«La literatura ha estado siempre conmigo»

BOHEMIA se acerca a un novel escritor cabaiguanense, Roberto Javier González, una de las voces más prometedoras de las letras jóvenes cubanas

Por. / Alexey Mompeller y Lisandra Gómez Guerra


Roberto J. González (Cabaiguán, Sancti Spíritus).

Graduado de Contabilidad y Finanzas sobresale hoy en el panorama de la joven literatura cubana al ganar recientemente dos sendos premios que se robó varios titulares, la Beca de Creación Literaria «La noche boca arriba» de la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo, y el Concurso Bustos Domecq, en Camagüey.

Les compartimos algunos fragmentos de su narrativa y poesía.

***

«En algún lugar de la tierra«

(fragmento)

Detiene los bueyes y observa el surco que acaba de formar en derredor de la siembra. Separa el campo viejo de caña del nuevo, han sido plantados de forma contigua de manera intencional, así se ahorra el tiempo y el trabajo de trasportar las cañas que son destinadas para semillas a unos cuantos metros de distancia. Antes, esta labor era fácil de hacer cuando se conseguía petróleo y el tractor estaba siempre disponible, pero ahora todo es diferente, Bandolero y Comandante son viejos, al escuchar los resuellos de los animales unidos por el yugo sabe que ya no están para muchos trajines.

Comienza a caminar. Transita el cuadrado que sirve de prisión invisible para la siembra que está a punto de morir. Busca cualquier nexo entre lo verde y lo amarillo, entre las espigas frondosas y la hojarasca que pueda representar un peligro. En varias ocasiones quita de en medio cogollos secos que están sobre el carmelita de la tierra y los devuelve a aquella zona que pronto desaparecerá. 

Félix esperaba una tarde como la de este domingo desde hacía varios días. Su finca está condenada a la sequía desde hace mucho. Cada vez que se forma una nube preñada de agua, el viento hace de las suyas y se la lleva hasta las montañas, donde hace tiempo llueve todas las tardes. Lo peor no es que el aire se las lleve, es que se queda como un muchacho malcriado que se burla de sus travesuras y no está tranquilo, mueve las pencas de las palmas, arrastra el polvo de un lugar a otro y le recuerda con ese olor a tierra mojada que fue él quien le robó el aguacero. Hoy no es así. Apenas regresó de llevar a su hijo y a su nieta a la ciudad, guardó el Minsk —quizás por mucho tiempo pues la gasolina también comienza a escasear— y emprendió con los preparativos porque la tarde estaba tranquila y el viento, de vacaciones.

Cualquiera podría pensar que prender fuego a un cañaveral casi extinto, donde solo quedan los troncos cubiertos por las hojuelas muertas que traquean al caminar sobre ellas, es cosa fácil, pero él sabe que no es así. También conoce que hay que estar preparados para cualquier evento y es por ello que primero coge la mochila de fumigar que llevó consigo desde la casa y va rumbo al arroyo. No puede llenarla por completo, ya no, es demasiado peso y su corazón hace unos meses le avisó de la peor forma que no quiere continuar con el trabajo de bombear sangre.  

Catorce días lo tuvo ese corazón indolente en el hospital, sobre una cama, viendo morir a algunos de los pacientes que lo acompañaban con padecimientos semejantes al suyo. Jornadas que parecían eternas y donde solo escuchaba el pito de aquella máquina que aún en ocasiones lo atormenta por las noches. Desde entonces tuvo que dejar de fumar y limitarse en los trabajos del campo, pero cómo hacer esto último cuando se está tan solo con una finca que vive en su espalda y en ocasiones parece infinita.

***

Un poema que comparte el autor para el público lector:

Flores

Sin darme cuenta

dejé de respirar.

No me hace falta.

Ahora mis pulmones

—antes llenos de nicotina—

están cubiertos de flores.

Descubrí que el aire sobra

cuando se respira polen

y la sangre se llena de pétalos.

***

Grafiti

Para Mildrey Alfonso Bacallao,

por la confianza.

Llevo trece tatuajes

—número casual—

sobre una piel

que no conoce el mundo.

Trato de engañar

con estas marcas

a la vida

para jugar a ser alguien.

a jugar a ser alguien.

. Ver más: Roberto J. González: ¿un escritor-campesino o un campesino-escritor?

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