Caminos de un maestro siempre provocador

La excelencia de Alberto Lescay Merencio, Premio Nacional de Artes Plásticas 2021, es revelada en la exposición Paisaje interior que acoge el Museo Nacional de Bellas Artes


Encontrar o reencontrar al artista propicia el disfrute de un fecundo diálogo establecido por sus raigambres, ideas, motivaciones, desazones, pensamientos… Es un viaje de ida y vuelta imprescindible que abre cauces infinitos y provocadores.

El símbolo de la paz ilumina su escultura.

En la sala transitoria del tercer piso del Museo Nacional de Bellas Artes se expone la muestra Paisaje interior, del maestro Alberto Lescay Merencio (Santiago de Cuba, 1950), pintor, escultor, dibujante y promotor cultural de las artes visuales.

Le interesa develar lo profundo de la historia, las alegrías y los conflictos de cualquier ser humano y, ante todo, lo más recóndito del alma propia.

Tras graduarse en la especialidad de Pintura en la Academia de Artes Plásticas José Joaquín Tejeda de su ciudad natal (1968) y de Escultura en la habanera Escuela Nacional de Arte (1972) culminó sus estudios en arte en la Academia Repin de Escultura y de Arquitectura, Pintura y Gráfica en Leningrado (San Petersburgo, 1979).

Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas (2021) y otros galardones. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos del Programa Mundial de la Ruta del Hierro de la Unesco.

La curadora Laura Arañó reconoció la riqueza de una obra original, honesta y, a ratos, desgarradora.

Justo antes de comenzar el recorrido, escuchamos precisiones de Laura Arañó, curadora de Paisaje interior: “La muestra incluye 15 telas, 10 esculturas y 8 fotografías de monumentos emplazados en espacios públicos. Nos propusimos penetrar en las zonas más íntimas del poeta, dibujante insaciable, hombre silencioso. Sobre todo, dejar constancia de la comunicación insospechada que manifiesta mediante la figuración y la abstracción, la relación entre diferentes materiales, las dimensiones de sus piezas, la recreación del trabajo de un prolífero creador. Por supuesto, no pudimos abarcar su amplio universo, el mundo mágico-religioso recreado por él en los años 90 no está en la muestra”.

Al desandar los caminos trazados por el maestro, se despliega un recuento de notable valor antropológico donde la complacencia y la placidez no tienen cabida. Fotografías e imágenes proyectadas en la sala ilustran la potente fuerza combativa expresada en la figura ecuestre de Antonio Maceo, el homenaje al Cimarrón y el conjunto monumental Plaza de la Revolución Antonio Maceo y Grajales, este pilar inspiró en Lescay la creación de la Fundación Caguayo (1995), un sueño de varias generaciones de escultores.

El perpetuo aprendizaje y la fragua entre la creación y la técnica emergen de este dinámico traductor de espacios enfrascado en descubrir lo más recóndito. Acude al diseño como el gran ordenador de las cosas, tampoco lo abandonan la vitalidad telúrica y el valor del símbolo. Su relato está plagado de señales en las piezas de mediano y gran formato, Perdón (técnica mixta sobre lienzo), Nido (acrílico sobre lienzo), Voces (técnica mixta sobre lienzo).

Cautiva el valor cromático de varias piezas.

Al dar rienda suelta a la imaginación en formas y manchas produce cierto caos en los trazos, nutre la mixtura de los colores, alimenta títulos que identifican sensaciones y más de un concepto concomitante entre el misterio y el hallazgo, dando lugar a cierto ritmo melódico muy personal.

Con libertad total interpreta la experiencia de lo real sin abandonar su perenne pasión de fuga hacia lo que añora descubrir. Alerta sobre la Madre Tierra (técnica mixta sobre lienzo color) y cautiva al Amar, crecer (acrílico sobre lienzo). En Sueña, de igual técnica, resplandecen el rojo, el amarillo, el verde; significativamente la interacción cromática acentúa el valor expresivo del mensaje y la impronta de un intrépido temperamento.

El intelecto y el trabajo se complementan en el quehacer del maestro Alberto Lescay.

La voluntad de ser él mismo al compartir un lenguaje que toca las fibras más íntimas de las emociones da fe de los múltiples senderos elegidos por él para articular signos y esencias de una sólida cultura.

Cada una de sus exploraciones conducen a la reflexión sobre el yo, el fuego y el augurio de un artista decidido a entregarse, pues no cree en delimitaciones geográficas ni en distancias de cualquier tipo; rechaza la ambigüedad, la desolación, porque en su paisaje interior abriga el mecenazgo filosófico y la poética de alguien convencido de la utilidad del arte en tanto continuo proceso en busca de la indagación.

Para el maestro Alberto Lescay, el crecimiento diario es el sentido de una existencia colmada de trabajo, texturas, combates, ternuras y sentimientos que revolucionan su palabra, su quehacer y la autonomía de un juicio propio, decididamente transformador.

Sus temáticas, colores y trazos estimulan la reflexión de los públicos.

CRÉDITOS

Foto. / Leyva Benítez

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