El fruto sano de la Madre Tierra
Foto. / agriculturers.com
El fruto sano de la Madre Tierra
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El fruto sano de la Madre Tierra

Del 14 al 19 de noviembre se realizó en Güira de Melena, Artemisa, el VIII Encuentro Internacional de Agroecología, Soberanía Alimentaria, Educación Nutricional y Cooperativismo.


De mi abuelo, apasionado por las leyendas de los pueblos originarios, escuché por primera vez hablar con devoción de la Pachamama, diosa adorada por los habitantes de los Andes. Pacha: universo, mundo, tiempo, lugar. Mama: matrona protectora de los cerros y de los hombres. Madre tierra, en esencia, como literalmente le traduce la voz quechua para el lenguaje común.

La retratan antropomorfa, india de baja estatura, con trenzas que cuelgan a ambos lados de su rostro y que reposan sobre un poncho de colores. Cuenta la leyenda que vive en los cerros, alistando conjuros para madurar los frutos y multiplicar el ganado. Quizás por ello aún en muchos pueblos nativos de América Latina se le rinde culto y agradecimiento por las cosechas y el buen tiempo, por los animales y la abundancia del suelo; también por eso se le recuerda siempre que se habla de producción agrícola, recursos naturales, alimentación, cultivos o medioambiente.

Hoy, su magia parece debilitarse en un contexto marcado por grandes crisis económicas, sanitarias y ambientales que golpean con fuerza a las mayorías. No le han de faltar las súplicas para eliminar la creciente escasez de recursos, la desigualdad, la contaminación, el hambre en muchas partes del mundo. Para garantizar el alimento del futuro, además de fe, se necesita la acción concreta del hombre.

Consciente de ello, muchos desarrollan hoy una práctica que busca transitar hacia la agricultura sostenible, soberana y resiliente, y extraer del suelo sus mejores frutos.

Agroecología para el futuro

El movimiento agroecológico crece como antídoto a la crisis económica internacional, la incidencia del mercado y las limitaciones financieras que asfixian a países como Cuba. En este último, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) lo promueve y desarrolla desde hace 25 años a partir de la metodología de Campesino a Campesino.

La mayor de las Antillas es referente mundial en esta práctica que tiene como precedente décadas de trabajo e investigación en el desarrollo de bioproductos para la nutrición de las plantas y el control de plagas en los cultivos agrícolas, así como abonos orgánicos, biofertilizantes, bioestimulantes, entomopatógenos y entomófagos.

El uso de estos en la agricultura contribuye a la obtención de alimentos sanos y de calidad, a disminuir la contaminación ambiental, proteger los recursos naturales y reducir los riesgos para la salud por la manipulación y exposición a productos químicos peligrosos.

Para mostrar los avances en este sentido e intercambiar experiencias de otros países, cada dos años se realiza en el Centro Integral de la ANAP Niceto Pérez García, el Congreso Internacional de Agroecología, Soberanía Alimentaria, Educación Nutricional y Cooperativismo.

Luego de una pausa impuesta por la covid-19, el evento que organiza la ANAP, el movimiento internacional Vía Campesina y otras asociaciones agrupadas en la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (Cloc) regresó en su octava edición del 14 al 19 de noviembre.

A la cita asistieron más de 100 delegados cubanos y de unos 16 países, entre ellos México, Bolivia, Guatemala, India, Canadá y Estados Unidos. Fue una oportunidad para intercambiar criterios sobre las prácticas agroecológicas y las alternativas para lograr una agricultura sostenible que asegure la soberanía alimentaria.

Los participantes tuvieron la oportunidad de visitar durante tres días 54 fincas en 41 cooperativas de las provincias de Artemisa, La Habana y Mayabeque, además de compartir con familias campesinas, cooperativistas y promotores de la agroecología sobre el desarrollo de esta en nuestros campos.

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El intercalamiento de cultivos y el uso de compost y humus de lombriz son algunos de los métodos agroecológicos implementados en las fincas.

En cada una de esas etapas estuvo presente BOHEMIA. El intercambio con unos de los fundadores del Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino (MACC) en Cuba nos permitió ir a los inicios de esta revolución agroecológica, a la cual se han sumado ya más de 100 000 familias rurales.

Primeras semillas de un movimiento exitoso

Leonardo Chirino González recuerda aquellos días de noviembre del año 1997, cuando iniciaba en Villa Clara un proyecto de cooperación para promover la agricultura ecológica empleando la metodología de Campesino a Campesino. La experiencia se extendió luego a Cienfuegos y Sancti Spíritus, y en febrero de 2001 la ANAP decidió extenderla a todo el país.

“Como indica su nombre, la fortaleza de esta práctica es que los campesinos se transmiten sus experiencias, conocimientos y métodos de unos a otros. El propósito es elevar las condiciones de la finca y la producción de alimentos saludable para las familias”, comenta.

“Lo que iniciamos casi como un juego, para ver si daba resultado, se ha convertido en un gran compromiso para Cuba y un pilar en el logro de la soberanía alimentaria a la que aspiramos”, agrega Chirino.

Según cuenta el profesor, natural de Artemisa, la agroecología hace a la producción de alimentos más sostenible desde todos los puntos de vista. 

“El tiempo ha demostrado que las fincas de campesinos insertados en este movimiento son más resilientes al cambio climático. Para una Cuba impactada por el bloqueo estadounidense, la agroecología es una fortaleza, pues brinda la oportunidad de producir alimentos sin depender en gran medida de recursos externos, utilizando abonos naturales y controlando las enfermedades y plagas con productos biológicos”, resalta.

Asegura además que las fincas agroecológicas no comparten el monocultivo, por lo tanto, al ser diversificadas desde el punto de vista económico, siempre generan ingreso.

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Los participantes en el congreso visitaron fincas agroecológicas de Artemisa, La Habana y Mayabeque.

Otro factor que ha propiciado el desarrollo de este movimiento es la alianza con universidades, centros de investigación e instituciones científicas como la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales o el propio Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas.

El movimiento agroecológico cubano avanza pese a las dificultades y limitaciones. Los retos son muchos. En opinión de Chirino aún es necesario generalizar las buenas experiencias, avanzar en la política para la agroecología y la agricultura sostenible presentada en marzo de este año a la máxima dirección del país, que incluye una estimulación en precio a los productos agroecológicos.

Intercambios en la finca

Cuba cuenta con 1 573 fincas avaladas como agroecológicas. Lo asegura Armando Hernández Romero, funcionario nacional de la ANAP que atiende la Ciencia, la Técnica y la Agroecología.

Hernández Romero apunta que para el cierre de 2022 seaspira a llegar a las 3 000 fincas de este tipo en todo el territorio nacional. Hasta algunas de las ubicadas en el municipio artemiseño de Bauta llegaron los delegados del VIII Encuentro Internacional.

En La Finquita, un pequeño terreno del productor Julio Ducasse Contrera, prospera la siembra de frutales, hortalizas, plantas medicinales y ornamentales. Yuca, boniato, mamey, limón, acelga, tomate, lechuga, rábano, ajo porro, cúrcuma, jengibre, mandarina, plátano, entre otros alimentos, brotan de la tierra que trabaja Ducasse con sus propias manos desde hace 30 años.

“En esto de la agroecología estoy iniciando ahora pero cumplo con muchos principios y técnicas del movimiento como el intercalamiento de cultivos (tomate, frutabomba, calabacín y melón), el compost o la lombricultura. La agroecología me ha enseñado a buscar otros medios para echar pa’lante cuando faltan los recursos”, confiesa.

Julio Ducasse es un remolino, habla tanto como trabaja, pero le inquietan las entrevistas. Aun así, mientras prepara el orificio donde los nuevos visitantes siembran una nueva mata de limón criollo, me cuenta con pasión de La Finquita que antes fue basurero y que hoy asegura la alimentación de su familia; aunque también acopia para cooperativas, escuelas y casas de niños sin amparo familiar.

“Durante cinco años la finca se mantuvo con la categoría de excelencia. Por un tiempo me enfoqué en las plantas ornamentales hasta que pasé a la cooperativa Antonio Maceo y diversifiqué los cultivos. Hoy tengo hortalizas, frutales (unas 40 matas de mango) y casi 30 canteros”, detalla.

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Julio Ducasse, productor de La Finquita, una de las 472 fincas agroecológicas con que cuenta la provincia de Artemisa.

Habla también de proyectos futuros, como la habilitación de estanques para la cría de clarias, camarones y carpas chinas en pequeña cantidad. Aspira a seguir trabajando hasta que la salud le acompañe y a que su hijo continúe en este camino de la agricultura sostenible.

El pasto de La Belencita

La Belencita es otra de las siete fincas agroecológicas existentes en el municipio de Bauta. Se trata de un proyecto familiar que lidera el productor Eduardo Pérez Vega, quien es además uno de los 249 promotores de agroecología que residen en ese territorio.

Aunque es esencialmente de producción ganadera, los árboles frutales de la finca constituyen otras de sus riquezas. Plátano, canistel, mamey de Santo Domingo, níspero, caimito, zapote… son algunas de las frutas que crecen en el terreno donde conviven además siembras de café, caña y otras plantas proteicas. También cuenta con estanques para la cría de peces como la tilapia roja.

“Una de las prácticas agroecológicas que implementamos es el intercalamiento del café y del plátano; este último sirve tanto para consumo familiar como de forraje para el ganado. Aprovechamos el arropamiento del suelo para conservar sus nutrientes y propiedades”, comenta Eduardo.

Por su parte, Antonio Cordero Torres, también promotor agroecológico artemiseño, destaca que una de las distinciones de La Belencita es precisamente la adecuada conservación del suelo, la atención cultural a los cultivos y la racionalización del recurso agua.

“Es muy importante que la finca agroecológica se convierta en un agroecosistema; si no son integrales y funcionales no sirve de nada”, subraya. Tanto Antonio como Eduardo coinciden en que la agroecología no es otra cosa que la continuidad de las mejores tradiciones campesinas, concatenadas con el elemento planta, suelo y medioambiente, y donde intervienen la ciencia y la técnica.

“Si no hacemos agroecología no estaríamos preparados para hacer frente al cambio climático”, dicen con la certeza de que los daños del reciente paso del ciclón Ian, aún latentes en la finca, hubiesen sido mayores de no ser por las prácticas agroecológicas que implementan.

Ah, y en La Belencita, como dejó escrito Eduardo a la entrada de su pedazo de “edén”, las vacas, además de dar leche, “dan gas, abono y felicidad”.

Producir desde otras latitudes

La valía de un evento de carácter nacional o internacional reside en que, como pasa con la literatura, puedes viajar en un mismo espacio hasta otras realidades.

Un productor santiaguero de apellido francés deviene mi compañero de recorrido por las fincas artemiseñas. Me explica que la oriental provincia cuenta ya con más de 100 fincas agroecológicas y que muchas otras están a la espera de la evaluación para ser declaradas como tal. Leonel Savigne Rodríguez -de quien luego supe que es el coordinador del MACC en Santiago de Cuba- reconoce que el trabajo en el campo por allá se torna complejo, sobre todo por las características del terreno.

“Al estar en áreas montañosas la mayoría de los cultivos se hacen en pendientes, lo que implica estar expuestos constantemente al corrimiento de los cultivos con la lluvia; aun así, hemos creado barreras y alternativas para sobrellevarlo”, refiere.

Resalta además que la técnica no siempre les acompaña y que la disponibilidad del agua no es suficiente, “pero hay voluntad de seguir porque sabemos que la agroecología podría ser la solución a varios de nuestros problemas”, apunta.

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Más de 150 delegados de unos 16 países asistieron al VIII Encuentro Internacional de Agroecología.

Desde Sancti Spíritus, Marta María Machín Verde, Arelys Cadalzo Acosta y Pablo Smith llegan por primera vez al evento para compartir sus experiencias en el proyecto de desarrollo local Apocoop. “Llevamos cinco años trabajando con niñas y niños en esta iniciativa donde tratamos de desarrollar un pensamiento agroecológico en los más pequeños a través de la comunicación”, dicen.

Por su parte, Gudelia Acevedo Caro y Wilson Pagán Belez, matrimonio puertorriqueño, se enamoraron del concepto de agroecología luego de su visita a Cuba en el año 2011. Investigaron en el tema y se implicaron tanto en él que lograron instaurar la primera escuela pública especializada en agroecología en Puerto Rico y el Caribe.

El centro, llamado Laura Mercado, se volvió un referente nacional para inculcar en niños y jóvenes una cultura de siembra ecológica carente en el país, pero en los últimos tres años más de 400 escuelas se han cerrado en Puerto Rico y la Laura Mercado fue una de ellas.

“Es muy importante saber que en Puerto Rico no se reconoce la agroecología ni a los pequeños agricultores, solo a las grandes fincas de monocultivos, que en su gran mayoría no son puertorriqueñas, sino de dueños americanos o iraníes”, apuntan.

“Estamos solos, por lo que el esfuerzo es doble, pero estamos contentos de lo que hemos logrado. Hoy practicamos la agroecología en nuestra finca que antes era un monte de bejuco y ahora luce unos cinco acres de verde precioso. Desde allí aprovechamos para educar a los agricultores que nos ayudan, acostumbrados a utilizar agroquímicos para todo”.

Margarita Fernández, directora del Instituto Caribeño de Agroecología en Estados Unidos, llega una vez más a Cuba para participar en este Encuentro Internacional del que además es coordinadora.

Procede de un país donde el sistema agroindustrial es el dominante. “Cada vez hay menos campesinos en la zona rural, la edad promedio es muy alta y no hay una cultura de cooperativismo ni una red o capital social que pueda nutrir un movimiento como el cubano de campesino a campesino –reconoce–. No obstante, hay un movimiento de jóvenes que quiere cambiar esa relación con la tierra y la naturaleza, ejemplo de ellos son los casi 90 agricultores y agricultoras menores de 35 años que participan en el evento”.

Margarita reconoce entre las fortalezas del movimiento agroecológico cubano la aprobación del plan de soberanía alimentaria y educación nutricional, el programa de agricultura urbana, suburbana y familiar, y el desarrollo de la metodología de Campesino a Campesino.

“No es igual en todas las provincias. Hay unas que tienen más recursos para hacerlo y otras que quizás no, pero la metodología está ahí y siento que hay una estructura en cuanto a prácticas, la vinculación con la academia y políticas del Gobierno que apoyan el proceso”, sostiene.

Asimismo, resalta los logros en el sistema educativo a nivel nacional, con más enfoque en los biofertilizantes y la apuesta por los centros de reproducción de entomófagos y entomopatógenos para la salud de las plantas.

Paso a paso Cuba ha logrado convertirse en un referente de agroecología para el mundo. Es, sobre todo, un ejemplo de cuánto se puede lograr con tan poco. Si el gobierno estadounidense no limitara su desarrollo con el férreo bloqueo comercial, económico y financiero impuesto desde hace más de 60 años, ¿hasta dónde más podríamos llegar?

“Cualquier sistema agroalimentario, ya sea agroecológico o industrial necesita recursos, desde cosas muy sencillas como guantes o botas, hasta otras más complicadas como tractores o sistemas de riego. Reconocemos que el bloqueo es una gran limitante y transmitimos nuestra total solidaridad con Cuba”, reafirmó Fernández.

Como ella fueron varios los delegados que durante la clausura del encuentro en el Palacio de Convenciones de La Habana condenaron la política hostil de Washington, expresaron su apoyo a nuestro país y transmitieron sus deseos de regresar a este pedazo de tierra de gente hospitalaria.

Cosechar solidaridad

El VIII Encuentro Internacional de Agroecología, Soberanía Alimentaria, Educación Nutricional y Cooperativismo concluyó con la certeza de que la solidaridad no se puede bloquear y que solo del esfuerzo mutuo depende tener garantizado el alimento del futuro.

“Reafirmamos que debemos luchar por la Agroecología, conscientes de su utilidad para las actuales y futuras generaciones, a la vez que la identificamos como una necesidad para resistir y vencer en la lucha contra la crisis y la ofensiva del gran capital. Sin olvidar jamás el principio de la unidad de nuestros pueblos, nuestras organizaciones y movimientos colectivos”, aseguró la joven mexicana Mónica Castillo Romero, en la declaración final del evento.

El presidente de la ANAP Rafael Santiesteban Pozo, presente en el acto de clausura, expuso cómo el campesinado cubano es capaz de aprovechar los recursos locales con conocimiento, creatividad, ciencia e innovación para obtener alimentos de calidad, teniendo en cuenta la protección de los recursos naturales y el medioambiente.

Las jornadas compartidas fueron un espacio de saberes, reflexión y colaboración, de concertación recíproca de posiciones y acciones sobre la agricultura familiar, campesina e indígena, sobre agroecología, soberanía alimentaria y educación nutricional, así como producción y conservación de semillas. Fue, en suma, una oportunidad para recordar la eficacia de la agroecología, su impacto en la sociedad y el planeta, y su compromiso con el bienestar de nuestra Pachamama, la Madre Tierra.


CRÉDITO

Fotos: Nailey Vecino

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2 comentarios

  1. El sector agropecuario en Cuba debe estar libre de impuestos y aranceles. El gobierno de Cuba debe subsidiar las materias primas, los insumos, la maquinaria agricola, la energía eléctrica para producir más alimentos. Utilizar la inversión extranjera en la agricultura de Cuba.

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