Nada hay más horrible que la guerra. Y dentro de ella, nada es más terrible que utilizar niños como soldados. Sin embargo, no son pocos los gobiernos y grupos armados que incorporan menores a sus huestes como una práctica habitual.

Años y años de conflagraciones agotan a los adultos en edad de lidiar mientras los pequeños sirven para todo en tiempo de conflicto: combaten; cocinan; acarrean agua; actúan como señuelos, mensajeros o espías.

El hambre, la falta de protección física, la violencia doméstica, el miedo, o las promesas de dinero, obligan a estos infelices a unirse a tan lamentable efecto.

Otros pueden haber sido secuestrados de sus propias casas, en la calle, sacados de las aulas o en campos de refugiados. Algunos, desgraciadamente, se unen de forma “voluntaria” ante la desintegración de las familias a causa del conflicto, las condiciones de pobreza y el desplome de servicios sociales básicos e, incluso, muchos de ellos nacen dentro de las fuerzas en pugna.

Para monitorear, prevenir y frenar con mayor eficacia los ataques contra los niños, el Consejo de Seguridad de la ONU identificó y condenó seis violaciones graves contra los derechos de la infancia en tiempos de guerra: el asesinato y la mutilación, el reclutamiento y el uso de menores por parte de fuerzas y grupos armados, los ataques a escuelas y hospitales, las violaciones y otros actos de violencia sexual contra los más vulnerables, y la denegación de acceso a la ayuda humanitaria.

Pero todos estos cálculos son aproximados. Es imposible conocer el número de niños víctimas de la guerra o la cantidad real de menores soldados, porque casi ningún dirigente admite una práctica tan deleznable.

Ejemplo cercano

Desde que se iniciaron las conversaciones de paz de Colombia en La Habana, en noviembre de 2012, hasta la firma del acuerdo final, en 2016, salieron a la luz no pocos horrores vividos durante décadas de conflictos, entre ellos, el reclutamiento y la muerte de miles de menores de edad de un lado y de otro de las beligerancias.

Hoy, a cuatro años del fin de unos acuerdos que no han pasado más allá del papel, estos horrores siguen latentes.

Existe amplia documentación sobre los menores como protagonistas olvidados en el conflicto colombiano portando armas, ejecutando misiones de transporte, labores de inteligencia, contrabando y ocupando cargos en las estructuras criminales, siendo al mismo tiempo víctimas de abusos personales y sexuales.

El Centro Nacional de la Memoria Histórica de Colombia publicó en 2017 un informe de casi 700 páginas con el título “Una Guerra sin Edad” que documenta ampliamente que el reclutamiento ha sido sistemático y calculado, buscando presencia constante en espacios de socialización donde los niños, niñas y adolescentes construyen su cotidianidad como escuelas, parques, centros culturales, deportivos y los barrios donde viven. Con el ingreso en las propias filas se les buscaba implantar una identidad guerrillera.

Cuba y su defensa de los más vulnerables

Ante una situación mundial alarmante en ese sentido, Cuba camina hoy hacia la elaboración y aprobación de un nuevo Código de las Familias, centrado en la protección de la dignidad humana y sustentado sobre un nuevo orden constitucional que defiende el amor, la solidaridad y la responsabilidad como los más altos valores familiares. El texto se enfoca, entre otros importantes puntos, contra la discriminación y la violencia, y en los afectos, en el amor y la búsqueda de la felicidad.

Se centra en la corresponsabilidad parental de madres y padres para ejercer la guarda y cuidado de sus hijos, amarles y procurarles estabilidad emocional, contribuir al libre desarrollo de su personalidad, teniendo en cuenta sus capacidades, aptitudes y vocación; educarles a partir de formas de crianza positivas, no violentas y participativas, de acuerdo con su edad, capacidad y autonomía progresiva.

Un aspecto importante es que obliga a garantizarles condiciones de vida seguras, de su salud física y psíquica, velar por su buena conducta y cooperar con las autoridades correspondientes para superar cualquier situación o medio adverso que influya o pueda influir desfavorablemente en su formación y desarrollo.

En Cuba todos los niños tienen garantizada su educación y formación integrales, desde donde se les inculca el amor al estudio, a la familia, a la patria, el respeto a sus símbolos, al trabajo y la debida estimación de sus valores, a la dignidad, la honradez, la honestidad, la solidaridad humana y las normas de la convivencia social.

Si por mucho tiempo no se consideró tan grave la violencia indirecta o secundaria, estos son hoy conceptos errados que con este nuevo Código de Familia se garantizan para todas las niñas, niños o adolescentes del país.