El arte genera preguntas, no respuestas

Pensemos ideas propositivas, saberes diversos, maneras de contar, para estimular un pensamiento emancipador a partir del capital simbólico


¿Cómo lograr que la TV sea productora de cultura? ¿Las programaciones de diferentes canales están diseñadas para incluir disfrute familiar, propuestas dirigidas a los públicos infantil y juvenil, estrenos de ficciones, documentales, cortos, series?

Ambas interrogantes colocan en el centro de interés un asunto que requiere estudios pormenorizados sobre particularidades de emisiones, estrategias, géneros y formatos diversos, entre otros disímiles elementos.

Pero, si pensamos en un concepto esencial, podemos, de alguna manera, reflexionar sobre cómo atender la segmentación de las audiencias e implementar propuestas novedosas e interactivas de participación ciudadana.

La cuestión radica en cómo entretener desde la responsabilidad ética que enaltece al ser humano, el bienestar personal y el progreso de la sociedad, sin pactar con la banalidad y la enajenación.

Sin duda, estamos hablando de hacer arte. A pesar de los múltiples espacios, agentes y circuitos por donde circula, existen tres elementos que remiten, necesariamente, al proceso de autonomía: el artista, la obra de arte y los públicos.

Foto./ Yasset Llerena.

Esa especie de confrontación o acercamiento de la persona a muestras de artes visuales, filmes, conciertos, entre otras manifestaciones, exige un acto preparatorio, cierto encuentro preliminar, determinada praxis como condición para el reconocimiento del valor artístico.

Lo facilitan, en gran medida, propuestas del programa D’Diseño (Canal Habana, miércoles, 5:00 p.m.) sobre estilos, figuras, tendencias y convenciones contextuales.

Desde su propia perspectiva conceptual, Historia del cine (Cubavisión, lunes, 10:00 p.m.) abre vías hacia el conocimiento de jerarquías imprescindibles sobre lo más significativo del séptimo arte en diferentes épocas y países.

De ningún modo son los únicos ejemplos, teniendo en cuenta el amplio, variado universo mediático televisual.

Tampoco perdamos de vista que, a veces, debemos buscar y buscar en un canal, en otro, para disfrutar a gusto ante la pantalla; allí donde nos hablan y nos propician el más pleno disfrute.

Lamentablemente, pululan en programas, viejas y manidas soluciones, planos visuales saturados de conflictos fotográficos, dicciones imperfectas y contenidos carentes de envoltorios atractivos.

Nuevos desafíos plantea la comunicación a los sistemas educativo, cultural, social, dado el controvertido panorama que circula por corrientes subterráneas.

El arte genera preguntas, no respuestas. Su propia condición indagatoria trae al presente lo que André Malraux llamó el lenguaje específico de las artes. Encontrar el acento legítimo donde prevalece lo falso propicia hallar un valor artístico en intrincadas madejas no siempre propositivas de calidad real, auténtica.

Pensar el ocio de manera creativa es otro reto. La convicción cultural tiene que ser una brújula.

Pueden ser peligrosos algunos usos de blogs, YouTube, Twitter, Facebook, objetos, carteles, anuncios. Aumenta el cambio de percepción de los espectadores sin límites de edades o sexos. Estos demandan variaciones de narrativas en un entorno de visualidades cada día más fragmentado, que protagonizan artefactos, a veces sofisticados, pero, sin lugar a duda, instauran diferentes tipos de relación social.

De ahí la importancia de meditar sin prisas la realización del programa para la televisión tradicional. En ocasiones, el facilismo, la premisa explícita, afecta la relación empática del audiovisual con sus destinatarios inteligentes, informados, activos productores simbólicos.

Hoy es tal la profusión de autores, técnicas, soportes, que resulta imposible abarcarlos de manera holística o puntual.

¿Qué necesitamos? Lucidez en la percepción de quiénes somos, cómo somos, sin desestimar el misterioso diálogo de las emociones, los oídos atentos y las poéticas electivas.

Somos diferentes, inquietos, traviesos. Ningún obstáculo basta o es suficiente para frenar esa interrogante necesaria, indispensable, cuando queremos saber más de nosotros, del otro, de la sociedad.

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