Foto./ @nayibbukele
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En El Salvador el poder se llama Nayib Bukele

El mandatario arrasó en las elecciones y regresa ahora con todo el poder para continuar con el régimen de excepción con el que logró transformar al país más peligroso del mundo en el más seguro del hemisferio occidental, según asegura


Lo tilda de autoritario, abusador, violador de los derechos humanos y hasta de dictador, pero pese a todas las opiniones —reales o no, eficaces o no— el pueblo salvadoreño lo reeligió en las urnas por una abrumadora mayoría. Nayib Bukele pulverizó a la oposición en los comicios y cuenta con todo el apoyo para mantener sus políticas.

  Unas políticas —repudiadas por algunos, criticadas por otros y aplaudidas por una inmensa mayoría— que catapultaron a El Salvador hasta el sitial de país más seguro de Centroamérica, después de décadas en las que sobrevivir en esa nación era un verdadero privilegio.

  Bukele, de 42 años, se convirtió en un fenómeno global por haber desactivado a las pandillas y transmitirlo en vivo por Twitter, Instagram, Facebook y TikTok.

  Eso le valió el sobrenombre del “presidente milenial”, una imagen que le gusta cultivar. Nadie imaginaba hace cinco años, cuando ganó las elecciones por primera vez, que se convertiría en un mandatario todopoderoso que gobernaría bajo un régimen de excepción, una medida radical con la cual logró sacar el Ejército a las calles, llenar las cárceles de maleantes y pacificar los barrios que durante décadas estuvieron en manos de las maras, el grupo pandillero más peligro de toda la región.

  Ahora volvió a revalidar su mandato hasta 2029, logró  aplastar a la oposición y la dejó reducida a cenizas.

Aunque aún no están oficializados los resultados, por algunas dificultades en los conteos, todos los indicios, y sus propias cuentas, le otorgan mucho más de 80 por ciento de votos. Y que nadie lo dude…  Su mano dura, durísima, contra la inseguridad y la delincuencia tiene el respaldo de una mayoría, y ahí radica justamente su crecimiento de más de treinta puntos en relación con las presidenciales de 2019, en las que ganó con 53 por ciento.

 Además, apartó de un solo golpe y le sacó ocho veces más votos a los dos partidos siguientes, Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional—la izquierda clásica— y Arena —la derecha de toda la vida.

Y por si fuera poco, su partido, Nuevas Ideas, arrasó también en la Asamblea Legislativa, donde contará con 58 de los 60 diputados, lo que le permitirá continuar el tiempo que quiera con el régimen de excepción gracias al que desarticuló cientos de pandillas y envió a prisión a más de 70 mil personas.

Irradiando métodos

 Un buen número de mandatarios del mundo felicitaron al ganador. Algunos lo hicieron con segundas intenciones, otros porque lo admiran y ven en él el temple que necesitan para acabar con el principal tema que aqueja a muchas naciones vecinas en Latinoamérica: la inseguridad.

 El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, le felicitó también, pero al mismo tiempo, en algo que no parece casual, añadió que espera que se siga dando prioridad “a la buena gobernanza, la prosperidad económica inclusiva, las garantías de un juicio justo y los derechos humanos”.

 Bukele mantiene una relación distante y sin compromisos con Washington y con la institucionalidad occidental. Solo se limitó desde que llegó al poder en 2019 a responder airado a comentarios cuestionadores generados desde allí sobre  su supuesta deriva autoritaria. En cambio, se acerca a China, que financió en su país la construcción de una Biblioteca Nacional espectacular, con aire modernista, iluminada de noche en el horizonte de San Salvador.

 A su juicio, las políticas que Estados Unidos y Europa intentaron implantar para reducir años atrás la violencia resultaron un fracaso y solo hicieron crecer el crimen organizado.

En El Salvador, suele repetir, no mandan las ONG, ni los medios de comunicación, ni instituciones extranjeras. Allá implementó él solo su “receta salvadoreña”.

 Sus vecinos latinoamericanos le aplauden e intentan “copiar” sus políticas. Candidatos y presidentes lo mencionan como ejemplo y hubo incluso hasta quien acuñó un término para describir su fórmula: el “bukelismo”.

 Ni a la izquierda ni a la derecha podría situarse a Bukele. A juicio de analistas, este carismático y autoritario joven de chaqueta de cuero y gorra colocada al revés es un populista pragmático, porque establece sus relaciones y decisiones según los intereses inmediatos. 

 El día de la victoria, el ganador apareció en el balcón presidencial pasadas las diez de la noche. “Este día El Salvador rompió todos los récords de todas las democracias en todas las historias del mundo”, dijo con tono grandilocuente.

Bukele regresa a aplicar sus propias recetas y auguró tiempos aún mejores. El Salvador queda de nuevo en sus manos.

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2 comentarios

  1. Impresiona que el 82.5% de la ciudadanía, en democracia, haya votado por Nayib. Constituye, en democracia, la votación más alta nunca registrada, repito, en democracia.

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