Devienen clara evidencia de una inseguridad que lleva a la ruptura del equilibrio emocional. Nadie debe considerarlos sinónimo de amor. Ese es un pensamiento errado. Se aproximan más a la tragedia que a la felicidad, porque generan violencia
Una melodía llega al edificio sin visos de estridencia, porque es suave; sin embargo, el volumen del reproductor del que procede es alto. Seguramente invade igual al resto de los inmuebles. Las invasiones sónicas de este tipo son hoy habituales.
Tras el instrumental que sirve como introducción, se proyecta la voz del cantante: melosa –o mejor, lastimosa–; se trata de Camilo Sesto, con una canción de 1977, Celos, que en su tiempo fuera un éxito total. El –o la– interesado en el tema decidió aumentar el volumen y, entonces, ya me era más fácil percibir aquella letra. Camilo ponía a los celos en la misma dimensión del miedo, a pesar de reconocer que el amor es más tranquilo. Nos decía: tan tranquilo como un beso.
Jamás le había prestado atención a esa letra. Fue como si en ese instante la descubriera. ¿Se imaginan, qué tranquilidad puede haber en un ser humano que siente celos hasta de los ojos de un amigo hacia su novia, del saludo de un vecino, o del forro del abrigo de la pareja, hombre/ mujer?
Al parecer, los celos son tan antiguos como la especie humana. De ellos se habla en la Biblia, aunque diversos estudios afirman que la Psicología comenzó a interesarse en su estudio, con más intensidad, a mediados del pasado siglo.
Son clara evidencia de un grado de inseguridad que lleva a la ruptura de amistades, relaciones amorosas y del equilibrio emocional de aquellos que los sienten. Se asegura, por expertos, que hay varios tipos de celos: los románticos, que son los más comunes y alcanzan una mayor visibilidad y consecuencias; el celo que se da entre amigos, que también trae fatales consecuencias; y están los celos fraternos, los celos profesionales o aquellos que buscan ganar determinada posición o algún recurso material, así como los que hoy se aprecian en las redes sociales.
La pareja y sus vulnerabilidades
Me detendré solamente en el celo común de pareja. ¿Quién es más vulnerable a este? ¿El hombre o la mujer? Siempre habrá opiniones válidas, amén de divididas; y ellos me dirán que ellas; y ellas, que siempre son ellos. Lo cierto es que siempre los celos están ahí. Y los afectan a los dos.
A veces no son tan abiertos como pudiera pensarse. Se esconden tras una máscara, de una sonrisa parecida a la sardónica, para después “desatarse” fuera del oído público. Y muy pocos son capaces de imaginar qué sucede tras el cierre de la puerta, cuando uno de los novios o los cónyuges está “picado” por los celos.
Es desagradable ver a una pareja discutiendo, en plena calle, por el mismo motivo; en esos casos, suelen decirse tantas cosas fuera de tono, que dejan mal sabor en quienes tienen la indisposición de poder presenciar su disputa.
Sucede que, al rato, los implicados en la pelea están allí, como si nada, corroborando otra vez que “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Esa es una arista del tema que pudiera resultar también común y hasta apreciarse de manera jocosa, pero los celos son algo muy serio: si hay dudas y se esclarecen; si se produce algún “malentendido” y, más tarde, la comunicación fluye, no hay razón entonces para desacuerdos infundados. Esto pasa lo mismo con hombres que con mujeres. El mejor antídoto ante tales formas del comportamiento es la confianza.
A nivel mundial es muy fuerte la campaña contra la violencia de género. Entre los elementos causantes de este mal están los celos, aunque no sean los únicos. Un informe emitido por la Organización Mundial de la Salud destaca que el 27 por ciento de las mujeres entre 15 y 49 años han sufrido los efectos de la violencia de sus respectivas parejas y que ese tipo de agresiones puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de esas mujeres y, que en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer VIH.
Pero hoy son muy escasas las investigaciones serias en las que se habla de la violencia en contra de los hombres, cuando es una forma simple de maltrato y, por consiguiente, una violación de sus derechos humanos, igual que en el caso de ellas.
Es cierto que la mujer ha sufrido históricamente las consecuencias de ese mal, mas actualmente hay hombres que ya lo padecen, aunque las estadísticas oficiales sean mínimas –solo si él muere, como consecuencia del ataque de ira de una mujer, esto trasciende–, como resultado de la herencia patriarcal que pervive. ¿Por qué ocurre? Porque no les creen cuando van a levantar la denuncia; por temor a ser objeto de burlas, o creer que los van a juzgar como débiles o sometidos. En fin, por no dar la cara.
Un estudio realizado en Venezuela, y titulado La realidad silenciosa de la violencia contra el hombre, ¿es también violencia de género?, destaca que ellos tienen “miedo al ridículo, vergüenza de reconocerse víctimas en una sociedad en la que, precisamente por atribuciones de género, el sexo masculino debe ser fuerte (al hombre tradicionalmente se le ha pedido fortaleza, dinero y producción)”.
Los celos son una piedra en los zapatos de la pareja, una sombra en la formación de los hijos y una “muestra idea” para que tales conductas las repita y perfeccione la prole en su etapa adulta. Nadie debe considerarlos un sinónimo de amor.
Ese es un pensamiento equivocado. Se aproximan poco más a la tragedia que hacia la felicidad. A veces involucran a personas ajenas, propician el mal ejemplo a los hijos y, por su tendencia, quitan el sueño y convierten una relación bonita en un infierno: son un caldo de cultivo de la violencia familiar.
En tal situación, las personas se preguntan en qué momento llegaron a semejante estado, porque ya no hay reversa. En 2023, por los casos de violencia, los tribunales cubanos sancionaron a 61 sujetos autores de asesinatos de mujeres. En el 93 por ciento de los casos las penas sobrepasaron los 20 años de cárcel y cinco sujetos hoy cumplen privación perpetua de su libertad.
Esos datos no resultan de un caso aislado, sino de mucho más: enlutan familias, provocan orfandad y la pérdida total de la estabilidad para una persona. Los celos son algo más complicado que la canción de Camilo Sesto; porque a la hora de manifestarse, los resultados, nada tienen que ver con una dulce, suave y exitosa melodía.
2 comentarios
Me gustó mucho este trabajo de mi colega Irene. Muy educativo.
Me encantó leer lo escrito en este artículo sobre el tema de los celos y las inseguridades