Cacha o la aparición de una nueva iluminada

UN PARAJE CAMPERO.  ̶̶ LAS VISITAS A LA MEDIUM.

  ̶̶ LO QUE NO DECLARA CHACHA.

(REPORTAJE ESPECIAL PARA “BOHEMIA”)

Publicado el 14 de agosto de 1938

Decididamente, una gran parte del pueblo cubano vive pendiente de la superstición. Muchos opinan que el cambio favorable de su estado económico depende de un amuleto; otros confían para la curación de sus enfermedades en ciertos rezos y remedios exóticos; otros definen su problema de faldas siguiendo unas prescripciones tan raras como originales, pero todos (esa parte superticiosa) convienen que en cualquier rincón surge un personaje con atributos misteriosos para conocer el pasado, presente y futuro de los semejantes.

El nombre sintético de Chacha desde hace tiempo circulaba continuamente. Se pronunciaba con veneración y con entusiasmo, pero la verdad es que no sabíamos quién era, donde vivía ni qué hacía. Hasta que alguien nos adelantó unas cuantas palabras:

–Chacha es la iluminada de Santa María del Rosario. Ella es una señora parecida a la de Viñales, ¿ustedes se acuerdan? Cura las enfermedades, busca los empleos, da números de la lotería y …

Y en fin, una serie de cosas propias del asunto. El asunto es que Chacha era la persona de los atributos misteriosos, ni más ni menos. Y hasta en la Habana, la ciudad de la gente curiosa y confiada, hacía eco el nombre de la iluminada, diciéndose que sus consultas eran solamente los viernes, entre cinco y siete de la mañana, que cobraba cinco pesos y otros detalles que chocaban entre sí, faltos de lógica y de consistencia.

Así, sin más averiguaciones sobre su residencia ni las horas en que sería visible, salimos una mañana de la urbe rumbo al simpático pueblo de Cotorro, atravesado por la Carretera Central y de donde, según los informes, salía un ramal de carretera hacia Santa María del Rosario. El viaje fue breve y las noticias no todas fueron exactas. Chacha no vivía en Santa María sino entre ese pueblo y Cotorro, a un kilómetro aproximadamente de este lugar.

–¿Y con qué vehículo caminamos por esa carretera? –preguntamos a quien nos informaba.

–Tome un auto en la piquera y le cobrará cinco centavos.

Junto a los contenes que bordean la iglesia de Cotorro hay estacionados unos cuantos automóviles de alquiler. Sus viajes por lo general son a Santa María y regreso, ya que la continua circulación de ómnibus por la Central, les arranca cualquier posibilidad en el transporte de viajeros. Pues bien, el primero de ellos nos ha conducido junto al lugar donde vive Chacha, continuando viaje. Estamos ahora al lado del cementerio, que es de ambos pueblos. Caminamos por un costado, por una carreterita mitad piedra y mitad tierra y según se avanza notamos el ascenso. Cien metros más allá, la vivienda de Chacha, en derredor cubierta de maizales y palmas: un bello paisaje campero. Nuestros ojos van a observar y luego hablaremos con la iluminada. La casa es de madera con techo de zinc, fabricada a forma de chalet, cubierta en su mayor parte por copiosa enredadera.  Hacia el naciente la protege un jardín   de flores y bejuqueras. Al frente, donde finaliza la carreterita que nos llevó, están estacionados unos automóviles y al otro costado también van llegando y saliendo los vehículos.

Entramos en el portal. En sendos sillones hay acomodados algunos hombres y mujeres de mediana edad, vestidos pulcra y espléndidamente. En derredor de las barandas, a trechos, están situados unos bancos de madera.  En la sala, amueblada con cierto lujo, también hay mujeres que esperan. Nosotros ansiamos ver a Chacha, pero, ¿quién espera, cuando termina ella de evacuar sus consultas? Nos arrestamos a interrumpir la labor de la médium, informándola de nuestros deseos en su consultorio.

—Con mucho gusto —nos dice—. Vengan conmigo.

Atravesamos la sala y llegamos a otro aposento, donde nos acomodamos. Chacha es una señora de piel cobriza, tiene sesenta años, es de mediana estatura y se cubre ahora con un sencillo vestido color blanco.

—Señora, deseamos conocer los pormenores más esenciales de su trabajo, ya que su nombre rueda con insistencia por todas partes.

Ella ha asentido delatando satisfacción. Su palabra es reposada y humilde.

—Les diré. Mi trabajo esta autorizado por la ley. Ninguna autoridad ha pretendido obstruccionarme puesto que no hago mal a nadie y se ha demostrado mi eficiencia.

—Bueno, señora , ¿y qué días son los que uted consulta, a qué hora y cuánto cobra?

—Consulto nada más que los martes, jueves y sábados. A diez personas solamente, ya que me hallo escasa de salud y esto requiere un gran esfuerzo. Mis consultas son por la mañana y no cobro nada por ellas…

—Cómo, nada,   señora!

—No señores, “solo lo hago por servir a la humanidad”.

Nos extrañamos de que, cómo no siendo día de consultas, habían tantas personas esperando, pero Chacha nos dice que esas son personas en su mayoría que no pueden venir los días señalados; hay otros que vienen en son de visita para testimoniarle su agradecimiento con un presente.

—Aquí ha venido gente hasta de Oriente, señores…

—No lo dudamos, señora, pero, díganos una cosa, ¿qué guía recibió usted para emprender su trabajo, qué demostración en fin le reveló el poder que usted tenía y debía ejercer?

—Esto no viene de ahora. Ya hace veinticinco años que una “indicación del Ser Superior” me manifestó el privilegio. Yo no sé explicarla; fue una especie de revelación muy rara que me demostró la mediunnidad . Después “la práctica en estos asuntos han ido mejorando mis indicaciones “. Aquí vivo hace tan solo tres años, en compañía de mi esposo y una sobrina que viene por temporadas.

Chacha consulta sin artificios. Sentada frente al creyente, reconcentra su imaginación unos minutos y luego, “sin quedarse dormida”, va hablando con naturalidad, “según las indicaciones del Ser Superior”. Ella nos invita para que la visitemos nuevamente en uno de sus días de descanso. Antes de retirarnos, la instamos para que posara ante la cámara. Y con asomo de sonrisa, que revelaba su agradecimiento y más una pena, nos dice:

—Yo no deseo retratarme. Nunca lo he hecho. Además, esto acumularía el enorme trabajo que tengo.

Fue imposible que Chacha accediera. Estrechamos su diestra corrugada y nos despedimos. Sin embargo, deseando rendir un reportaje completo, entrevistamos a un señor que, por gracia del azar, fue consultante de la médium.

—Para mí es más o menos como todas. Pero yo no creo que en sus manos esté la salvación de cualquier conflicto económico. Ahora bien, que adivina, eso “póngale el cuño”.

Eso pensamos nosotros también, o sea lo primero que nos manifiesta este señor. Y nos retiramos de la alegre y fresca residencia de la iluminada, entre el asombro de los visitantes que se preparaban para exponer sus cuitas o continuar o no las indicaciones de Chacha.

***

*Mantenemos el título original aunque haya sido publicado con la errata Cacha, en vez de Chacha

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Un comentario

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