Diseño./ Mirna Karla
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En defensa de papá

Me habían invitado a un picnic para celebrar el cumpleaños de una pequeña amiga de mi hijo y, por supuesto, él no podía faltar. Los niños retozaban en el parque, mientras los adultos nos íbamos conociendo e intercambiábamos palabras, tan poco como la música nos dejaba entender. De pronto, el único hombre que había asistido a la celebración intentó entablar una conversación conmigo. Estábamos lejos, y con las señas no soy muy buena, así que me acerqué.

“¿Por qué será que en los cumpleaños siempre me encuentro con madres, casi nunca con padres?”, preguntó para “romper el hielo”.

Confieso que lo había notado, pero quizá por la costumbre, al llegar, me pareció lo más normal del mundo que fuésemos un grupito de madres alrededor del cake, las pizzas y los pastelitos. Y no lo era: ahí estaba aquel joven para señalarlo. Su esposa había ido a ver al pequeño que se subía en un aparato peligroso y él se había quedado solo, apartado, observando.

“Mi esposa y yo tratamos de compartir con el niño todo el tiempo que podemos –añadió. No sé por qué se cree que si a una reunión del círculo infantil va la madre ya el padre allí no tiene nada que hacer”.

Me dejó pensando. A veces exigimos a los padres de nuestros hijos que se impliquen más, que tomen una de las riendas de la crianza para que esta sea más llevadera, que sean responsables… sin detenernos a pensar en ciertos pequeños detalles que entorpecen lo que debería ser natural.

Recuerdo que hace más de una década, un amigo estaba recién estrenado en la paternidad y, cada vez que acompañaba a su esposa al hospital pediátrico, regresaba molesto porque los especialistas solo le explicaban a la mujer sobre el padecimiento de la niña, solo la miraban a ella, y era a ella a quien le entregaban método y recetas. “¿Me verán cara de anormal?”, decía ofuscado. Luego, de tanto sucederle, se acostumbró.

Hace poco, compartí en redes sociales sobre el tema y descubrí que el asunto no solo continúa, sino que llega a espacios como las escuelas, donde el concepto de corresponsabilidad debería ser una bandera que siempre estuviese ondeando.

Lili M. contó: “en una ocasión en la que fuimos mi esposo y yo a la reunión del círculo infantil, la ‘seño’ me dijo: ‘Mamá, con usted basta’. Difícil ese momento. Lamentablemente alguien como ella, una excelente profesional, con ese criterio. Seguimos siendo parte de una sociedad machista, llena de prejuicios”.

Por otro lado, la mirada de David, padre de dos hijos, se enfoca en la experiencia de un hombre que es mirado con “perspicacias” simplemente por asumir su responsabilidad: 

“Es impresionante cómo, aún en el 2023, muchas mujeres no ven bien a un hombre haciendo tareas que, suponen, les competen a ellas. El otro día fui a la primera reunión de uno de los niños. Cuando terminó, le pregunté a una madre que si había algún grupo de WhatsApp. Ella me miró raro y, mientras caminaba, sin hacerme mucho caso, me dijo: ‘Ah, sí’, pero ni siquiera intentó indicarme cómo podía unirme. Le hice la misma pregunta a otra y esta le dijo a la anterior con tono burlón e indicándome a mí, con un gesto delicado: ‘Yo agrego a Tati, no te preocupes’”.

Rita Simón Valdés fue maestra de primer grado, subdirectora durante cuatro años en una escuela especial para niños sordos, y directora de esa misma institución durante 10.

“Allí siempre vi más madres que padres en las reuniones o en las fiestas escolares, pero es muy bueno resaltar que también vi a muchos padres solos, y a mamá y papá juntos asistir a las actividades, tanto casados como divorciados”, asegura.

Conozco padres separados que se toman fotos con sus hijos apenas para enviarlas a su familia por WhatsApp o para postearla en sus redes sociales. Todo parece tan lindo en la pantalla, mas, en la vida real no saben qué comió el niño o la niña durante la semana, ni si le va bien en la escuela o tiene algún problema.

En cambio, también sé de padres que, incluso con océanos de por medio, se comunican a diario y se ocupan de ayudar con los deberes escolares a través de videollamadas. Puede ocurrir también que el padre viva en la misma casa de los pequeños, tenga un matrimonio aparentemente saludable y, sin embargo, sea incapaz de reservar tiempo de calidad a diario para sus hijos.

Muchas veces sucede que, incluso a nosotras mismas, nos cuesta delegar, compartir tareas porque, por ejemplo, “a él se le olvida”, “yo lo hago mejor” o “el niño me entiende más a mí”.

Lilibeth Alfonso considera que eso puede ser parte de los roles de género que se le dan a la mujer y al hombre. “Nosotras, se dice, somos más cuidadosas, con más paciencia y capacidad de entender a nuestros hijos, y por ahí se van. Solo hay que fijarse en los hospitales: hay padres, abuelos, tíos, pero la mayoría son madres, porque tienen el mayor peso del cuidado, aunque la responsabilidad sea de ambos. A una mujer se le perdona que no vaya al trabajo por una consulta de su hijo; a un padre se le puede hasta cuestionar. No es una regla sin excepciones, pero son muy pocos los padres que se quedan en casa cuando un hijo amanece con fiebre, si la madre puede hacerlo, por supuesto”.

Las circunstancias para cada familia pueden variar, según su composición, normas y características de sus integrantes; sin embargo, la comunicación sigue siendo clave para enfrentar estereotipos y transformar aptitudes. Sería bueno que desde el ámbito escolar se repensara la posibilidad de convocar no a “reuniones de padres” sino a encuentros con la familia, pues recordemos que no son pocos los hogares donde son los abuelos quienes se han quedado a cargo de los pequeños o, incluso, otros familiares.

Nada indica que un padre no pueda hacerse cargo de las necesidades de sus hijos y ejemplos hay muchísimos. Que no sea la sociedad o el entorno familiar, arropados de tabúes, quienes los limiten. En el camino de la crianza responsable, no solo todo lo que aporte y enriquezca a la infancia y la adolescencia es válido, sino también necesario.


DISEÑO PORTADA

Mirna Karla.

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Un comentario

  1. Tema del cual considero que hay que seguir trabajando duro. Es curioso como hoy queremos ser más desarrollados, más informatizados tecnológicamente pero parece que en los tabúes seguimos en dos siglos atrás. y lo más curioso de todo es que creo que hay muchas mujeres que contribuyen conscientes o inconscientemente a que esos tabúes machistas prevalezcan. Este tema es verdaderamente importante para el buen desarrollo de nuestra sociedad patriarcal.

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