Inflación… llenando la copa

La falta de divisas para asegurar procesos agroindustriales tan importantes como la zafra azucarera volvió a incidir en los magros resultados de la pasada contienda. Esos saldos agregan una gota más a la crisis inflacionaria que sacude a Cuba.

Por un lado, los precios del azúcar en el mercado informal suben como la espuma ante el déficit de oferta. Una libra oscila ya entre 50 y 70 pesos. Por el otro, la macroeconomía siente esa caída. Millones de dólares se fueron a bolina ante el incumplimiento de las exportaciones previstas.

 Sin embargo, no solo el desplome azucarero atizó las llamas de la especulación. El pasado año decrecieron otros rubros de la actividad productiva, particularmente en el sector agropecuario, a contra pelo del paquete de medidas anunciadas desde abril para revitalizarlo. Igual cayeron en picada el Comercio y las manufacturas de bienes personales.

El primer semestre de 2022 mostró ligeros ribetes de recuperación en cuanto a los volúmenes de viandas, hortalizas y litros de leches entregados por las bases campesinas. Pero aún muy lejos de satisfacer la demanda. Una bolsa de leche en el mercado informal se cotiza entre 1000 y 1300 pesos. Un cartón de huevos no baja de los 700. Eso, si logra “pescarlos”.

La especulación en Cuba es un pulpo con tantos tentáculos que nada queda incólume: ni los productos alimenticios de primera necesidad o de aseo; ni las prendas de vestir o calzar; ni los servicios gastronómicos estatales o privados; ni la “cuchillada” de los boteros; ni los materiales de construcción o el valor de las casas…Los medicamentos en falta solo aparecen con cifras astronómicas. ¡No hay bolsillo que resista!

Según Alejandro Gil Fernández, vice primer ministro, la inflación ha crecido en un 28 por ciento, al comparar el primer semestre de 2022 con igual periodo del año anterior. Más allá de la espiral inflacionaria internacional, en Cuba se mantienen intactos —desde que se realizaran los ajustes al diseño de la Tarea Ordenamiento— los precios de servicios vitales como electricidad, agua, gas. Igual sucede con los alimentos de la canasta familiar normada y los medicamentos. Es una verdad irrebatible.

Sin embargo, el cálculo de la inflación, a partir del incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPC), sigue arrastrando distorsiones en Cuba. “Nosotros estamos tomando precios oficiales, pero todos sabemos que hay productos que una parte de la población no los adquiere a esos precios, porque hay un colero que se mete en medio y revende los productos.

“Por ejemplo, la inflación del precio del pollo es cero oficialmente, pero cuando hay reventa ese precio se incrementa por los revendedores”, precisó Gil Fernández en el plenario de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Si conocemos que estos fenómenos marcan el día a día de la población, ¿por qué siguen sin incorporarse a la hora de calcular el crecimiento real del IPC? Si los tentáculos de la especulación son evidentes, tangibles, ¿cómo entender entonces que la inflación acumulada en los primeros seis meses del actual año solo sea de un 13,4 por ciento?

La Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), encargada de realizar la medición del IPC parte de una canasta de bienes y servicios de referencia totalmente envejecida, data de 2010 cuando aplicaron la encuesta a los hogares.

Gastos importantes en los que incurre la población cubana no se tienen en cuenta. Por ejemplo, telecomunicaciones, compra-venta de viviendas y equipos motores, turismo interno o hacia el exterior. 

Mientras continúan “oscurecidos” los cálculos y las cifras, somos testigos del desmoronamiento de los ingresos provenientes del trabajo, las pensiones por jubilación y las prestaciones monetarias de la asistencia social. Gota a gota se va llenando la copa.

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