Foto./ Yasset Llerena.
Foto./ Yasset Llerena.

Laberintos en un discurso razonador

La exploración del lenguaje literario resplandece en este título concebido por el poeta y narrador Alberto Marrero Fernández empeñado en la oportuna defensa del género policial


Un relato que trascienda la mera testificación de lo real es congruente al recrear mediante el poder ficcional vivencias, reencuentros e indagaciones sin límites preestablecidos. En dicho universo confluyen mundos donde disímiles significados responden al antes y al después del fin de la existencia, pues dejan huellas en quienes encuentran evidencias sobre el pasado para comprender el presente, los silencios, la insólita partida física. Lo asume el poeta y narrador Alberto Marrero Fernández (La Habana, 1956) en El privilegio de los Alcatraces (Editorial Capitán San Luis), Premio novela del concurso “Aniversario del Triunfo de la Revolución”, del Minint, 2022.

Da riendas sueltas al conformar un dinámico y oportuno nexo entre literatura e historia en una trama sugerente plena de intrigas, símbolos, tensiones, preguntas, estados anímicos y reflexiones. Ciertamente, la narrativa policíaca le permite desde el desarrollo del personal y certero punto de vista elegido por el autor la comprensión de honduras no reveladas, hechos, situaciones y conflictos. Conocerlos propicia acceder a la tercera década del período republicano sometido por disímiles frustraciones como la injerencia del capital estadounidense en Cuba y el exacerbamiento de la corrupta política tras la caída de Gerardo Machado.

Al diseñar cómo contar lo ocurrido y el paulatino esclarecimiento del asesinato de Elena Campoamor, profesora de la Universidad de La Habana, el autor recurre a un viaje laberíntico protagonizado por el detective Florencio Guzmán, alias Floro, médico criminalista. Su implicación emocional con el caso lo compromete de manera particular. Interioriza causas, efectos, consecuencias del dramático hecho. Yace sin vida su exnovia y esa atmósfera de terrible hedor activa el pasado, las huellas del amor devenido pasión parlante.

Atmósferas, sonidos, imágenes, señales descubiertas emergen de la riqueza de acciones subordinadas –mal llamada subtramas. La prosa explora en profundidad el valor de la ética sensible, cuestionadora. La astucia y la zozobra abren caminos, una, otra vez. Marrero despliega el discurso razonador inmanente no solo del relato policíaco sino de la condición fecunda propuesta durante el despliegue del cauce literario.

Su lenguaje, sí, en específico, valora la dimensión filosófica, conceptual de amplios y diversos contenidos. Denuncia la prostitución, los negocios de personeros de la mafia estadounidense, el tráfico y consumo de drogas en la Cuba de mediados del siglo XX, pero al unísono alerta sobre máscaras, falsedades, violencias, y estas pueden acechar en cualquier momento.

El sentido cultural recorre los tres capítulos de la novela donde el modo de expresar lo íntimo y lo locuaz responde a un lenguaje escritural defensor del temperamento sensorial de las palabras, los misterios, las sensaciones. Quizás, Florencio Guzmán, Floro, presiente lo inesperado, sabe esperar lo que viene. O, tal vez, apenas revela cierta visión imaginada. No obstante, fue consciente de un sabio consejo: “El investigador criminal no tiene que ser un genio como en la literatura, sino persistente y laborioso, no tiene que ser adivino, sino cultivado en la ciencia policial, la sicología humana y el conocimiento del entorno y del país donde se mueve y, por qué no, también intuitivo. La intuición surge de lo que sabe y no de un mundo místico y vaporoso, porque el mundo no es más que trazas y nexos, y hay una regla muy simple que debes saber: detrás de una verdad siempre hay otra verdad, y otra, y otra, como las capas de una cebolla, por eso debes dudar todo el tiempo, la duda es el mejor método”.

Dicha aseveración deviene brújula al desandar vericuetos. Floro la asume. Por eso, ante el personaje de Roswell hace gala del sarcasmo y le dice: “Hablaré con el alcalde para que le suspenda ahora mismo el privilegio de escuchar desde su celda el canto de los alcatraces”.

Cada lector o lectora deberá captar el sentido de esta narración. De ningún modo por azar la novela exige el consciente acto participativo y la inteligencia reflexiva al desentrañar conjeturas, perplejidades, paradojas. Algunas pueden asaltarnos, incluso más allá de la ficción y de lo real verdadero. Tras este viaje solo resta el agradecimiento a la Casa Editorial Capitán San Luis por su brújula orientadora en la publicación del género policial.

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