Descalzos sobre las brasas

Sin ánimos de renunciar a la prosperidad, cubanas y cubanos tienen cifradas sus esperanzas en un año nuevo mejor, para lo cual apelan a todas las armas posibles: desde la meditación económica hasta las tradiciones que intentan atraer la suerte. Pero han tenido que atravesar antes un año 2022 plagado de contratiempos, quizás el más duro de las últimas décadas, y sufrir consecuencias nefastas en pilares como la familia, el principal motivo en las celebraciones decembrinas

Talía Suárez, Liudmila Peña | Marieta Cabrera | Liset García, Delia Reyes, Nailey Vecino | Laura Serguera, Caridad Carro | Dariel Pradas | Pastor Batista | Mario Bermello


Dazy Palacios Ferrer recuerda con nostalgia que antes, cuando se acercaba el fin de año, notaba la cara alegre de los cubanos. “Veías las colas de las personas para comprar el arbolito navideño. Sentías ese espíritu de haber llegado a esa fecha todos juntos”, dice, y dibuja sin querer una sonrisa.

Mas al concluir 2022, la joven gerente de área del Departamento de Desarrollo de Software de Copextel nota en el rostro de las personas cansancio, preocupación, obstinación. “O están tristes porque alguien se les fue. Antes eso no pasaba, incluso en los peores momentos”, agrega.

Aun así, la informática Dazy y su pareja Raudel Miranda Ruiz, residentes en el municipio capitalino Cerro, despiden el año con algunas gratas noticias. En primer lugar, agradecen la buena salud de sus dos hijos y que el mayor, quien recién terminó el cuarto grado, fue uno de los alumnos de su curso que recibió la Sortija Cuba (antiguo Beso de la Patria). El más pequeño todavía asiste al círculo infantil.

Y aunque el período ha sido duro, no han renunciado a tener sueños para el año nuevo. “Las expectativas son siempre las mismas: mejorar”, afirma Raudel, aunque sabe que el aspecto económico influye en los resultados.

“Al final, estamos trabajando para cansarnos”, maldice el también informático, administrador de la red de una empresa filial de Copextel en el municipio Playa.

Cuenta que la vida de su matrimonio se resume en levantarse todos los días a las 6:00 a.m., llevar al niño a la escuela, buscar la merienda, la comida, etcétera. En la tarde, regresar corriendo para hacer comida, limpiar la casa… “Cuando llega el sábado, el cuerpo te avisa que está cansado, pero tienes que levantarte a las 2 de la mañana para irte a una cola”.

Lejos de allí, en la Unidad Empresarial de Base Quemadito (genética), de la Empresa Pecuaria Managuaco, de Sancti Spíritus, BOHEMIA sorprende a Juan Carlos Guerra Guerra sumido en la profundísima paz que le reporta, en diciembre, lo mismo que hace durante todo el año: instalar las mejores cercas de la zona y hacer lo que sea necesario como obrero agrícola y campesino de pura cepa.

Azadón en manos, Guerra Guerra limpia, junto a otros hombres y mujeres, una puntica de yuca que ayudará a resolver necesidades colectivas de alimentación. Seca con su índice el sudor de la frente y comparte con los lectores de la revista sus planes para el 31 de diciembre.

“Pasarlo tranquilo, en familia; lamentablemente, vagos que para nada sirven me llevaron el cerdo que tenía previsto para ese día, pero algo se hará. Lo importante es tener salud y buen corazón. Ya están llegando algunas cosas a la bodega con vistas al fin de año y eso la gente lo agradece”, desborda su entusiasmo.

“De todos modos te diré algo: lo que más desea mi batey, Pueblo Seco, es que por fin arreglen el camino, que tenga más estabilidad el transporte y que los carros, incluyendo la ambulancia, puedan entrar hasta allá sin problemas porque tenemos muchos adultos mayores que son una constante preocupación para las familias que allí vivimos. Ojalá 2023 sea mejor en ese sentido”.

Muchos entrevistados recalcan entre los aspectos positivos de este 2022 la disminución de casos de covid-19 y el fin de la cuarentena, gracias a la vacunación. / Yasset Llerena Alfonso

Una Cuba cambiada

Difícilmente exista un cubano que no prefiera un mejor año nuevo, pues el que termina fue particularmente difícil para la inmensa mayoría. Menuda tarea aspirar a la felicidad, si hay que correr previamente descalzos sobre las brasas.

Dazy, la informática, cree que 2022 fue peor que el anterior, desde el punto de vista de la armonía y la calidad de vida, incluso con la pandemia. “Ahora existe la separación de las familias, ya no por las muertes, sino por cuenta de que las personas se van del país por razones miles. Se ha desquebrajado mucho ese concepto de la familia; hay muchas que están desintegradas”.

Tras dos años de encierro por cuarentena, explica, “ahora sales y te encuentras a una Cuba cambiada por el problema económico”. Su esposo Raudel complementa: “Por el súper alza de los precios, de una parte, y de la otra. Porque te dicen que el mercado negro, el informal… pero el estatal está en las mismas”.

Entre las perspectivas de la población para mejorar está la migración permanente o temporal. / Jorge Luis Baños: ipscuba.net

La inflación golpeó incluso a empresas prósperas como Dofleini Software, primera Mipyme oficializada en Cuba. Eso atestigua Carlos Miguel Pérez Reyes, ingeniero informático que lidera dicha firma emergente y a quien la plataforma Bloomberg incluyó entre los 500 directivos de startups (empresas de nueva creación) más influyentes de América Latina.

Si bien fue un año de consolidación como Mipyme, y su balance fue positivo, “fuimos fuertemente afectados por la inflación, lo que generó una contracción en el mercado interno bastante importante a final de año”.

Para este emprendedor de 36 años existen muchas normas y retos contables y legales que son nuevos para el sector privado. Su meta de año nuevo es ampliar la capacidad exportadora de la empresa y enfocarla al desarrollo de productos a la medida y el servicio de software como la modalidad de negocio más importante de la empresa.

Sin embargo, 2022 ha cerrado con cierta inestabilidad legal y económica que se reflejará en 2023, vaticina. “El mercado laboral está buscando emigrar y cada vez es más complejo retenerlo”, se queja, y lamenta que la empresa haya tenido que duplicar el personal de administración.

Mas, a pesar de que a su organización este año le ha ido bien, ha consolidado sus relaciones empresariales y ostenta una cartera estable de clientes y proveedores, no es igualmente optimista con respecto a las otras.

“Veo un 2023 con muchas empresas de nueva creación desapareciendo”, se conduele el directivo. “La moneda nacional, de no recuperar su valor, generará mayor inflación que será reflejada en el nivel de vida del pueblo y, por consiguiente, creará una inestabilidad social en la que todos, sin excepción, nos veremos implicados”.

¿Conseguirá ese criterio desestimular a la habanera Nancy B, quien está valorando la posibilidad de iniciarse en el mundo del emprendimiento no estatal? Bueno, ella no es de las que se rinde fácilmente a los obstáculos.

Hace varios años que trabaja duro en lo que aparezca. “No porque sea fan de laborar sin descanso, sino porque la vida le tiende a una sus trampas”, explica. “Con un padre postrado a mi cargo y el salario de mi mamá que es médico (que no alcanza), una niña pequeña y un salario estatal, el camino ha sido obligatoriamente hacia la búsqueda de nuevos ingresos”.

Este año ha resultado especialmente agobiante para ella, graduada de licenciatura en Historia hace más de una década y hoy siente que está cada vez más lejos de poder ejercer con satisfacción su verdadera vocación: ha sido doméstica para casas de renta, profesora de baile, vendedora de ropa reciclada y artículos de segunda mano, peluquera…

“Con un salario de 4 300 pesos, por mi puesto en el centro de investigación donde trabajo, no me alcanza para asumir los gastos familiares. Por eso, cada semana tengo que ponerme guantes para limpiar caca y churre en una casa de renta de el Vedado, y hacer todo lo que aparezca y no sea indecoroso para sustentar a los míos”.

Si bien disminuyó el nuevo coronavirus, enfermedades como el dengue y la influenza, así como la carencia de medicamentos mantuvieron en crisis a la salud. / Yasset Llerena Alfonso

Mejor le ha ido a Yonisley Águila Godínez, quien se desempeña en la ruda y a la vez artística labor de chapistería, en Segundo Frente, Santiago de Cuba. Considera que 2022 no fue un año pésimo para él, aunque reconoce que sí duro para todos.

Pero pensar qué se comerá en su casa el 31 de diciembre, “ese asunto está guapo de verdad, hasta para mi padre y yo que tenemos una finquita en el municipio de Primero de Enero y nos defendemos un poco mejor con lo que allí podemos producir”. Solo sabe que le gustaría pasarlo tranquilo, en familia, con su esposa Niumaisy, padres, suegros y la pequeña Nachly.

“De 2023 espero prosperidad; confío en mis fuerzas, en mi país y que el Señor nos ayude. No quiero riquezas, solo mejorar un poquito; que no sigan subiendo los precios y que la gente pueda obtener con su salario lo que necesita”, revela sus ansias el chapista.

Por su parte, el pocero Ariel Álvarez Hidalgo, residente en Bolivia, al norte del territorio avileño, espera que con tanta tierra improductiva o insuficientemente aprovechada y con tanta necesidad de alimentos, en 2023 Cuba no continúe comprando fuera muchísimas cosas que se pueden cosechar en el país.

“Por lo pronto, tengo bien claro lo que haré el día 31 de diciembre: sustituir el cerdo de siempre por un pollón criollo que tengo ahí. No será lo que deseamos mi mujer y yo, pero es lo que podemos hacer, hasta ver si 2023 viene mejor. Eso no depende del Cielo, sino de todos nosotros. Hay que trabajar fuerte, como siempre hizo el cubano”, acota el perforador de pozos.

“Cerdo asado no creo que logre comprar, pero pollo sí, aunque ya no sé inventar una forma para hacerlo”, comenta Nancy B, quien admite limitarse a vivir el instante, y suelta la carcajada. “Pollo asado tendremos para celebrar el fin de año en familia, al menos con la que nos queda de este lado. Con la otra parte no queda más remedio que hablar por WhatsApp”.

Sin embargo, para Elvira Rojas –65 años, más de 30 dedicados a enseñar a leer y a escribir a sus alumnos; con una hija y dos nietos de cinco y siete años– “el fin de año no será más que soledad, pero de eso no quiero ni hablar”.

Elvira Rojas pensó que en 2022 podría disfrutar por fin de sus nietos: llevarlos al parque y verlos correr como locos felices detrás de la pelota o lanzándose de la canal. Creyó que podría pasar los domingos en familia, aprovechando la tranquilidad del hogar, después de tantos años de madrugar para llegar al aula más temprano que sus alumnos. Soñó mucho con este año Elvira Rojas. Tanto lo soñó, que se le escaparon las ilusiones entre los dedos.

El primer golpe fue la muerte, por covid-19, de Rogelio, su marido, contrario a todos los pronósticos y cuando ya casi nadie moría a causa de la enfermedad. Ella tuvo que aprender a amanecer sola en la cama, a no tener con quién compartir el café en las mañanas y en las tardes.

“La soledad ha sido el resumen de mi 2022 —dice con un suspiro hondo y la mirada sin luz—. Ya ni lágrimas me quedan. ¡Y pensar que creía que nada peor podía pasarme!”.

“Desde que mi hija decidió llevarse a toda su familia hacia otro país, no duermo, no como, no vivo. Me he quedado sola donde no tengo a nadie más que a algunos alumnos que me quieren y me llaman de vez en vez”, describe Elvira Rojas.

La exeducadora ya no tiene fe en ver nuevamente a su hija: dice no tener edad para ir detrás de su familia y comenzar otra vez. “No sé qué será de mí dentro de cinco o 10 años. Y si lo pienso, solo veo soledad”.

Miradas

Ángel Eduardo Ferrer Hernández, un anciano de Guanabacoa, no ve soledad en su futuro. En realidad, poco ve, literalmente, pues en 2022 lo sorprendió la ceguera total de un ojo. El impedimento empezó a notarse en marzo, hasta que de manera acelerada fue perdiendo la vista por completo: primero, un solo ojo; luego, el que veía más o menos bien, empezó a afectarse hasta que también quedó sin visión.

Aunque desde hace años tiene padecimientos de artrosis, del corazón, arritmia y más, el octogenario Ángel es una persona muy activa. Con la ceguera, “al final tuve que dedicarme a estar sentado, sin poder hacer nada de importancia”. Hasta que en el hospital Hermanos Ameijeiras lo trató una oftalmóloga y comenzó el proceso para la operación de cataratas de un ojo en octubre. Ya puede ver televisión y ha salido a la calle sin acompañamiento dos o tres veces.

Trabajó durante más de 50 años, su jubilación fue de 340 pesos hasta la más reciente reforma en las pensiones, que elevó la suya a poco más de 1 600 pesos. “Pero empezó una inflación galopante en toda la economía y la subida de precios fue escalando, de manera que aquel incremento se vio neutralizado. El precio de los artículos es imposible cubrirlo con los ingresos, sobre todo de viejos como yo y mi esposa, retirados”, resume.

“Si no se toman medidas para evitar las transacciones internas en dólares, eso puede conducir a un fracaso completo de las reformas que se quieren hacer”, medita el ingeniero industrial jubilado, quien dirigió durante años distintos organismos. “Cualquier empresa, particular o estatal, sin exportaciones, quiere divisas y el patrón que utilizan para obtenerlas son los precios del mercado negro. Entonces uno tiene que depender de la ayuda de la familia. Eso es lo que ha hecho posible que durante todo el año pudiéramos mantenernos y adquirir los productos básicos y necesarios para la supervivencia”, agradece.

A la informática Dazy, por su lado, le entristece que sus padres se están poniendo viejos. “Todo ha sido muy complicado”, alude a las dificultades del sistema de salud y la falta de medicamentos que los obliga a obtenerlos por la calle. Se aflige también por la indolencia en las guaguas, las colas… “Más allá de la escasez, se ha perdido mucho la educación. La humanidad se ha perdido”, lapida Raudel.

“Ha sido un año donde los planes futuros desparecieron para dar paso a la inmediatez constante: el mañana ya no existe y no sabemos qué pueda pasar”, vierte su opinión Nancy B, y reconoce que por el estrés sostenido en el que vive, sufre de insomnio, se le cae el pelo y no tiene mucho interés sexual. Por eso ordena y reordena constantemente las prioridades. Para ella, “el alza de los precios y las carencias son directamente proporcionales y van a la velocidad de la luz”. Por suerte, parte a la familia del “exterior” la ayuda a cubrir las necesidades básicas.

“Incluso así, el optimismo es mi compañero y ese nadie me lo quita”, esgrime la historiadora. También el ingeniero Ángel Ferrer tiene alguna fe en el nuevo año, pues de corregirse algunas cosas –empezando por la inflación–, pudiera haber un despegue de la economía. Y por supuesto, espera acabar de operarse el otro ojo y ser un “hombre con una visión mejor”, sentirse “bien y útil” y ayudar a la familia.

De momento, Dazy y Raudel están cavilando unirse a una empresa privada en 2023, pluriemplearse. Aunque también les gustaría hacer su propia Mipyme del campo de la informática. Siempre lo han soñado, pero resulta difícil conseguir un fondo inicial para emprender, declaran.

En tanto, la visión del director de Mipyme Carlos Pérez detecta que muchos cambios deberán suceder en Cuba para lograr salir adelante. “Algo tiene que cambiar para que demos un salto en la economía del país. Muchos esperan factores externos como la eliminación del bloqueo y el aumento del turismo, y creo que hay que diversificar. Eso, sí o sí”.

Con la vista puesta en 2023, Juan Triana Cordoví, doctor en Ciencias Económicas y profesor titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, augura que el nuevo año “será tan complejo como el actual”. Suma como factores, para así pensar, las deudas internacionales que arrastra el país y que ralentizarían el salto tremendo que se necesita dar.

Asimismo, la incertidumbre de lo que sucederá con el próximo Gobierno norteamericano. “No podemos coger los remos y mover la Isla para otro lugar. Por tanto, debemos quitarnos de encima ese síndrome de los Estados Unidos”, invita. “Tenemos que diseñar el país para vivir y mejorar, no solo sobrevivir, con el bloqueo arriba. No queda de otra”. Como sea, Triana tiene una prioridad personal que cumplir en 2023: seguir jugando con la nieta Camila, de dos años de edad.


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