Foto./ Yasset Llerena.
Foto./ Yasset Llerena.

La estética, ¿preterida o privilegiada?

Pensemos esta problemática de notable repercusión al concebir visualidades en el medio televisual, en espacios institucionales y públicos


Al parecer, todo nos interesa, aprendemos ante lo feo y lo bello, la comedia y la tragedia, las conductas positivas, incluso los errores. Son motivaciones compartidas por generaciones en Cuba y el mundo. Los humanos establecen acercamientos mediante cualquier vía y, además, le piden a la TV tradicional, informe, eduque, instruya, entretenga. Los imaginarios individuales y colectivos tienen en esa pantalla referencias imprescindibles al construir los procesos formativos del gusto y de los saberes.

Influye en estos caminos la estética, pero no solo en la acepción de sentir y percibir a través de los sentidos y la intuición sensible, sino desde la actividad social, el contexto histórico y las jerarquías simbólicas.

Así lo evidencia la edición 32 de la Feria Internacional del Libro, pues continúa viaje por todo el país y hasta el 24 de marzo privilegia tanto un diverso panorama editorial como manifestaciones artísticas en canales televisuales donde confluyen series, informativos, revistas, telenovelas, producciones nacionales e internacionales, géneros y formatos.

De acuerdo con el filósofo estadounidense Arthur Danto: “La diversidad de obras impide que ahora haya un relato único capaz de englobar todas las posibilidades de hacer arte”. Los productos comunicativos son incluidos en espacios dirigidos a públicos heterogéneos. Cada equipo creativo debe ser consciente de la semántica (qué muestra) y de la sintaxis (cómo lo construye) en presentaciones en vivo y grabadas. Nunca lo perdamos de vista, controvertidos universos temáticos, violencias y colonizaciones culturales circulan por doquier.

En cualquier circunstancia la estética merece ser privilegiada, nunca preterida. El consumo cultural participativo es apropiación, recepción y uso. La TV cubana brinda múltiples posibilidades de incorporar ricas gamas de estilos en sus emisiones. Estas se deben aprovechar al ubicar las cámaras durante el registro audiovisual de exposiciones, conciertos, conferencias magistrales o puestas ficcionales.

¿Existe una fórmula única para estudiar en profundidad el tejido social, las tendencias artísticas y la expansión de las industrias del entretenimiento? Pensemos en los infinitos senderos por transitar. La inteligencia lectora, lo aprehendido, el deseo de encontrar hallazgos devienen imperativos de nuestra época.

El lenguaje televisual tiene en el plano fotográfico el componente principal. Su diseño combina luces, sombras, perspectiva, composición, presupuestos intencionales concebidos por la directora o el director del programa y los creativos implicados en lograr resultados artísticos.

Existe un sistema de verdades y certidumbres impactado por el conocimiento científico y la técnica. El asunto compete a los expertos y también, por qué no, al espectador crítico interesado en comprender las matrices culturales, el ejercicio personal, propositivo de guionistas, realizadores, productores, actrices, actores; en fin, todos los involucrados en la relación dialógica propuesta.

Construir la mirada y aprender a ver implica razones, dudas, añoranzas, palabras, visualidades. Siempre somos interrogados, aún sin percibirlo. Los silencios parlantes provocan en la memoria y en el alma sensaciones de haber vivido experiencias, aunque sean ajenas. Poéticas disímiles dicen al establecer órdenes familiares y sensoriales. Esto quiere decir, o por lo menos lo intenta, que la praxis del arte prevalece en el cosmos de la cultura inagotable al modo de una catedral inmensa, provocadora, abierta al descubrimiento perenne.

El decursar de la historia trasciende la sucesión de acontecimientos y penetra la dimensión humana de la sociedad. Reflexionemos sobre el avance por caminos fértiles todavía sin desbrozar. Necesitamos atractivos espectáculos musicales, narraciones creíbles, conmociones profundas para comprendernos mejor en solitario y en familia. Desde la llamada pequeña pantalla alguien nos habla. Su impacto tiene que ser extraordinario, estético, culto, ameno, decididamente disfrutable.

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