“Quiero ser el mejor cellista que puedo ser”

Aspiraciones, vivencias, aprendizajes, nexos con la tradición familiar y los públicos, han enriquecido el desarrollo profesional del maestro Douglas Vistel, quien reconoce el liderazgo de su sentir cubano en conciertos, presentaciones y fonogramas


Sublime es la extraordinaria ejecución devenida tiempos creativos continuos. Él transforma silencios parlantes al dialogar con su instrumento. La instantánea precisa un gesto peculiar, y el artista continúa enfrascado en crescendos vigorosos o tempos lentos. Imposible apresar lo inefable del rostro, lo recóndito de la mente. Sencillamente, interioriza la riqueza melódica al recrearla en intervalos, matices, intenciones, piezas, sí, en plural, sin límites de épocas y fronteras.

Junto a varias profesoras queridas.

El cellista cubano Douglas Vistel necesita la cálida cercanía del otro ser humano. En la habanera sala Argeliers León del Centro Nacional de Música de Conciertos convocó al disfrute cómplice del singular Jam Session. A propósito del inicio de la Feria Internacional Cubadisco, recordamos su fonograma Mi Bach para Cuba (Colibrí), pues en 2018 fue nominado al evento como solista concertante. Reside en Alemania hace más de 20 años. Considera fundamental el registro del acervo cultural aprehendido. Lo acunó una larga tradición familiar musical en Santiago de Cuba. Destaca el apego a los entrañables hermanos, Isela Vistel, musicóloga, y Orlando Vistel, compositor, pianista y director de agrupaciones musicales. Ambos influyen durante el desempeño profesional enriquecido por los estudios de violonchelo en el Conservatorio Esteban Salas, la Escuela Nacional de Arte y el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú.

Habla sin prisa en exclusiva con BOHEMIA. “La elección del cello fue casual. Antes quise ser clarinetista, incluso participar en el coro infantil junto a mi hermana. Ni yo mismo era consciente de tener en las manos un instrumento tan grande, considerado elitista. Tuve muy buenos maestros, especialmente Salverio Crespo, aún vital, activo. Más tarde, Alina Neira, en el Instituto Superior de Arte. Siempre agradezco los saberes, el rigor de ellos, y en Cuba, la mano dura de profesores soviéticos. Después, llegué al Tchaikovsky. A los 20 años, enfrenté nuevas situaciones en contextos donde brillaban niños de varios países. Mi desarrollo técnico no ocurrió linealmente. Aprendí escuchando a los otros. Esa savia tiene raíces duraderas”.

Almuth Krausser-Vistel, su esposa, y pianista del dúo Cello Capriccioso.

Douglas aprecia el camino recorrido. Es modesto, sencillo, franco, culto. Enfatiza cuánto aprende de figuras prestigiosas, Hayden, Camille Saint-Saëns, Shostakovich. Las trae al presente, realza aportes y fantasías desbordadas de clásicos y contemporáneos. En este encuentro participan varias de sus maestras y jóvenes dichosas por tenerlo cerca. Entre ellas, Amaranta Bell, estudiante del Conservatorio Manuel Saumell.

Sonríe y prosigue: “Puedo confesarlo, aprendí a vender hielo en el polo norte. Me acogió un país donde los públicos conocen la música clásica. Al formar el dúo Cello Capriccioso junto a mi esposa, la pianista Almuth Krausser-Vistel, recreamos amplios repertorios. Lo evidencia nuestra propia sala en el centro de Berlín. Quienes deseen escucharnos solo hacen el pedido “a la carta”. Sí, las personas “encargan” el concierto y son complacidas en la sede del Vistel´scelloMusikSalon”.

La breve pausa de ninguna manera disminuye satisfacciones. “Nunca cerramos el acceso. Lo aprendí en Santiago de Cuba. Allí la Casa de la Trova siempre tiene moradores. Soy muy cubano. Haces días tuve otros motivos para sentirme feliz. Lo propició en el Teatro Nacional de Cuba el concierto de Schumann, que ofrecimos junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa.

La joven Amaranta Bell reconoció el encuentro con el maestro como una clase magistral.

“Nuestro pueblo disfruta la musicalidad apreciativa. Suele nutrirse de estilos, géneros, obras. Le interesa conocer lo ancestral y el presente, los mundos particulares de compositores e intérpretes, conceptos teóricos, disciplinas formativas en ámbitos sonoro y rítmico”. Al decirlo expresa el sentido de una familia atenta, presta al acompañamiento a los más jóvenes en el sistema de enseñanza artística. Parece ser, que son gajes de un oficio en movimiento permanente sin perder la brújula en provecho de descubrir y socializar lo valedero de las músicas nacionales e internacionales.

Vistel piensa detalles de cada presentación. El escenario suele ser un desafío permanente. Observa los contextos en tanto marcos de referencias.

”Todos les otorgan significados al quehacer del artista en instantes únicos, tal vez irrepetibles. Uno vuelve al oído y al alma ajena en fonogramas, conciertos, descargas. Alerta sobre los valores de conjuntos visuales y sonoros. Al inicio tuve muchas aspiraciones. Hoy quiero ser el mejor cellista que puedo ser. No es un juego de palabras en el más hondo sentimiento. Añoro y construyo la superación diaria. Rechazo la complacencia rotunda. Por eso hago realidad todos los encuentros con mis amigos y los públicos. Es una manera de estar en familia. ¿Quién no lo añora? Las músicas estrechan infinitas maneras de estar juntos en un abrazo tan cubano”.

El cello y el piano suelen reclamar la eterna compañía.

CRÉDITOS

Fotos. / Leyva Benítez

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