Desterrar la pereza creativa

Los viajes pensados en retorno a producciones cubanas de calidad artística propician conocernos y reconocernos, pues estimulan el desarrollo intelectivo, el disfrute y la espiritualidad


Precisamos alimentar la mente, también identificada por el vocablo conciencia. Es el nombre más común de la capacidad de nutrir los pensamientos, el aprendizaje, el raciocinio, la memoria y otras habilidades cognitivas. La mente integra diversas facultades del cerebro, permiten reunir información, razonar y llegar a conclusiones.

Este breve, pero oportuno recorrido propicia pensarnos mejor, coloca nuestra atención ante un proceso cotidiano de trascendencia social. La televisión media entre la elaboración del conocimiento de la realidad y el acto perceptivo de los sujetos. Ellos evalúan esa realidad que reafirma la dimensión antropológica de la cultura, ente heterogéneo, híbrido, donde confluyen repertorios populares y masivos.

Pensemos, ¿qué elementos determinan la preferencia de las audiencias por determinados programas? Son decisivos los formatos y las formas de contar, sí, en plural. Lo emotivo, lo sensible, devienen vínculos esenciales, pues responden al cómo se cuentan los contenidos.

Entonces, urge aprovechar las obras realizadas en años anteriores que sentaron cátedra en la ficción audiovisual. Quizás, el Canal Habana, siempre tan propositivo de ideas, podría incluir en su programación telefilmes notables aún no vistos por los más jóvenes. ¿Títulos de posible inclusión? Son numerosos, entre ellos, Madrigal del inocente (1986), dirigido por Jorge Ramón González.

El audiovisual solo alcanza valor estético por su intrínseco poder de persuasión. La primera condición para lograrlo es la condición de verdad artística –no verdad a secas-, esta de ningún modo requiere que acontecimientos, atmósferas, soluciones, se correspondan tal cual ocurre en la vida misma, sino que el espectáculo construya una realidad-otra, capaz de tender puentes de entendimiento entre el artista y su espectador, al crear una extensión de la realidad subjetiva entre ambos.

Foto./ Leyva Benítez

Nunca olvidamos esta imagen y cierta reflexión compartidas por el maestro Manuel López Oliva con BOHEMIA: “Hay que reaccionar contra el mimetismo, la superficialidad, y esa avalancha de artefactos, construcciones efectistas e imágenes sin identidad que solo valen por la artificial vestidura”.

Solemos insistir: la percepción artística no es solo un acto de reproducción, sino de co-creación. Existen creadores de talento y espectadores de talento.

Por doquier, el audiovisual y las velocidades de la información instauran inéditas experiencias en el hogar, donde audiencias de diferentes edades, sexos, preferencias e intereses, comparten nuevos modos de estar juntos, mediante una dialéctica de la apropiación. Esta tiene que ver con la cultura y la tecnología y, por supuesto, influye en los procesos comunicativos y en la mente.

Lo bueno, pleno de verdad artística, nunca pasa de moda. Sirve para desterrar la pereza creativa. El controvertido universo de temas, contenidos, soluciones formales circula por disímiles corrientes subterráneas, forma parte del desafío que asumen los sistemas educacional, cultural y la sociedad.

Considerar opciones resignificativas de conceptos y estéticas. Estudiar la imagen, todo lo que la connota y lo que de ella resulta en el mundo de hoy y el de mañana es una necesidad que deben atender creadores, directivos, investigadores y públicos.

Nuestro tiempo de inusitada dinámica mediática exige estrategias capaces de potenciar la relación mente-cerebro, ambas coexisten desde el punto de vista filosófico.

Esa pequeña pantalla íntima, hogareña, reproduce sentidos, propone interrogantes; en fin, abre nuevas vías a la investigación, pues los deseos de profundizar jamás se sacian. Persisten, una y otras, en infinitas razones y en la pasión de ser mejores personas todos los días.

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos