Compra de divisas: ¿pasos hacia el equilibrio?

De punta a punta conmueve al país el incendio en la zona industrial de Matanzas. No se habla de otra cosa en esquinas, colas, paradas y centros de trabajo. Heroicidad y tragedia, llamas voraces, trombas de humo… Bajo tales circunstancias, el inicio de la compra de divisas por el Estado quedó como aletargado.

Sin embargo, el anuncio de esa medida no tomó por sorpresa a los cubanos. El primer secretario del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, lo había dicho en mayo, al clausurar la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular. A finales de julio, el vice primer ministro y titular del Ministerio de Economía y Planificación (MEP), Alejandro Gil Fernández, lo reiteró ante los legisladores cubanos como parte de un amplio paquete de medidas para salir de la recesión y encauzar la recuperación económica desde cimientos más sólidos.

Dentro del diseño de la implementación de la Tarea Ordenamiento (TO), uno de sus eslabones principales era la eliminación de la dualidad monetaria (CUC-CUP) y cambiaria: 1×24 para la población y 1×1 para las empresas estatales. Quedó entonces establecida una tasa fija de cambio de un dólar por 24 CUP y sería retirado gradualmente de circulación el CUC, sin respaldo en divisas desde años atrás.

Las situaciones extremas de la economía nacional asociadas a la falta de liquidez en “moneda dura”, provocada fundamentalmente por el recrudecido bloqueo durante la administración Trump, la crisis global derivada de la pandemia y el exiguo rendimiento del sistema productivo interno, además de los efectos inflacionarios por la devaluación de la moneda nacional, condujeron a la dolarización “parcial” de la economía.

Ante la falta de liquidez para garantizar el reaprovisionamiento de la red del mercado minorista, las tiendas en divisas ofertarían productos de alta gama y a partir de los ingresos se garantizaría su sostenibilidad. Una parte de ese dinero serviría para comprar productos de línea económica para las ventas en CUP a la población.

Fue entonces suspendido el gravamen del 10 por ciento a cada dólar que circulaba en el país. También se permitieron las ventas de insumos en moneda libremente convertible (MLC) a los productores campesinos, mediante la modalidad de ventas en consignación. Igual, descentralizaron el acceso a las divisas para el sector empresarial, se les permitió las ventas online a las cadenas de tiendas en dólares y a la Zona Especial de Desarrollo Mariel.

Mientras el país trataba de tomar cierto respiro, los giros de rosca de la administración norteamericana avivaron la persecución financiera a las transacciones bancarias de Cuba en el exterior. Los costos para situar el dinero recaudado en cuentas bancarias internacionales eran muy altos.

En ese escenario, el Banco Central de Cuba (BCC) emitió la Resolución 176, que suspendió temporalmente el uso del efectivo en dólares estadounidenses, a las personas naturales y jurídicas, para depósitos en cuentas bancarias y la compraventa de monedas. Las ventas a la población en las tiendas que ofertaban en divisas comenzaron a realizarse por transferencias bancarias en MLC.

Luego de la implantación de la TO, y las complejidades de la economía insular, lejos de eliminar la dualidad monetaria, el dólar empezó a “multiplicarse” –sentado en su trono–, de una manera o de otra, ante la ausencia de un mercado oficial de divisas. Tal vacío dio luz verde al canje de monedas en el mercado informal y drenó combustible a las llamas de la inflación.

Las propuestas desde la academia no se hicieron esperar. En el país era necesario implementar con urgencia el mercado cambiario, con una tasa flexible que permitiera captar esas divisas. Las polémicas reverdecieron. Hubo dudas, criterios divergentes, preocupaciones de todo tipo. Pero la realidad se impuso: el mercado cambiario era una pieza imprescindible para el sano desempeño de la economía.

En tal sentido, comenzaron a darse los primeros pasos con la implementación del esquema secundario de asignación de divisas, puesto en práctica desde finales de mayo. El mismo busca un intermedio entre el tipo de cambio oficial de 1×24 y el regente en el mercado informal, donde el dólar es cotizado por encima de los 100 pesos. Dicho esquema se aplica de manera selectiva para financiar actores económicos estatales y no estatales, vinculados a la producción de alimentos y actividades manufactureras.

El carácter excluyente con respecto al resto de los actores que no reciben esos beneficios y la ausencia de fuentes propias –se financia desde los ingresos corrientes del presupuesto– son algunas de sus debilidades.

Una estocada al trasiego ilícito, y a favor del mercado cambiario, parece ser el inicio de las compras de divisas a la población. Con un tipo de cambio cercano a los precios de cotización en el mercado informal, de manera tal que se estimule la venta al Estado. En tiempo récord fueron aprobados el Decreto Ley 63 “Sobre actualización de tasas de cambio” y las resoluciones 126 y 127, del BCC.

Las tres normas se firmaron el 3 de agosto de 2022 y publicadas en la Gaceta Oficial No. 46, edición Extraordinaria, en igual fecha, con la peculiaridad de entrar en vigor al día siguiente. Al entramado legal no le quedó otra alternativa: reaccionar con la mayor prontitud. Ya se había cedido mucho terreno y el tiempo en el mercado es oro.

La Resolución 127 (R-127), firmada por la ministra presidenta del BCC, Marta Sabina Wilson González, estipula la necesidad de establecer la compra venta de monedas extranjeras en el país, incluyendo los dólares estadounidenses, a los efectos de la implementación del mercado cambiario, como parte de las medidas aprobadas para incrementar los ingresos en moneda extranjera.

Sin embargo, parece contradictorio mantener la prohibición a utilizar los dólares estadounidenses en efectivo para depositar en cuentas bancarias en MLC. Según el titular del MEP, porque “eso daría en automático una capacidad de compra y nosotros en estos momentos no tenemos la capacidad de convertir esos dólares en dinero utilizable”.

Si como afirmó la ministra presidenta del BCC, “tenemos las mismas condiciones del bloqueo y las dificultades para operar con la moneda estadounidense y exportar dólares al exterior para hacer nuestras operaciones de comercio exterior”: ¿Por qué en el caso de las ventas al Estado sí existe la capacidad de convertir esos dólares estadounidenses en dinero utilizable?

Según las máximas autoridades del MEP y el BCC, el valor de las divisas en los canales subterráneos –donde hasta el 4 de agosto del presente año ocurría el trasiego de las monedas –, “no es el tipo de cambio de equilibrio de la economía”. Pero, a ciencia cierta, nadie se ha aventurado a decir cuál sería.

La tasa establecida para la compra de divisas es de 120 pesos, ello implica una devaluación de la moneda nacional mucho mayor que la fijada en el país desde los inicios del ordenamiento monetario y cambiario. Aunque aseguran que eso no traerá impactos inflacionarios, resulta imposible evitarlos. Habrá más dinero en circulación que ofertas de productos y servicios. Si bien han sido adoptadas múltiples medidas para el sistema productivo estatal, sigue sin “estremecerse”, como públicamente han reconocido las máximas autoridades del MEP y del BCC.

 El economista británico Michel Robert, seguidor de la visión marxista de la sociedad, cuando hace la crítica a la teoría monetaria moderna, en boga dentro del sistema capitalista, recordaba: “el dinero solo tiene valor porque hay un valor en la producción que lo respalda”.

Más recientemente, en su trabajo sobre los desmesurados incrementos de precios internacionales sostenía: “La inflación actual no es producto de una demanda excesiva (keynesianismo) o de inyecciones monetarias excesivas (monetaristas). Es el resultado de un shock de ofertas’: escasez de producción y ruptura de la cadena de suministros, inducida por la pandemia de covid-19 y luego por el conflicto entre Rusia y Ucrania”.

A ese escenario inflacionario se le suma en Cuba el efecto de las 243 medidas adoptadas por la administración de Donald Trump, incólumes por el actual inquilino de la Casa Blanca.

Aunque nuestro modelo de desarrollo es socialista e inclusivo, diferente al de los países capitalistas, no puede estar de espaldas a realidades objetivas. La compra de divisas dista de un verdadero mercado cambiario en el cual deben concurrir ambas acciones: venta y compra. Sin la segunda, la primera queda tambaleante, inconclusa.

La propia ministra presidenta del BCC sostuvo: “en un momento determinado tenemos que implementar la venta, porque entonces no sería mercado”. En términos económicos pareciera un contrasentido implementar entonces un mercado que no funcione como tal.

Por otra parte, en la R-127 del BCC es apreciable cierto sesgo excluyente, en tanto solo podrán realizar las ventas las personas naturales, las cooperativas no agropecuarias; las micro, medianas y pequeñas empresas (Mipymes) privadas, y cualquier otro sujeto que se autorice. ¿Cuáles serían? Es una incógnita. Quedan fuera las cooperativas agropecuarias, las Mipymes estatales, el sistema empresarial estatal, por solo citar algunos ejemplos.

En buena lid, los pasos hacia el equilibrio económico siguen chocando con la falta de soberanía financiera. Como ratificó la ministra presidenta del BCC: “entendemos la necesidad que hubo de implementar un comercio en otra moneda diferente del peso, pero tenemos que ir corrigiendo eso, porque ha traído distorsiones a la economía”.

El objetivo principal del Banco Central es defender la moneda nacional y lograr que las transacciones sean en pesos cubanos. Solo entonces podrá definirse con certeza la tasa de equilibrio de la economía cubana.

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