Fernando Cabreja contra viento y marea

Foto. / Jade Studio

En el público se encuentran los habituales “trovadictos”, como los llamaría Silvio, la bohemia holguinera, los que pasaron por ahí y les aburría ir a casa a alimentar a los gatos o ponerse a merced de la televisión nacional. Fernando Cabreja sube al escenario con la guitarra en ristre. Lleva una gorra negra calada sobre el pelo escaso, y un bigote y una perilla al estilo de los poetas románticos del siglo XIX.

La mayoría de la audiencia conoce de memoria su repertorio. Ello lo da años de gastar uñas en las transacciones del arte. Comienza el concierto. Las canciones se suceden mientras que los vasos plásticos se llenan y vacían de ron barato, en un acto de prestidigitación.

Desde el fondo un espectador con sobredosis de entusiasmo pide el tema “Como una luna en pie”. Quizás el trovador pensaba dejarla para el final y darle un cierre por todo lo alto al espectáculo; pero al final son su público y a él se debe, igual que sin creyentes no existieran dioses.

Te pareces a la flor que se perdió en mi voz/ a la calma de la aurora y al crepúsculo. / Eres fuerte como el tiempo que te toca andar, / no te paras ni ante el viento del peor huracán/.

Canta a dúo con su hija Edelita. La voz de ella, muy dulce y de tonos altos, contrapuntea con los graves del padre. Es la belleza que nace del conflicto. El público por lo bajo, como un mantra, al igual que en la primaria recitaban los Zapaticos de Rosa o la tabla de multiplicar, corean la canción porque ya pertenece a su cotidianidad, a la lista de reproducción aleatoria que todos cargamos y que un día mientras fregamos la loza nos ponemos a tararear y no sabemos por qué.

Esto sucede porque Fernando Cabreja no es un trovador, sino un patriarca de la trova. Un fenómeno cultural que se da en las ciudades de provincia de Cuba, donde un hombre es maestro, iniciador; un San Pedro que coloca la primera piedra de la Iglesia. Tristemente, al estar fuera de los circuitos mainstream de la música cubana, si lo exilian a otra región, entonces solo será otro más, como puede ser Ariel Barreiro en su natal Cienfuegos o Freddy Laffita en Las Tunas. 

No pienses solo en tu aldea

Nació en Santiago de Cuba pues así lo escogió Estrella Garcell, su madre; aunque enseguida retornaron a Zabala, Sagua de Tánamo, un pueblito pequeño con todas las características de los asentamientos rurales cubanos.

“En Zabala hice toda mi infancia. Tenía mucho vínculo con la tierra. Me recuerdo mudando las vacas de mi padre. Además, jugaba pelota, me bañaba en el río. Todo ello lo alternaba con la responsabilidad de ser el mayor de tres hermanos”.

Fernando ya tocaba la guitarra desde que vivía en Zabala. Sus primeros acordes los dio a los diez años en una guitarrita perteneciente a su padre Enrique Cabreja.

“A él le gustaba mucho el tango, sobre todo Carlos Gardel. A veces cantaba canciones de Manuel Corona. Recuerdo que el padre de Alfredo Coello Velázquez, mi amigo de la infancia, tenía un trío, Cristal se llamaba, y yo iba a su casa y compartíamos el gusto por la guitarra. Fue entonces cuando aprendí de verdad, gracias a la instrucción de aquellos músicos.

“Mi familia aún sigue en Zabala, fui yo el que se fue. Pasé la primaria y la secundaria en Sagua de Tánamo y luego me fui a un pre en el campo en Chavaleta, Mayarí. Allí estuve dos años, de tres que debía. El último lo hice en la Isla de la Juventud, en ese tiempo fue un laboratorio de escuelas al campo.

Piensa que así va día tras día/ este pueblo en su misma canción. / Que a la gente solo se le ocurre/ casarse o jugar dominó. (Fragmento de “Remembranza”, dedicada a su familia en Zabala)

“En noveno fui por primera vez a Moa a participar en un concurso. Allí Interpreté una canción de Víctor Jara: “Plegaria a un labrador”. Quizás recordara como en la infancia ayudaba a su padre con las vacas. Levántate y mira la montaña/ De donde viene el viento, el sol y el agua/, me canta un fragmento ahora.

“Me premiaron en esa presentación y me llevaron a Santiago de Cuba. Así me empecé a motivar por la canción.”

Víctor Jara fue uno de sus principales referentes. Él creció en la época en que proliferaba el nuevo canto latinoamericano, quizás los años más dichosos para los cantares comprometidos con su tiempo.

“Mis referentes giran en torno a la canción protesta del sur de América Latina. No puedo dejar de mencionar a Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, en Argentina, y a Carlos Puebla en Cuba; además, la llamada Nueva Canción Chilena con sus representantes Violeta Parra y Víctor Jara y los grupos Inti-Illimani y Quilapayún. También me interesé mucho por Alí Primera, el padre cantor de Venezuela”.

Cuenta que durante su estadía en la Isla de la Juventud tocaba guitarra, pero no escribía canciones. Allí alcanzó la carrera de Historia del Arte, que se estudiaba en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Sin embargo, en 1983, durante su tránsito por el Alma Mater, empezó a componer. Lamentablemente esas canciones ya no las posee. Las olvidó en el más lejano de los “para siempre”.

“Por lo general la música y la letra me vienen simultáneamente. Algunas las he compuesto de un tirón como “Marcha de la vida esdrújula”, “Canción al desaliento”, “Muchacha en la ciudad”, “Alta marea” y “Volviste a mí”, esta última dedicada a Edelis Loyola en nuestro reencuentro.

No hay más placer, si el amor te visita vete con él. / Mañana ya habrá tiempo para volver a repasarlo todo. / Hay que vivir dejando en un costado la parte gris. / Mi sueño se parece bastante a ti/ Y la sinceridad se impone”.

Foto. / Jade Studio

Volviste a mí

En 1986 termina los estudios de Historia del Arte y regresa a su pueblo natal. Allí se reencuentra con Edelis Loyola, su actual compañera y madre de su hija. En ese tiempo ella vivía en Moa y Fernando describe el momento de volverla a ver como el “milagro que da el azar”.

“Nosotros nos habíamos conocido en el Jobo en el 78. Ella estaba en la secundaria y yo en el pre. Nos enamoramos, pero entonces me fui para la Isla de la Juventud y después para La Habana. Edelis se casó y tuvo dos hijos. En el 85 cumplía mi servicio social en el museo de Sagua de Tánamo y Edelis me visitó. Dos años más tarde nació nuestra hija Edelita en Moa”. Así, las cuerdas invisibles (de la casualidad, no de la guitarra) vibraron para que naciera lo hermoso, lo sagrado.

“Durante 22 años trabajé en la emisora La Voz del Níquel y aprendí a vivir de la radio. La vida en Moa no es fácil. Los que surgimos de allí tendemos a normalizar un estilo de vida que en realidad no es el idóneo para un hombre: levantarse a las 5 de la madrugada todos los días para trabajar en el níquel con todo el sacrificio que implica, sin ninguna recompensa espiritual ni cultural. No solo eso, lo peor es el ostracismo involuntario al que está sometido el municipio”.

En los tiempos donde Cabreja vivió allá descubrió su espíritu de trabajo comunitario, al parecer nació con la vocación de no dejarse vencer ante las trabas burocráticas. Así fundó el evento Trova Viva en 1999. Lo recuerda como una batalla ideológica fuerte para sembrar una tradición y crear algo distinto, para combatir la incultura y el exilio geográfico y espiritual.

“El Trova Viva siempre ocurría en torno al 26 de junio, fecha de la Segunda Toma de Moa por el Ejército Rebelde. Por ahí transitaron muchos artistas: el dúo Cofradía, Freddy Laffita, Norge Batista, el grupo Valparaíso; La Trovuntivitis cuando estaba empezando, Rolando Berrío, Leonardo García, Alain Garrido, Yaima Orozco y Michel Portela. También, Ariel Barreiro, Fernando Bequer, Silvio Alejandro, Diego Cano, Gerardo Alfonso, Ángel Quintero, Augusto Blanca, Corina Mestre, Ray Fernández cuando era desconocido…

“En los primeros años del evento fui el hombre multioficios en cuanto a la gestión y participación. No me pagaban; la radio me liberaba, pero no podía pagarme. Nunca encontraron un mecanismo de pago, ni siquiera la dirección de Cultura, a pesar de que fue el primer evento con esas características en la provincia. Los invitados tampoco cobraban. Fue literalmente por amor al arte. Lamentablemente, después no fue el mismo evento y perdió nivel de convocatoria”.

En abril de 2007, mientras aún estaba en Moa, lo invitaron al Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau que aglutinó a la nueva canción de la trova cubana a partir del año 98 para hacer un concierto a guitarra limpia en el patio de Muralla 63. Como testimonio de ese suceso ha perdurado el fonograma “Como una luna en pie”.

“No es un disco patentado por ninguna disquera. Es un testimonio, un documento personal. Para mi significó mucho, porque fue mi primer trabajo.”

La placa muestra el Fernando tal cual es, con las virtudes y defectos de alguien que es intérprete de sus temas y, a la vez, resalta por la belleza del discurso acerca de las venturas y desventuras del hombre común.

El mundo es alta marea

Desde 2009, Fernando Cabreja posee un espacio fijo en Radio Angulo de Holguín: “Una canción necesaria”, como uno de los versos de Alí Primera. Allí defiende la canción de autor de habla hispana.

En noviembre de 2018 en el teatro Eddy Suñol se celebraron los 60 años de Cabreja y los 40 de vida artística. En las palabras de apertura a su concierto el poeta José Luis Serrano señaló: “hace cuatro décadas que este hombre compone canciones contra viento y marea”. Contra el ostracismo del níquel, contra los oxidados mecanismos del sistema de cultura cubana, contra el fatalismo y el fanatismo geográfico, agregaría yo.

Su primer disco con una disquera oficial “Cuando todo coincida”, bajo el sello de la Egrem, aún no ha salido a la palestra, está en el punto de arte final. “Debe aparecer este año. Grabé con mi gran amigo Camilo de la Peña: músico, compositor, arreglista y médico de profesión”.

Ahora trabaja en un proyecto donde musicaliza poemas de bardos holguineros.  “Lo pienso como una trilogía, porque son muchos los poetas de la provincia”.

La vida de este trovador puede relatarse con sus canciones, pero ninguna estrofa me resulta más certera que esta: No pienses solo en tu aldea/ que el mundo es alta marea/.  Mucha gente se identifica con su obra, que tiene el mérito de teorizar con fe acerca de los tiempos de roca dura que vivimos.

La consagración de la trova en Holguín lleva nombre de Fernando Cabreja para quien transitar por la vida como un “fuera de foco” constituye la fórmula que lo vuelve auténtico.

 

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Un comentario

  1. Desde aquí un abrazo grande a ese hombre de pequeña estatura física, solo física.

    Coincidimos en tiempo universitario, allá por años 80, en la beca de F y 3ra, durante aquella etapa sumamente sana, muy noble e inolvidable.

    Me alegra mucho verte, Fernando,aquí en las páginas de esta Bohemia que es tuya y de tu familia también.

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