Cineastas clásicos y contemporáneos motivan en espectáculos siempre renovados el imprescindible acto de pensar que propicia comprendernos con honestidad
En el siglo XXI los acelerados desarrollos tecnológicos instauran un nuevo discurso dominante, cultura y comunicación son conceptos claves en el complejo universo contemporáneo, donde imperan hibridaciones, diversos lenguajes, y actos de ver, en ellos influyen procesos complejos abarcadores de textualidades, imaginarios, experiencias y reconocimientos.
El medio televisual le habla a un espectador formado en experiencias mediáticas (celulares, tablets, redes sociales, videojuegos), a quien los nuevos artefactos le permiten llevarse al hogar productos comunicativos de todo tipo, muchos promueven violencias, efectos especiales y relatos ligeros de fácil deglución.
Para los públicos el cine continúa siendo una necesidad expresiva necesaria. Guionistas y realizadores cultores de lo filosófico en el séptimo arte interiorizan las lecciones de Bergman: “no aburrir, mientras se discute con Papa-Dios la inmanencia del alma o la pared creada entre los seres humanos por la mudez de los personajes”. ¿Cómo concretar en la práctica esta máxima? Cineastas de generaciones deben tener plena certeza de que el guion determina la inicial estructura y la dinámica interna de la obra, pero no basta, la puesta se nutre o empobrece durante el proceso de promiscuidad creativa, a la cual aportan todos los miembros del equipo realizador: productores, fotógrafos, actores, actrices, sonidistas, editores, cada especialista participante en el arte fílmico.
Por doquier proliferan en las pantallas maneras de amar y apreciar el mundo, relatar historias, compartir tensiones y angustias. ¿Qué hacer para colocar en la mira una ética cuya naturaleza dialoga con la presentación de lo real nuestro? Conocernos y reconocernos propicia batallar contra el vasallaje de la industria hegemónica del entretenimiento.
Filmes valiosos de Cuba en el mundo dan fe de que al relatar lo más complejo significa comunicar emociones y motivar el pensar. Desde sus particulares estéticas, los maestros Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea supieron ver una perspectiva anclada en lo ficcional y lo conceptual. Carteles realizados por otros maestro, Eduardo Muñoz Bachs incitan a comprender las dimensiones de poéticas sustentadas en pensamientos renovadores expuestos mediante ensayos y puestas cinematográficas.
Ciertamente, es preciso privilegiar proyectos que beneficien la apreciación de jerarquías artísticas, códigos novedosos, valores autóctonos, universales. Estos propósitos exigen intencionalidad y acciones para influir en el escenario mediático. Urge el fomento de una estrategia comunicativa liderada por la descolonización, la lucidez y la interactividad.
Jóvenes cineastas formados en el sistema de enseñanza artística son conscientes del aquí, del ahora y de la valía de los clásicos. Resignificarlos demanda conocerlos. Filósofos y pensadores alertan sobre la banalización, esta amenaza con tragarse el mundo, ganarle la batalla a la inteligencia. En nuestra TV y en las salas cinematográficas del país, la cultura debe formar parte de todos los contenidos y géneros, no desde intenciones didácticas explícitas, pues afectan la polisemia del arte, se trata de ampliar los saberes e influir en el gusto estético de las audiencias.
Lo que no se ve, lo que no se escucha y lo que no se aprecia de ningún modo alcanza la percepción festiva. Mediante lo consciente se entrelazan lo sensorial y lo sensitivo. La lectura empática emociona al sujeto. Ella implica a la conciencia y sus niveles racionales, la capacidad para identificarse con los demás, la sensibilidad, el desarrollo personal. Ningún decreto basta para estimular los aportes creativos en el cine y la televisión. El acto de añadir realidad a lo real nutre la visualidad de lo auditivo en las escrituras destinadas a las pantallas grande o pequeña, íntima o compartida. Curiosear en busca de vivencias y estímulos, acercarse al otro ser humano es un derecho conquistable. Solo es preciso batallar por él. Las complejidades dramáticas y filosóficas de una película pueden hacernos comprender nuestro propio mundo de perplejidades. Nada es simple. La vida tampoco lo es. Lo sentimos todos los días.
Un comentario
Muy buen artículo, sra. Sahily Tabares, Profundas y adecuadas reflexiones. Felicitaciones.