Caracol de la Uneac, ni callado ni perezoso

En una sociedad como la nuestra el desarrollo cultural no solo compete al movimiento intelectual y artístico, ni siquiera a las instituciones, sino a toda la sociedad.

El mundo de la postelevisión, la telefonía celular, las redes sociales, el imperio de Internet, nos ofrecen cada vez más la cómoda elección de audiovisuales servidos a domicilio, mediante los cuales cada quien se confecciona su propio paquete.

Los creadores del cine, la radio, la televisión son conscientes de estas realidades. En el evento teórico Caracol, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, intercambian ideas, pensamientos, reflexiones para contribuir a jerarquizar la formación de sujetos con una cultura ciudadana responsable, participativa, en capacidad de dialogar, discernir, revelar valores frente a la hegemonía global.

En cierta oportunidad el poeta y etnólogo Miguel Barnet, presidente de honor de la Uneac, recordó un concepto primordial expresado por Fernando Ortiz, “la cultura no es un ornamento ni un lujo, es una energía creativa. Y el signo mayor de la Patria”.

Miguel Barnet, presidente de honor de la Uneac, coincide con el sabio intelectual cubano Fernando Ortiz, para quien “la cultura no es un ornamento ni un lujo, es una energía creativa. Y el signo mayor de la Patria”.

De ningún modo escapa a la percepción de los participantes en el encuentro que las narrativas audiovisuales devienen un puente de entendimiento, en ellas los saberes circulan incluso en el hogar mientras la familia se sienta frente a la televisión tradicional y comenta sobre lo que le es interesante. Educar desde la comunicación contribuye a mantener alerta la mirada crítica.

Tras analizar estas y otras problemáticas se han colocado en la agenda del Caracol interrogantes de amplia trascendencia formativa: ¿De qué manera incidir en la formación de los públicos?, ¿Cómo construir un show radial y televisivo?  ¿Qué experiencias nutren la realización audiovisual realizada por niños y adolescentes en proyectos comunitarios?

Diferentes modos de leer instauran los medios de comunicación en el siglo XXI. Desde el enfoque transdisciplinario, guionistas, directores, equipos de realización destacan la pluralidad de lenguajes y códigos que construyen un flujo, un reflujo informativo, complejizan los procesos, facilitan cambios de paradigmas en dichas prácticas.

No obstante, a veces se pierde de vista que la experimentación audiovisual debe tener como sustrato el conocimiento del oficio, de sus normas clásicas. Hay que conocer bien aquello de lo que se toma distancia, a favor de la negación dialéctica.

Ha servido y servirá  el Caracol para meditar sobre razones e insuficiencias, estas lastran en ocasiones el desarrollo de buenas premisas en relatos ficcionales. Incluso pueden establecer analogías, metáforas desde variadas concepciones temporales dado el no sometimiento a la condición de lo “real”; sin embargo, no siempre responden al efecto de realidad liderado por la verdad artística ajena al explícito dato sociológico o histórico.

El gusto no nace, se forma. Cada ser humano necesita la seducción de espacios cinematográficos, radiales, televisivos, que lo hagan pensar en sí mismo, lo ayuden a disfrutar de estéticas pensadas para nutrir la educación y la espiritualidad desde edades tempranas.

En cualquiera de los medios de comunicación una buena historia es una experiencia emocional llena de sentido, cuanto más perfecta es la obra, tanto más ausente de ella están las intenciones evidentes.

A veces no se repara inmediatamente en la excepcionalidad de sucesos extraordinarios presentados de manera sencilla. Urge mantener en vilo una actitud de inconformidad, descubrir imprevistos en temas tratados hasta el cansancio, la originalidad continúa siendo el atractivo imprescindible en todas las épocas.

Ni callado ni perezoso avanza el Caracol de la Uneac. El deber ser se concreta en la práctica. Hay que seguir meditando sobre lo que circula por el ciberespacio, las personas aportan su inteligencia al interpretar los mensajes, lejos de aceptar la frivolidad demandan cerrar la brecha entre la realidad mediática y la social. En esencia no renunciar al aprendizaje mientras nos entretenemos.

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