Hacía tiempo que –ya fuese por las ascendentes limitaciones materiales, por el azote pandémico o por ese tiempo que, aun siendo el mismo, parece cada vez más apretado e insuficiente- al menos yo no veía a un colectivo laboral confraternizar tan relajadamente y, sobre todo, en familia.
Lo viví hace poco, en ese muy humilde poblado de Bolivia, cabecera del municipio homónimo, donde radica una Unidad Empresarial de Base (UEB) perteneciente a la Empresa Pesquera Industrial de Ciego de Ávila.
Si bien el merecido motivo fue la coincidencia con el día dedicado a los trabajadores de ese sector, la realidad es que “la tropa de Dago” se ciñe cada vez más como eso que él siempre ha llamado a ser: una familia.
¿Dago? Sí, Dago; Dagoberto Feris Franco, un muchachón robusto, inquieto, de esos que no puede estar sin hacer algo (y además bien); un joven que hasta ayer arrastraba hasta a los ancianos en medio del alegre ajetreo de la Unión de Jóvenes Comunistas, pero sobre todo alguien con la respetuosa virtud de llamar las cosas por su nombre o como suele decir el guajiro: al pan, pan y al vino, vino.
Al frente de la mencionada UEB, contra el verdadero viento y la marea de estos tiempos difíciles, Dago ha mantenido indicadores muy positivos en el quehacer de su Unidad y es cada día más admirado, querido y respetado por una población que “donde pone el ojo pone criterio y sentimiento”.
No por casualidad Hanoi Sánchez Medina, secretario del Partido en el municipio, afirma que el grueso del plato fuerte que consumen los habitantes de ese norteño territorio está precisamente en los hombros y en el sudor de quienes se hacen a la mar y nunca regresan con las manos vacías.
Alexis Benavent Martínez, director de la Empresa, va incluso un poco más allá en sus meditaciones al explicar que los trabajadores de la pesca en Bolivia no solo garantizan productos frescos o procesados para la localidad, sino también para llegar a asentamientos rurales de allí e, incluso, para tributar al consumo de municipios vecinos como los de Primero de Enero y Morón.
Lo más notorio, sin embargo, lo reiteró el propio directivo en diálogo con BOHEMIA y con el corresponsal de Radio Surco allí: “Es que Bolivia tiene una característica singular: captura, industrializa y comercializa. Pero lo más estimulante de todo es el amor, la humildad y la consagración con que se trabaja a pesar de todos los obstáculos que surgen. Eso no tiene precio en la vida”.
Por ello, después de reconocer a quienes suman 20 o más años entre redes y productos del mar, y a los más destacados en los órdenes individual y colectivo, cada quien eligió su sombrita, se formaron los pequeños grupos, la música dijo “aquí estoy yo”, caderas y piernas no dejaron duda de lo auténticamente criollo en el gusto de los cubanos y hasta la mismísima tarde se quedó boquiabierta, contemplando cómo ni los más hostiles contratiempos pueden hacer palidecer la alegría cuando en un colectivo hay unidad y es encabezado, además, por un timonel como Dago.