Baracoa

Baracoa, Monumento Nacional y ciudad colonial más antigua de Cuba, fue el último tramo del recorrido. / Foto: Nailey Vecino

Llegamos a Baracoa tras coronar La Farola, que para nada alumbra, a no ser como una de las siete maravillas ingenieriles de Cuba. A lo largo del sinuoso trayecto iban brotando, como florecillas, algunos poblados y caseríos. Un arcoíris se dibujó caprichosamente en el firmamento, como si nos diera la bienvenida triunfal a la ciudad primada de Cuba.

Luego de varios días entre el verdor de la montaña, pisar las calles de Baracoa me devolvió el espíritu citadino. El paso por su malecón me alimentó la nostalgia por la capital, mi casa; también las pequeñas casitas de estilo colonial, arcaicas rejas y fachadas coloridas me remontaron a La Habana Vieja; en tanto la estatua de Vicente Rodríguez, El Pelú, en pleno boulevard, me antojó a pensar en la célebre estampa del Caballero de París, en la Plaza de San Francisco de Asís.

“Vendrán muchas iniciativas y ninguna se logrará”, reza a los pies de la broncínea figura. La sentencia –en tono sostenido de maldición– responde a una de las leyendas más arraigadas en la memoria popular de la villa. Recoge la historia que hace más de 100 años el susodicho Pelú, ofendido y hastiado de maltratos, a punto de subir al barco del destierro, lanzó su maleficio. Desde entonces, no pocos han asociado a ello las vicisitudes de la villa, sobre todo a partir de los recurrentes golpes de fenómenos naturales. Aun así, Baracoa es tierra bendecida y hospitalaria.

Los ríos Duaba, Toa y Miel son venas vitales en ese lado de la isla, y también cuenta la leyenda que quien se sumerge en el río Miel siempre regresa a esos parajes; como si endulzado quedara.

Tiene también Baracoa la Playa Maguana, una de las pocas de arena blanca que el visitante puede encontrar por esa región; y atesora la Cruz de Parra, la supuesta única cruz de las 29 que colocara Cristóbal Colón en tierras de América.

En esta localidad inolvidable bajó el telón de la Cruzada Teatral, que ya suma 32 ediciones. Una gran feria que convocó a cientos de personas a lo largo del boulevard fue el colofón de la aventura cultural.

De vuelta al parque Martí, en el centro de Guantánamo, uno entiende que quedarán muchos detalles por contar y que cuatro historias nunca serán suficientes para narrar la experiencia de cada una de las compañías que participaron en el evento.

Piensas en que aún resta por mencionar el rezo colectivo de Total Teatro, de Las Tunas, antes de cada función; la anécdota de Yamisela Martínez con la culebra; la historia deOpalín en manos de Eldys Cuba; y la que escondió el personaje de Miseria o Macario en la piel de Ury Rodríguez.

Faltan también las impresiones de la primera vez en esa peripecia de un escritor como José Raúl Fraguela y las de la familia Vizcaíno-Campos, protagonista de las primeras ediciones. Hay que hablar sobre la versatilidad de Teatro de la Totalidad y de la magia de Carpandilla, y de la consagración del Guiñol Guantánamo.

Asimismo, he de evocar, con total justicia, los buches de café, el chocolate, el cucurucho y el agua de coco, los albaricoques, el “guineo” maduro y la receta del bacán.

En la simbólica Playitas de Cajobabo–donde tras pisar su tierra cubana Martí exclamó: “dicha grande”– se lanzó la convocatoria para la edición 33 de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa; que debe celebrarse el año venidero.

Así, desde el 28 de enero hasta el 3 de marzo de 2023, deberán tejerse nuevas historias, atravesadas por el amor al teatro y al arte, el aplauso de un público tan genuino como el de la montaña y la admiración de una periodista que llegó por primera vez al Guaso, y se marchó seducida por el halo místico que esconden sus lomas, sus carreteras y su gente.

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2 comentarios

  1. Se me había quedado pendiente, de luego a después, pero nunca es tarde… para la lectura de este cierre con broche de cacao y coco, a la curzada de Nailey, hasta la mismísima nariz del caimán y encantos adyacentes. Con estos testimonios tan bien contados, desde el corazón de la aventura, crece la admiración por el mérito de esos teatreros errantes, ejemplo de vocación y activismo cultural . También mucha nostalgia por esos parajes que recorrí mucho y conocí muy bien en los lejanos años 60, y que de nuevo pude visitar a inicios de los 90; parece que todo fue ayer.

  2. Gracias, Nailey Vecino. Tus relatos se degustan como el buen chocolate, el cucurucho y el agua de coco; de un tirón y haciendo pucheros cuando se acaban. Sigue escribiendo crónicas de viaje, ahora que por tu edad puedes vivirlas, disfrutarlas así de corazón y entregarlas a lectoras y lectores. Podemos viajar gracias a tí. Es un regalazo. Éxitos en tus aventuras y el descubrimiento de este país de ensueños y esperanzas. Gracias, otra vez.

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