Dhamer no pudo solo, el sistema lo ayudó

Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer ha generado un debate en el entorno digital, desde su lanzamiento el pasado 21 de septiembre. La producción de Ryan Murphy e Ian Brennan sobre la vida de uno de los asesinos más notorios de Estados Unidos, hace un recorrido por la infancia del apodado “carnicero de Milwaukee” hasta el momento de su muerte en prisión; después de ser condenado a 15 cadenas perpetuas por la violación, el asesinato y la mutilación de 17 jóvenes, entre 1978 y 1991.

La serie muestra como a Dhamer desde niño le afecta la relación convulsiva y disfuncional de sus padres. Precisamente el divorcio de la pareja y el posterior abandono por su madre, dejando solo en casa al entonces adolescente, constituyó el aliciente para que el joven que practicaba la taxidermia en edades tempranas comenzara a fantasear con el asesinato de seres humanos. La represión de sus apetitos sexuales, al asumir la homosexualidad como algo negativo, llevó a Dhamer a mantener ocultas sus preferencias y asatisfacerlas en lo más oscuro de sus pensamientos. Las víctimas del carnicero de Milwaukee cumplían con un patrón estético que alimentaba sus deseos: en su mayoría jóvenes afroamericanos y homosexuales.

Si bien la producción de Netflix refleja el sufrimiento de los familiares de las víctimas y lo horrorífico de Jeffrey, el asesino múltiple no es el único villano de la serie. La existencia de un sistema policial y jurídico, marcado por el racismo y la homofobia, provocan también la rabia y el descontento de los espectadores. El hecho de que Dhamer cometiera 17 asesinatos a lo largo de 13 años, no hubiese sido posible si los encargados de garantizar la seguridad de los ciudadanos, realizaran su trabajo sin discriminación. De estas falencias se aprovechó Jeffrey, mudándose a un apartamento en un barrio de alto índice delictivo en Milwaukee, con poca vigilancia policial y de población mayormente afrodescendiente y humilde.

Durante 5 años, a pesar de las reiteradas quejas de sus vecinos a la policía, por el olor a carne descompuesta y por los sospechosos ruidos que venían de la residencia de Dhamer, las autoridades hicieron caso omiso a las denuncias, mientras este hombre perpetraba múltiples asesinatos con total impunidad. La serie busca reflejar el racismo sistémico en los Estados Unidos, evidenciando las comunidades vulnerables y los privilegios que un hombre blanco tiene ante la ley. Jeffrey no tenía su récord limpio; ya en 1979 había sido acusado por abuso sexual a un menor de edad proveniente de Laos. En la serie se muestra como el padre del chico, que no hablaba inglés, apenas tuvo oportunidad de exponer sus argumentos y fue silenciado por el juez que condenó a Dhamer a 10 meses de internamiento. En más de una ocasión hubo quienes denunciaron a Jeffrey a la policía, pero a pesar de estos antecedentes, nunca se molestaron en investigar.

Uno de los casos fue el de Ronald Flowers, quien después de tomar un café con narcóticos en casa de la abuela de Dhamer, despertó confuso en el hospital. Ronald lo denunció a la policía y al agente le bastó con visitar al sospechoso y escuchar su testimonio para creerle al asesino con antecedentes penales, en lugar de a una víctima afroamericana.

Otro de los momentos en que lo denunciaron, fue cuando el adolescente Konerak Sinthasomphone intentó huir y la vecina de Jeffrey llamó a la policía para ayudar al joven que, semidesnudo y drogado, corría por el pasillo del condominio hacia la salida. Mientras los dos agentes entrevistaban a la denunciante y al joven, llegó Jeffrey y convenció a las autoridades de que Konerak era un adulto con quien mantenía una relación amorosa. Estas palabras y una inspección superficial de la casa bastó para que los agentes abandonaran el condominio con el comentario  «son cosas de gays». Incluso uno de ellos bromeó con que necesitaba desinfestarse después de tratar con este “tipo” de personas.

Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer constituye una denuncia a los evidentes problemas del sistema policial y jurídico de Estados Unidos, que persisten en la actualidad y acumulan deudas con los inmigrantes, los afroamenricanos, las personas de bajo recursos y demás grupos vulnerables. A pesar de estas y otras intenciones, como la crítica a lo nauseabundo de la humanidad que siente admiración por el asesino, lo acontecido recientemente en las plataformas digitales —la polémica en torno a la serie—, muestra precisamente una reacción contraria a la supuestamente esperada.

A propósito de la celebración de Halloween, usuarios manifestaron la intención de disfrazarse del carnicero de Milwaukee, como si de Jason el de Viernes 13 se tratara. Al parecer olvidan que Dhamer, a pesar de ser el protagonista de una serie, es un asesino real, que imprimió un dolor inmenso en las familias de esos 17 jóvenes. Si bien la producción enmarca desde el título a la figura de Jeffrey como un monstruo,  lo romantiza y glorifica en el decursar de la historia.

Las carencias afectivas que Dhamer tuvo en su infancia y adolescencia, la soledad, el rechazo de sus maestros y compañeros de clase y el miedo al abandono, son algunas de las situaciones que presentó la serie para humanizar y entender psicológicamente al asesino. La dramatización de los sucesos y el énfasis en los sentimientos de un protagonista atractivo, con cara de niño asustado, pueden provocar incluso la lástima por el personaje negativo. Quizá es el riesgo de mediatizar a una figura como esta. El reto estriba en cómo contar historias semejantes sin que el efecto sea la justificación de la violencia, o la posterior tendencia a glorificarla por parte de los espectadores.

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4 comentarios

  1. Muy buen comentario que refleja las contradicciones del sistema norteamericano que se declara como el más democrático del mundo y está corrompido en su carácter social y judicial que atiende sólo a sus intereses de clase donde los inmigrantes y afroamericanos no tienen valor y son ampliamente no atendidos o lo peor discriminados

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