El fin estratégico de la complicidad

Filmes clásicos y contemporáneos transmiten ideas, pensamientos y sensaciones disímiles a los espectadores que se mantienen frente ante la pantalla televisual


Visibilizar las ideas, el ingenio, los puntos de vista y las estéticas de las mujeres cineastas en la pantalla grande continúan siendo reclamos reiterados en La Habana, donde artistas, técnicos y decisores, protagonizan diálogos y debates cada diciembre, a propósito del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. La 44 edición del esperado encuentro retomó esa urgencia enfocada en llevar acciones concretas a las producciones cinematográficas.

Sintonizó el apremiante asunto la TV Cubana al transmitir filmes de guionistas y realizadoras inquietantes, que asumen temáticas, estilos y complejas meditaciones dramatúrgicas sobre la construcción de lo real.

Sobre esto dieron fe películas vistas en Multivisión, entre otros canales: Danzón, dirigida por María Novaro, Camila, joya exquisita de María Luisa Bemberg y La ciénaga, un legado de Lucrecia Martel, transgresora en la experimentación con los recursos dramáticos.

Precisamente, ella devino paradigma en el escenario cinematográfico latinoamericano desde 2001. Al recrear visiones no usuales del sistema de encuadres, el espacio off, los usos del sonido, las líneas dramáticas y las situaciones superpuestas.

Inteligente, sagaz, propositiva, vuelve una, otra vez a la memoria, redescubre conceptos del tiempo y del espacio. Conjuga sutilezas, violencia, sensibilidad y la confrontación entre distintas etnias y clases sociales.

Hoy, ante tales remembranzas, descuellan mujeres enfrascadas en disímiles peleas por hacer cine. Muchas promueven el lenguaje de género, la necesidad de mostrar las desigualdades, la utopía, los derechos humanos. En fin, aportan quehaceres perceptivos de lo nuestro, lo universal, y las emociones para articular la comunicación con públicos sin distinciones de edades o sexos.

Ellas advierten miradas lacerantes o gritos ahogados. Son conscientes del valor de ambos gestos y captan su sentido en relatos, personajes, conflictos añejos y contemporáneos.

De alguna manera plantean otras formas de contar historias. Esta prioridad exige dominar especialidades decisivas en el proceso narrativo: dramaturgia, actuaciones, puestas en escena. Ninguna admite improvisación. Inciden al elegir el género dramático y el desarrollo de la frase matriz del filme.

Los públicos no “leen” explícitamente la moraleja de un relato, esta debe expresarse mediante valores icónicos y lingüísticos, incluso mediante silencios quedos, agresivos, largos.

Reflexionemos, el ejercicio parlante tiene notables connotaciones sociales y culturales en las audiencias.

Sobre esto llama la atención Idania Martínez Grandales, locutora, docente de voz, dicción y lingüística.

La profesora Idania Martínez Grandales defiende el ejercicio de la palabra, la creación y el pensamiento en los medios audiovisuales./ Yasset Llerena.

“Es preciso vincular el lenguaje de lo escrito con lo dicho. El pensamiento, la palabra y la creación son fundamentales en filmes latinoamericanos donde reconocemos nuestra manera de hablar y expresarnos con claridad, variedad y riqueza expresiva”.

Ciertamente, el objetivo del arte no es solo crear la vida del espíritu humano del papel a interpretar, sino también transmitirlo externamente en forma artística.

Por eso ha sido oportuno activar el fin estratégico de la complicidad entre el cine y la televisión. Ver en la pantalla doméstica filmes clásicos y contemporáneos. Así como obras de mujeres quizás poco conocidas por los más jóvenes.

Nunca lo perdamos de vista, al profundizar en la realidad cada artista la convierte en soporte de significaciones humanistas, edificantes, íntimas, sociales.

Las ficciones llevan implícitas teorías filosóficas, que deben ser desentrañadas en un corpus general.

Nunca puede faltar la inteligencia lectora al interpretar contenidos y signos visuales. Ambos alcanzan su clímax en narraciones concebidas para explorar pensamientos, conciencias y sueños de los humanos.

El manejo de la libertad creativa no es un don, se construye. Las artes intercambian indicios, metáforas, elipsis, preguntas, incitan niveles temáticos, estéticos y expresivos.

Nunca puede perderse el deseo de encontrar nuevas vías para cuestionarnos quiénes somos, qué ansiamos, cómo vamos a seguir adelante. Los antiguos griegos desconocían el término crear, les bastaba con hacer. Esta, en definitiva, es una palabra de orden y de acción.

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