¿De qué limpieza me habla?

En materia de pulcritud se aprecia un retroceso en los barrios; agosto lo hace más evidente, con su calor intenso. Los vertederos pululan y la mala manipulación de los contenedores propicia su surgimiento, para lo cual hay caldo de cultivo en la indisciplina social

Fotos. / Javier Elejalde


Inicialmente pensé que no había entendido nuestra pregunta, porque se quedó mirando con cierto aire de incredulidad, de cuestionamiento. Ileana Albernal García, trabajadora del agro ubicado en la circunscripción 100 de Alamar, pensaba que era una broma y luego de terminar de atender a un cliente, subió sus gafas a la cabeza, cruzó los brazos sobre el mostrador y fue ella la que inquirió: “¿De qué limpieza me habla?”.

La interrogante a ella –como a muchos otros vecinos– era acerca de su valoración de la higiene en su comunidad. Un acercamiento a un tema que tiene descontentas a muchas personas conocedoras de que sus causas no se centran solamente en problemas materiales, sino también de organización administrativa y de disciplina en general. Sabemos que tiempos como los que vivimos generan indolencia y hasta indiferencia, pero es preciso razonar para no llegar a situaciones higiénicas límite.

Ileana, la del agro, tiene sus dudas. / Javier Elejalde

“Muy mala –dijo Ileana–, sobre todo si miramos esas áreas donde están los tanques de basura. Da pena ver esos vertederos que formamos nosotros mismos, con todo tipo de desperdicios, a los que se les suman las aguas de albañales –bastante frecuentes, por tupiciones–, las pluviales y por los salideros

“Cuando bajamos la loma, la única calle que está bonita es la avenida de los Cocos. Para acá arriba es todo un reguero. Los árboles solo se podan cuando hay algún apuro, como amenazas de ciclones, pero dejan las ramas en el lugar y ni las ponen de manera que se facilite su extracción; esa tarea la realizan los propios vecinos para evitar la obstrucción de los tragantes. Es deprimente”.

Este juicio es ratificado por varias personas presentes en el lugar. Sin embargo, no plantean solución, pese a estar conscientes de que basura, aguas de albañales y vectores no son saludables para la comunidad.

Aunque Jesús García Rosales estaba de visita por la zona de la loma, como le dicen todos, al mencionarle el tema, respondió inmediatamente:

“Muy mala la situación; cuando los camiones colectores están de recogida, hacen cosas que tú no sabes cómo riegan tanta basura y no aparece un supervisor que acredite la calidad de esa labor por parte de la dirección de Servicios Comunales; no obstante, siempre cobran su salario. Por lo general sus haberes no son bajos, pero no recogen la basura como se debe. Entonces, por aquello de que ‘nunca falta un roto por un descosido’, la persona que viene atrás –sin educación higiénica alguna– deja la basura ahí mismo, a expensas de que los perros o los recogedores de comida para puercos, las abran, usen lo que necesitan y el resto, lo dejan ahí, como germen de un nuevo microvertedero.

“¡Y ni hablar de los que se dedican a quitar las ruedas a los contenedores! No importa que estén acabaditos de poner en su sitio, nuevos de paquete. Es para coger un par de ruedas, colocárselas en el cuello y ponerlos a caminar por el barrio para que todos conozcan a los ladrones; sí, eso es un acto delictivo, una depredación. ¿Qué economía resiste tales embates?, si cada uno de esos colectores cuesta siete mil pesos y, una vez colocados, duran intactos lo que un merengue en la puerta de un colegio, como precisa el argot popular”.

El alma caritativa de Agustín

Agustín, el ‘caritativo’. / Javier Elejalde

Esos ladrones, malandrines dueños de las penumbras viran los contenedores para realizar su ‘faena’. Una vez terminado el acto delictivo, ahí se quedaron, que los levanten otros.

Hay otra especie que no llega a tanto porque no necesita virar el tanque. Su actividad se realiza alrededor del recipiente. Antes lo hacían con cierto pudor. Ahora no; en estos tiempos sus actos transcurren con el mayor desenfado. Ellos están convencidos de que su acción no está fuera de lugar. Tal es el caso del ‘buzo’ Agustín Ferrera, quien sin interrumpir sus labores, accedió a respondernos. Con anterioridad lo habíamos visto en otros depósitos. Su preocupación no es higiene. Siempre que exista un contenedor que le permita sumergirse, él estará dispuesto a dominarlo.

Asegura que cada incursión le resulta muy provechosa, porque la gente desecha ropa, zapatos, herramientas “y otras cosas que se arreglan un poquito y tienen uso”. No siente miedo de meter sus manos –sin guantes–, en un posible foco de infección. Ante la pregunta de si lo recogido allí tenía destino comercial aseguró que no. “La ropita que recojo aquí se la regalo a niños necesitados…”. Lo preocupante es cuántas infecciones puede trasladar Agustín con esa actitud altruista, en tiempos en que las cremas medicinales y tratamientos médicos en general escasean tanto.

No obstante las prohibiciones, este hombre y muchos otros andan, jabas en manos y hombros, llenándolas de microrganismos de todo tipo. Y suelen ser caritativos, pero ¡cuidado! Hay gestos que…

Dos jubiladas dicen

María Isabel Rodríguez González ha sido profesora de muchas generaciones de niños en la escuela 60 Aniversario, ubicada en la punta de la loma de esa comunidad. Norma Pérez Cartaya, licenciada en Farmacia. Ambas ya están acogidas a la jubilación, pero son muy activas en la comunidad, por lo que este tema les preocupa bastante.

A esta área es a la que se refiere Norma Pérez. Aquí convergen todo tipo de desperdicios mezclados con aguas de albañales. / Javier Elejalde.
“La creciente indisciplina social también hace lo suyo”, considera la profesora María Isabel Rodríguez. / Javier Elejalde.

“La higiene… ¿qué decirte? Está pésima –afirma la primera–, porque los vertederos permanentes en las esquinas son posibles focos de enfermedades. Está muy bien que los compañeros de la campaña contra el mosquito Aedes aegypti vengan a las casas y supervisen para evitar la proliferación del vector, pero lo que hay afuera –moscas, mosquitos, cucarachas y todo tipo de bichos– ¿quién lo ve? ¿Quién supervisa la labor de los trabajadores de Servicios Comunales? 

“Esos equipos a los que les llaman palas, son los que rompen las aceras y hacen esos huecos, que luego se tornan ideales para que las personas tiren la basura ahí, formando esas montañas de suciedad que tanta fetidez provocan y tan mala imagen dan a nuestro entorno.

“La creciente indisciplina social también hace lo suyo; hemos bajado la guardia con la vigilancia epidemiológica y de todo tipo. Nadie ve cuando rompen los tanques o les llevan las ruedas. Es preocupante un hecho: las personas solo se dan cuenta del daño que ocasionan los delincuentes, solo cuando les roban a ellos; mientras se están apropiando de los bienes colectivos es como si a nadie le interesara. ¿Qué vamos a hacer?”.

Norma, por su parte, reitera una queja de larga data: “En el costado de mi edificio –el E-57– el vertedero es algo serio: acumulación de basura, ramas de árboles, aguas de albañales y pluviales, y escombros de la construcción. Después del mediodía, cuando el sol y el calor están en su apogeo, no hay quien pueda permanecer en ese edificio, ni en el quinto piso, debido al mal olor que sale de ahí. A eso agrégale el mosquero y los mosquitos que lo inundan todo.

“Es una situación crítica, preocupante, porque en medio de este calor asfixiante y la escasez de medicamentos, tenemos personas con problemas de salud, ancianos y niños pequeños; tenemos que vivir encerrados; ¡imagínese usted, con este calor! Y es una situación que tenemos en todo Alamar”.

Pienso que la higiene comunal está en un punto complejo. Tania Pantoja, la delegada de la circunscripción 100, no ceja en cumplir el mandato dado por sus electores. Es una batalladora incansable, pero los resultados no están en correspondencia con su esfuerzo.

Se pudiera argumentar “falta de recursos”, pero otros en igualdad de condiciones tienen mejores resultados, dentro y fuera de la provincia. Al gobierno del municipio le corresponde responder a estas inquietudes. En un país donde escasea el cemento hasta para construir viviendas, ¿por qué permitimos que un operario, al manipular la pala mecánica del cargador de basura rompa la acera, si sabemos que no hay con qué arreglarla? Es solo un ejemplo de falta de exigencia.

Salud Pública: Ante la carencia de medicamentos, hay que educar para que la higiene, por su esencia y por necesidad, prevalezca.

Aguas negras: La Empresa Aguas de La Habana no responde con prontitud a los reclamos para la supresión de vertimientos albañales.

Son de las entidades que deben tener respuestas a tantas preocupaciones.

Sin comentarios.
Parece ser el punto de recogida de materia prima.
Esta área de basura está rodeada por dos hileras de edi-ficios, la parte de atrás de la panadería, un consultorio y el kiosco de venta del módulo de alimentos.
Contraste: arriba, la naturaleza entrega sus bellos regalos florales; abajo, un basurero.

Estos dos basureros que flanquean al círculo infantil Blanca Mariposa, de la zona 9.

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6 comentarios

  1. Cierto, de unos años a esta parte se aprecia una deficiente limpieza, no solamente en los barrios, mi hermana Fidelia vive en un barrio, sino en alguna ocasión también en Centro Habana, Habana Vieja… Es falta de civismo, de solidaridad, etc., etc., pero igualmente falta de implicación suficiente de parte de los servicios encargados de limpiar.

  2. A los dirigentes de esos organismos se les debe exigir por esto. Seguro que cumplen con otras cosas, pero tienen descuidada la higiene. Considero que deben ponerse inspectores PERMANENTES para vigilar los contenedores y poner multas a los violadores.

  3. Me gusta por completo tú trabajo, tan detallado y ejemplos bien concretos, de opiniones que coinciden la mayoría de los factores que favorecen la permanencia de estos vertederos.

  4. Gracias, Mario. En estos momentos lo relacionado con la higiene, no solo en Alamar, sino en otros puntos de La Habana, deja mucho que desear. La parte administrativa tiene su responsabilidad, pero nosotros, también. La indisciplina social fomenta todo eso.

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