Mitos, descubrimientos, colores, la han nutrido durante su crecimiento profesional. / Yasset Llerena Alfonso
Mitos, descubrimientos, colores, la han nutrido durante su crecimiento profesional. / Yasset Llerena Alfonso

“Amo a los seres que no dejan de crear”

Cada pieza tiene una historia en la que se arraigan saberes adquiridos hace muchos años. Imposible volver a todas las vivencias acumuladas en la memoria y en el presente. De alguna manera animan su pasión diaria al rememorar la calidez de mundos fabulosos descubiertos, primero, durante la infancia en el campo, más tarde “junto a profesores nada dogmáticos”, quienes le enseñaron “el dominio del color y las técnicas del grabado de una manera consciente”, según confiesa.

Para Zaida del Río, 1974, año de su graduación en la Escuela Nacional de Arte (ENA), marcó caminos nuevos por donde transitar. “No sería la misma sin la academia. El afán de aprender me sigue subyugando. En las aulas y la biblioteca descubrí la poesía. Los cuentos, las novelas que leí influyeron en mi formación humanista y en el conocimiento de técnicas imprescindibles”.

Sus impresionantes fabulaciones: aves-mujeres, hombres-aves, otras que la rodean acompañándola a manera de abrazo perpetuo, ilustran la imaginación de esta creadora entregada al estudio y las investigaciones.

“En la ENA sufrí una metamorfosis infinita, sin dejar de ser la campesina apegada a la tierra, al arroyo, los campos verdes. Si intentara dar una visión de mi obra, la primera etapa debo ubicarla de 1974 a 1982. Durante ese período me enfrasqué en reflejar los tesoros visuales que encontré en la zona de Zulueta. Ahora vivo en el Vedado habanero, y conservo vívidas mis raigambres”.

No obstante las mutaciones del quehacer que la distingue en el universo de las artes plásticas en nuestra nación, sus aportes en lienzos, jarrones, platos, ilustraciones, dan fe de una gran diversidad dentro de la unidad.

“En el Instituto Superior de Arte crecí profesionalmente de 1982 a 1987. Tampoco puedo olvidar una experiencia en extremo interesante relacionada con la labor de profesora. Busqué formas de llegar a los alumnos, incluso sentí que era una más entre ellos. Disfruté esa etapa que me recordó a mis mentores. Los respeto, los quiero, esa debe ser la identificación de cada artista con los predecesores”.

Le gusta posar junto a sus piezas, llama la atención sobre algún detalle, sonríe compartiendo la felicidad de mostrar “algo” de lo hecho. Texturas, líneas, colores, abren senderos insospechados. Recomienda a los más jóvenes “nunca detenerse. La vida es hermosa, si renunciamos a buscar, descubrir, no avanzamos. Conquistar la sabiduría debe ser una tarea permanente. Tampoco olvido que en la ENA me enseñaron a ser yo misma. Quizás por eso amo a los seres que no dejan de crear”.  

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