Messi despierta el 20 de diciembre, mira a un lado y la Copa está ahí. La besa, para asegurarse que no fue un sueño, como aquellos que tenía de niño en su natal Rosario. Pero sí, el sueño es real
¿Quién dice aún que el deporte es solo esfuerzo físico? ¿Que, por ejemplo, el boxeo es ver a dos tipos golpearse como salvajes sobre un ring, o que el fútbol es 22 hombres corriendo detrás de un balón? Pues no, deporte es el sentimiento de los atletas, las lágrimas, los coros, el apoyo de la afición…los millones de argentinos que tomaron Buenos Aires para recibir a su selección coronada como campeona en Qatar.
El fútbol se parece mucho a la historia y hasta un poco a las guerras. En nuestra mente, por ejemplo, siempre estará presente que en Waterloo cayeron Napoleón y su tiranía, marcando una pauta para las generaciones posteriores.Asimismo, tras la batalla del estadio Lusail se hablará por años de cómo Lionel Messi conquistó la corona y el sello–para muchos- de mejor futbolista de todos los tiempos; y de cómo Argentina abatió a Francia en ¿la mejor final de un Mundial?
Argentina parece vivir sus mayores horas de éxtasis en los últimos 35 años. Ahora todos se rinden por igual ante Messi y compañía. Las calles se tiñen de azul cielo con camisetas y banderas nacionales, y la Casa Rosada bien pudiera replantearse el nombre por el de Casa Albiceleste. Hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos tomaron las anchas avenidas para rendir honores al plantel que le devolvió la alegría a un pueblo que vive y siente el fútbol como pocos.
Cerca de las tres de la mañana del martes 20 de diciembre aterrizó el avión de Aerolíneas Argentinas. Minutos después, al abrirse las puertas, lo que parecía una quimera fue realidad: el trofeo estaba en casa. Lionel Messi, vestido con el conjunto de la Selección, alzó su brazo derecho y mostró la Copa al público. Una copa que sin ser de vino ni de alcohol embriagó a una multitud que no durmió las vísperas por la euforia.
Desde días antes, los hinchas ya colmaban las calles y plazas del país. El domingo armaron la gran fiesta que alcanzó su clímax y promete no parar por el momento; ni los desvelos ni el cansancio parecen hacer mella en sus cuerpos. Rondas de mate, algún que otro asado improvisado, banderas, pancartas… animan el ambiente y ayudan a apaciguar los ratos bajo el sol y las altas temperaturas del verano en el hemisferio sur; porque cuando la alegría es genuina y compartida, lo demás poco importa.
Al Messías le tocaron 30 días en las canchas de Qatar y un calvario con aquella derrota inicial ante Arabia Saudita. Messi despierta el 20 de diciembre, mira a un lado y la Copa está ahí. La besa, para asegurarse que no fue un sueño, como aquellos que tenía de niño en su natal Rosario. Pero sí, el sueño es real.
Y así estarán de seguro muchos de los que están en las calles, pellizcándose unos a otros para ver si no se trata de un sueño.
En medio de la muchedumbre la caravana avanzó como pudo, hasta donde pudo. Finalmente, la delegación no alcanzó el Obelisco tal como estaba previsto. Al punto que se vieron obligados a salir de allí en helicópteros. Es inevitable llevarse un recuerdo del día. Messi, De Paul, Di María y otros grabaron para quedarse con una parte del show, mientras agradecían a todos por las horas de vigilia y el apoyo.
Los 26 seleccionados, el cuerpo técnico, los millones de argentinos y otros millones de aficionados por el mundo, celebran y se abrazan por el fútbol, ese deporte que hasta el Papa Francisco bautizó como el más bonito y que no es literalmente 22 hombres detrás un balón.