, donde el fervor patriótico superaba los miedos.

A las 7:06 p.m. la administración Kennedy firmó la proclama indicando que la “cuarentena” se iniciaría al día siguiente, a las dos de la tarde.

Esa misma noche Fidel compareció por radio y televisión e impugnó los argumentos de la Casa Blanca para implantar el bloqueo.

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Mapa que muestra el alcance destructivo de los misiles desplegados en la zona occidental. / publicogt.com

“Adquirimos las armas que nos dé la gana para la defensa […] ¿Quién ha dicho que tenemos que rendir cuentas a los agresores de las armas que tenemos? […] Nunca seremos agresores. Por eso nuestras armas nunca serán ofensivas […] A nuestro país no lo inspecciona nadie […] Cualquiera que intente inspeccionar a Cuba tiene que venir en zafarrancho de combate”, aseguró.

La situación empeoraba a diario. Entró en vigor el cerco marítimo. Antes del mediodía podría sobrevenir la intercepción de dos barcos rusos. Gracias a la divina providencia o al buen juicio de alguien no ocurrió el enfrentamiento; los navíos se detuvieron, otros dieron media vuelta.

En la jornada siguiente Kennedy incrementó los vuelos a baja altura a uno cada dos horas. El peligro de que se usaran para encubrir el inicio de un golpe sorpresivo era latente. Fidel ordenó disparar a partir de la mañana del día 27 contra quienes violaran el espacio aéreo cubano y convocó al jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas a una reunión.

Mientras el líder cubano ultimaba detalles para el plan de defensa del país e ideaba un mensaje destinado a Nikita Jruschov exhortándolo a que mantuviera una firme posición en caso de que la guerra estallara, el mentor de aquella iniciativa coheteril buscaba un arreglo con su homólogo estadounidense por medio de misivas.

Cuando el grupo asesor de John F. Kennedy debatía la propuesta moscovita enviada la tarde anterior (26 de octubre) ocurrió lo que todos temían: fue derribada una nave espía en el Oriente cubano.

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Vigía del cielo cubano. / Archivo de BOHEMIA / Autor no identificado.

Cuentan que el nacido en Massachusetts tuvo la serenidad –algunos opinan que la sangre fría– para postergar la represalia. “Nos comprometemos a levantar rápidamente el bloqueo, a dar garantías de que Cuba no será invadida. No veo ninguna razón que nos impida completar este arreglo”, informó al dirigente soviético.

Al día siguiente Cuba conoció a través de Radio Moscú la respuesta del líder de la URSS. De manera unilateral se había comprometió a retirar, con garantía de verificación, el armamento que los contrarios consideraban ofensivo, a cambio del compromiso hecho por el presidente norteamericano.

Aunque el entendimiento entre los gobernantes encontró una solución a la amenaza de una guerra nuclear que enfrentaba la humanidad, para Cuba no fue un arreglo conveniente. Ese mismo día Fidel declaró públicamente los Cinco Puntos o condiciones que garantizarían una verdadera paz.

El tiempo le daría la razón al Comandante en Jefe. A pesar de la promesa de no invasión, a pequeña escala los Estados Unidos mantuvieron el asedio. Solamente en el año 1963 ejecutaron 137 acciones subversivas contra las costas y embarcaciones cubanas, la cifra más elevada de todo el período revolucionario.

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Luna, uno de los tipos de misiles soviéticos emplazados en el territorio nacional en octubre de 1962. / Autor no identificado.

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Fuentes consultadas Los textos periodísticos Preludio de la crisis nuclear, de Rubén Jiménez Gómez; A punto de regresar al hacha de piedra, de Rubén Jiménez Gómez; Memorias de octubre, de Vladia Rubio (todos publicados en BOHEMIA, en la edición impresa del 19 de octubre de 2012); Mangosta, la Crisis de Octubre y la diplomacia secreta entre Cuba y Estados Unidos, de Elier Ramírez Cañedo (Cubadebate, edición digital del 10 de octubre de 2022); Fidel Castro y los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre, de Tomás Diez Acosta (Cubadebate, edición digital del 16 de octubre de 2022). Además, el volumen Operación Mangosta: un Girón en secreto, de Javier Salado (Ocean Sur).

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