El Pulga se mueve a más de 80.
Foto. / Pastor Batista Valdés.
El Pulga se mueve a más de 80.
Foto. / Pastor Batista Valdés.

El Pulga se mueve a más de 80

Con los héroes de pueblo, verdaderos, sucede como con los genios: no giran en esa órbita de andar buscando méritos, glorias, reconocimientos y mucho menos llamar la atención o sobresalir…

Generalmente, ni por su nombre los llama la gente, porque son tan humildes que todo el mundo se acostumbra a identificarlos por el apodo que desde niños les puso alguien en la familia o el propio barrio.

Es el caso de El Pulga: ese hombre que acaba de coronar nada más y nada menos que 81 calendarios este 16 de agosto, 60 de ellos al frente del Complejo Voluntario Deportivo de Vicente: poblado rural asentado en la provincia de Ciego de Ávila.

No hay un solo habitante del lugar que no conozca, respete, admire, quiera y sienta medular orgullo por Joaquín Pulgarón.

Bueno, en verdad creo no me expresé justamente bien o en términos exactos: dudo haya en Vicente y entre toda su gente un solo habitante que no haya sido motivado y arrastrado por Pulgarón, en el contexto de una efervescencia que ha mantenido a ese lugar en el vértice del movimiento y la actividad deportiva cubana.

Y es que El Pulga tiene el don de contagiar a todo el mundo a la hora de caerles encima a terrenos, canchas y otras instalaciones para tenerlas y mantenerlas como verdaderas tacitas de oro.

El Pulga se mueve a más de 80.
Con 81 años hoy, El Pulga sigue siendo alma del deporte comunitario en Vicente y referencia para toda Cuba. / Pastor Batista Valdés.

Su pasión ha sido clave en ese febril modo en que la gente usa y no abusa de esos espacios comunitarios para practicar deportes, hacer ejercicios, acopiar y generar salud y vida.

Nadie imagine obra de la casualidad el hecho de que, en muchas ocasiones, equipos prácticamente completos en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar Marina Samuel Noble, de Ciego de Ávila, hayan estado integrados por niños y adolescentes de Vicente.

A pecho y pulmón, este anciano y su tropa lo mismo agarran el azadón para dejar fuera de combate a las malas yerbas, que se las ingenian para hacer un colchón de judo o de lucha libre con materiales donados por la comunidad.

Lo que más llama la atención, sin embargo, -siempre, a la hora que usted llegue, “de flay”, sin previo aviso, el día que se le antoje de cualquier semana- es esa inequívoca impresión que ofrece el terreno de que en cinco minutos se decidirá allí la Serie Nacional de Béisbol.

 Como rasurada por una maquinilla eléctrica y no a ritmo de criollas guadañas, fabricadas por el propio Pulgarón y sus seguidores, la grama del estadio es una verdadera “incitación a echarle guante al guante”, mientras los contornos de la media luna, jardines, box, cajón de bateo y círculo de espera parecen haber sido trazados a compás y cartabón, para cederle espacio a una arena tan suelta y removida que usted podría deslizarse sin el menor peligro de dañarse la piel.

Nada de ello, en cambio, “ïnflama” al Pulga, quien también a cualquier hora del día tiene en el cañón una cándida sonrisa para todo el que lo saluda.

Con esa misma sonrisa recibió -y no hay referencia de otro cubano con tal mérito- la Estatuilla del Barón Pierre Coubertín, otorgada nada más y nada menos que por el Comité Olímpico Internacional.

Él todavía no lo cree. La conserva allí, en un deferente espacio de la misma casita de madera donde ha desafiado al tiempo y a todas sus huracanadas formas de retar al hombre. La misma casita de donde se niega rotundamente a irse para otro lugar, ni siquiera con los hijos, en la ciudad.

Así es el noble e incansable Pulga. Así son los héroes cotidianos, verdaderos, del pueblo.

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