Aldabonazo al silencio de la violencia contra la mujer

Aldabonazo al silencio de la violencia contra la mujer.
Yissel Alvarez Dieppa.

“Hablar puede ser la pieza que falta a ese rompecabezas llamado violencia contra la mujer, el cual tratamos intensamente de completar, y luchamos por ello, a sabiendas de que la costumbre es más fuerte que las buenas intenciones. Hay que trabajar mucho sobre un tema que estuvo silenciado o solapado, a conveniencia, por siglos”.

De esta manera reflexiona Annia Rosa García Núñez, técnico medio en Contabilidad y madre de tres hijos. Afirma que “la convivencia en pareja es complicada; cuando los hombres quieren conquistar a una mujer son la maravilla, pero, poco a poco, en muchos casos, afloran conductas que van agriándole el carácter a ellas y logran marcarlas para toda la vida”.

Un criterio certero al respecto resulta complicado, porque, aun cuando atañe a muchos, no deviene asunto de multitudes, sino más bien, algo tan íntimo como quiera la pareja, debido a que los ajenos no saben lo que ocurre dentro, cuando las puertas de cualquier hogar se cierran. Valdría entonces cuestionar quién puede romper el silencio de una mujer abusada, humillada y venida a menos, si se niega a alzar la voz para denunciar al causante de sus dolores mal disimulados. ¿Qué podemos esperar de un niño que crece mirando al padre mancillar el prestigio de su madre, a la vez que, muchas veces es testigo de los adulterios en lo que incurre ese progenitor?

Pudiera haber infinidad de interrogantes, tantas como parejas disfuncionales o matrimonios convencionales existen en el mundo. Pero algo es realmente cierto: todavía son muchas las mujeres que padecen los efectos de la violencia, de tal manera  que los organismos internacionales reportan que una de cada cuatro ha sido violada, al menos, una vez en su vida. En dependencia del país y como hábito, entre una y tres de cada cuatro son maltratadas físicamente en sus hogares.

A la violencia es preciso verla no solo en el hogar, sino también en el centro laboral, cuando ella es subestimada y no ubicada en el puesto para el que está suficientemente preparada; cuando se le niega una responsabilidad debido a que “no ha madurado lo suficiente en su desempeño” –y no es cierto–; o “tiene hijos pequeños que atender”, sin darle la posibilidad de que sea ella quien decida si puede o no; o sencillamente porque al jefe le salió lo que conocemos los cubanos como “la veta machista” y no le ve posibilidades por lado alguno, aunque las tenga.

Cuando me refiero al tema no lo hago solo pensando en las conquistas que, en más de 60 años, han alcanzado las cubanas, sino en lo que aún falta por lograr, porque hay mujeres -hasta las nacidas en décadas más cercanas- que padecen los mismos males que sus madres y abuelas, tal vez por aquel  absurdo que versa “la mujer nació para seguir al marido y a él se debe”. Ahí es cuando vale expresar a viva voz: ¡Vaya la tradición a que la zurzan!

Daños al bienestar, la salud, la vida…

¿Qué se define como violencia contra la mujer? Según la Organización de Naciones Unidas (ONU) es “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.

Prevalecen muchas más formas, pero el organismo internacional pone el énfasis en dos tipos: la violencia de pareja y la violencia sexual. La primera se vincula más con el comportamiento de la pareja o expareja, y se evidencia en el “daño físico, sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las conductas de control”.

La segunda en el acto sexual, la tentativa de consumarlo, o cualquier acción dirigida contra la sexualidad de una persona mediante imposición por otra, independientemente de su relación con la víctima. Incluye la violación.

Ambas formas de maltrato constituyen grave problema de salud pública y violación de los derechos humanos de las mujeres. Datos publicados por la Organización Mundial de la Salud, a mediados de 2021, indican que alrededor de una de cada tres (30 por ciento) de ellas –a nivel mundial- han sufrido violencia física y/o sexual de pareja, o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.

El informe también destaca que el 27 por ciento de las mujeres entre 15 y 49 años han sufrido los efectos de la violencia de parte de sus respectivas parejas, y que ese tipo de agresiones puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.

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Cuenta Annia Rosa que se ha casado tres veces. De su primer matrimonio se separó porque él era tan mujeriego que casi acuesta a otra mujer en su propia cama. “Eso no me afectó: me divorcié y ya. El segundo, por problemas en el trabajo, se tornó adicto al alcohol. Nos separamos sin signos de maltrato; pero el tercero, siempre tuvo mal carácter; diabético desde los 25 años, por momentos resultaba insoportable, pero yo estaba enamorada.

“¿Cuándo comenzaron los problemas? Cuando nació mi niño más pequeño, que era suyo. Empezó a maltratar a mi segundo hijo y no se lo permití. Por esta razón, una noche fue su primera agresión física. ¡Delante de mi padre! De hecho, mi papá tomó la decisión de no volver a esa casa.

“Después de pensarlo mucho, decidí separarme, aunque con el inconveniente de no tener para dónde ir, ¡y con tres hijos! Tuve que seguir durmiendo con él en la misma cama, en el mismo cuarto y a merced de las mismas agresiones, porque empezó la fase de la vigilia y el acoso… Mejor no hablo más, porque las heridas de mi corazón todavía duelen”.

Sobresale también, en estos casos, el factor material y económico; mujeres que soportan el calvario por un techo para los hijos y una ayuda para solventar los gastos del hogar.

La herencia que no queremos, pero está ahí

Los padres que ejercitan este mal, están legando a la humanidad generaciones de abusadores y abusadas, porque en la familia hay conductas que no se heredan, genéticamente hablando, pero se imitan. Aquello que los niños ven en el hogar es lo que aprenden; por tanto, se normaliza.

El entorno también contribuye. Estudios realizados por organismos e instituciones como la OMS, han dejado constancia de ello. Por ejemplo:

“Los hombres que tienen un nivel de instrucción bajo han sido objeto de malos tratos durante la infancia; han estado expuestos a escenas de violencia doméstica contra sus madres y al uso nocivo de alcohol; han vivido en entornos donde se aceptaba la violencia y había normas diferentes para cada sexo, y que creen que tienen derechos sobre  las mujeres, son más proclives a cometer actos violentos”.

Y el otro: “Las mujeres que tienen un nivel de instrucción bajo, han estado expuestas a actos de violencia de pareja contra sus madres, han sido objeto de malos tratos durante la infancia, han vivido en entornos en los que se aceptaba la violencia, los privilegios masculinos y la condición de subordinación de la mujer corren un mayor riesgo de ser víctimas de la violencia de pareja”

No se debe presuponer que personas de elevada preparación estén exentas de ejercer o ser víctimas de violencia. Sucede, y con mayor frecuencia de la que suponemos.

Un  estudio publicado en la Revista Cubana de Medicina General Integral del primer trimestre de 2021, a partir de una investigación realizada en uno de los consultorios del policlínico Ramón López Peña, en la provincia de Santiago de Cuba, tuvo entre los resultados el siguiente: “Fue frecuente la presencia de violencia contra las mujeres, acto que involucraba al resto de la familia. Las féminas no tenían percepción de que eran maltratadas, y eran en su mayoría amas de casa sometidas a la voluntad de su pareja”.

El ghanés Kofi Annan (1938-2018), séptimo secretario general de las Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz en 2001, dijo respecto a este asunto: «La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riquezas. Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.»

Como todas las épocas de crisis –la del SARS-CoV-2 ha sido en extremo notable-, el surgimiento de la pandemia, ha provocado el aumento de la violencia en general, y en particular, la de género. Una declaración emitida por ese organismo internacional en 2020, y reiterada en 2021 por motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, destaca que a la par de los terribles efectos del coronavirus –con sus altos números de contagiados y fallecidos–, otra pandemia está azotando al mundo: la violencia contra la mujer y las elevadas cifras de feminicidios que trae aparejados.

Pienso que no solo el 25 de noviembre y la jornada que en torno a la fecha se promueve, sea la ocasión para seguir luchando contra un mal causante de daños que van más allá de la muerte física. Ha de ser una lucha cotidiana que comience en el hogar. Y en caso de ocurrir situaciones tóxicas reiteradas, urge encontrar soluciones adecuadas. No es fácil, pero por el futuro de la familia, hay que ir por la ayuda necesaria. Hay muchas maneras

Por ejemplo, la Federación de Mujeres Cubanas, a través del servicio de atención a la violencia de género y la línea telefónica 103, ha creado las condiciones para que las personas en esta situación puedan llamar cualquier día de la semana, y durante las 24 horas. Por esta vía son escuchadas, se les aclaran las dudas y se les ofrece la orientación necesaria para superar la situación. Es este un “mecanismo de contención hasta derivar los casos hacia las estructuras correspondientes del Sistema de Atención Primario de Salud o hacia las autoridades policiales y judiciales”.

De este modo, si es necesario, tramitan la ayuda legal, a partir de la correspondiente denuncia y de las investigaciones requeridas, en particular, si ha habido agresión física en presencia de niños, lo cual agrava la situación.

Cuando no existen posibilidades de solucionar el problema, es un imperativo romper el vínculo de pareja. En ocasiones, la separación deviene también forma de denuncia.

Tales decisiones y hablar del problema como lo que es: un mal apremiado de tratamiento, nos llevan a reiterar que urge pulsar el aldabonazo que propine el golpe definitivo al silencio.

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7 comentarios

  1. En esta crucial batalla por el respeto a la dignidad humana, el silencio solo abona la impunidad y que el crimen sea mayor, por eso hay que golpear fuerte con la denuncia, hay que GRITARLO, como lo hace Irene con su aldabonazo

    1. Gracias Vitico! Sofi es un ejemplo de cómo tú piensas respecto a un asunto que no es patrimonio de peronas mayores, sino también de jóvenes que han crecido en medio del ambiente nocivo que el maltrato genera, sobre todo en el seno familiar.

    1. Así es, Oscar. Muchas veces no se denuncia porque se trata del padre de los hijos. ¿Cómo cuidar a quien no cuida a la madre de sus hijos? Además, sucede que son los niños los más perjudicados cuando se producen actos de violencia o maltrato, que tienen las más diversas manifestaciones, a partir del momento en que el abusador, como se dice popularmente, le coge la baja a la (o las) víctima.

  2. DESDE QUE HISTORIA ES HISTORIA SIEMPRE HUBO ABUSO CONTRA EL SEXO FEMENINO , ES CUESTION DE EDUCACION EDUCAR POR IGUAL A LAS MUJERES QUE SE DEBEN PROTEGER CONTRA LOS ABUSOS Y EDUCAR A SUS CONYUGOS QUE SON IGUALES , VUELVO TODO ES EDUCACION GRACIAS

    1. Así es Víctor; pero cuando las costumbres o hábitos se tornan nocivos es menester cambiarlos, y el arma -como bien dice usted- es la educación desde la cuna, con una crianza en armonía, lo cual no significa que no haya discrepancias a lo largo de la vida en el seno familiar: somos humanos.
      Pero algo sí queda claro, al maltrato hay que combatirlo de todas las maneras posibles.
      Muchas gracias a usted

  3. Cada vez la mujer tiene más presencia en todas las actividades. Hoy los medios de la televisión publican
    más a la mujer haciendo deporte, ligas femeninas, fútbol, ciclismo etc., prácticamente el cincuenta por ciento. Programadoras de la tele, Analistas y en cualquier otra actividad está la mujer presente. Y ello me hace pensar en un libro que todavía no he leído por falta de tiempo: “The end of man” en castellano “El fin del hombre”.
    A la mujer se la ha mantenido siempre sumisa, especialmente por la creencias religiosas. Es hora de cambiar y ello corresponde, principalmente a la mujer, a la cual ayuda el hombre progresista.
    La relaciones mujer hombre van a cambiar mucho, y van a ser más sinceras y civilizadas. De las personas que guardo mejores recuerdos es de mi abuela, madre, hermanas; y mi mujer e hija y nietas es lo que más quiero, y que no me las toque nadie, de hacerlo …

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