Foto. / Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia
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La gratitud en el triunfo

Arribamos al aniversario 65 de la primera visita del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a Venezuela entre el 23 y el 26 de enero de 1959, invitado a participar en los festejos por el primer aniversario del derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Ocasión en que Fidel ofrece su agradecimiento al apoyo material y moral brindado por los venezolanos a la causa de la libertad cubana


El 23 de enero de 1959, desde temprano, unas 30 000 personas entusiasmadas desbordan el aeropuerto de Maiquetía en Caracas, Venezuela. A la 01:25 de la tarde, desciende por la escalerilla del avión, que lo conduce desde La Habana, el líder de la Sierra Maestra: la numerosa multitud grita enardecida: “¡Viva Cuba! ¡Viva Venezuela! ¡Viva Fidel!”.

Una numerosa multitud recibe al líder rebelde en el aeropuerto de Maiquetía. / Archivo de BOHEMIA

Lo acompañan Celia Sánchez Manduley, Pedro Miret Prieto, Francisco Cabrera Pupo, Paco, Violeta Casals, Luis Orlando Rodríguez, entre otros compañeros. Llegan en una nave de matrícula venezolana. Al frente de la tripulación, el capitán Julio Araque. Por motivos de seguridad el avión no transitó por la ruta habitual; enfiló rumbo a Gran Caimán, bordeando la costa de Colombia hasta arribar a Caracas.

Fidel escribe en su libro La contraofensiva estratégica: “Recuerdo que el 8 de diciembre [1958] aterrizó en Cienaguilla al oeste del firme de la Maestra, un avión procedente de tierra venezolana con un alijo de armas que enviaba a nuestro Ejército Rebelde la Junta Patriótica Militar que había derrocado el 23 de enero de ese año a Marcos Pérez Jiménez en Venezuela […].

“Para expresar el agradecimiento infinito de Cuba a Wolfang Larrazábal, protagonista del gesto, le escribí una carta, –dice en una de sus partes: ‘A la satisfacción que ha de producirle el beneficio que de mano suya recibe este pueblo que tanto quiere al suyo y lo admira a usted, puede añadir la seguridad de que muchos cubanos buenos, combatientes de una causa justa, dispuestos a hacer por Venezuela lo que hacen por Cuba, le deberán la vida porque lo que se recibe en armas se ahorra en sangre, y esto, yo que he visto caer a tantos compañeros entrañables, siempre los mejores, se lo agradeceré eternamente’”.

Luis Báez, quien formó parte de la delegación oficial como corresponsal, describe en su libro Fidel por el mundo: “Así van pasando las horas. Cuando se divisa la silueta maciza de la cordillera andina, Fidel se sitúa en la cabina de mando junto al capitán Araque.

“Es mediodía, y ante sus ojos aparece resplandeciente la capital venezolana, y el jefe de la Revolución Cubana exclama: ‘¡Ah! Si La Habana hubiera estado rodeada de esas montañas la guerra no hubiera durado tanto tiempo’”.

Antes del aterrizaje, Fidel trasmite un saludo: “Esto, más que un mensaje, es la expresión del extraordinario momento que estoy experimentando. He quedado deslumbrado con el panorama que me ofrece la ciudad de Caracas. Cuando volamos por sobre los cerros caraqueños me daba la impresión que estaba en la Sierra Maestra […]”.

Leyendo una nota publicada en el diario La Razón, un locutor venezolano comenta: “Hoy vive el pueblo venezolano su emoción más profunda y martiana. Un hijo de Cuba, de la misma pasta del Apóstol y de la contextura batalladora de Maceo, viene a compartir con nosotros el aniversario del 23 de enero. Y viene después de haber realizado la hazaña libertadora y libertaria más asombrosa de nuestro tiempo americano”.

Momentos de la llegada de Fidel. / Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia

Carteles con consignas de apoyo a la Revolución Cubana y banderas latinoamericanas se combinaron al paso de la delegación por la autopista que enlaza Maiquetía con Caracas. Primero asistieron al elegante restaurante El Pinar, donde la Junta de Gobierno le ofrece un almuerzo. Más tarde, en la Plaza Plaza O´Leary, en el conjunto residencial El Silencio, de aquella ciudad. Ante la enorme multitud que lo vitoreaba, Fidel pronuncia un emocionante discurso de dos horas. Expresó su júbilo y las razones por las que estaba en Caracas, que fue agradecer su solidaridad: “Por eso, hermanos de Venezuela, este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a quienes no han hecho sino recibir favores de ustedes; este homenaje que se le rinde a una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano, este homenaje es el favor más emotivo y el favor más grande que en ninguna circunstancia pueda haber recibido nuestro pueblo”.  

Para muchos revolucionarios del Movimiento 26 de Julio, y de otras organizaciones, durante los años de cruda dictadura batistiana, Venezuela fue para ellos una segunda patria, donde encontraron colaboración para desplegar distintas formas de lucha en apoyo a los que luchaban en nuestro país. Un ejemplo de ello fue el montaje de la planta Indio Azul que replicaba las trasmisiones de Radio Rebelde.

En sus palabras, Fidel les dio además una panorámica de la lucha libertadora de Cuba, defendió el derecho de enjuiciar a los criminales que tantas vidas arrancaron a una noble nación y abogó por la unidad latinoamericana: “… ojalá que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”.

Al mediodía del día 24 asistió a una sesión en el Parlamento venezolano con un único punto del orden del día: recibir a Fidel. El doctor Domingo Alberto Rangel, diputado por el Partido Acción Democrática, expresó: “Estamos recibiendo a un hijo de Venezuela porque Fidel Castro tiene carta de naturaleza en nuestro país […] Venezuela sabe valorar la Revolución Cubana, su valor y su firmeza; y que la solidaridad hacia Cuba no es de palabras, porque sale del corazón y quiere juntarse con los cubanos para hacer de Venezuela y de Cuba, no dos patrias, sino una misma patria”.

Le sigue Wolfgang Larrazábal: “Hoy estoy hablando como un venezolano más que se siente feliz y dichoso porque aquí se encuentra el líder máximo de la Revolución Cubana, que vino a compartir con nosotros estas horas de felicidad. Durante todo el día de hoy he estado acompañando a esta máxima figura americana, al ‘relámpago’ de la Sierra Maestra. Venezuela es hoy una tierra que pueden visitar estos hombres insignes de América”.

Fidel por su parte le expresó a los parlamentarios: “Creo que vale la pena sacrificarse por las cosas grandes, que todos los políticos, los revolucionarios de América nos sacrifiquemos por cosas grandes, que pongamos la vista en fines más altos; que, por lo pronto, empecemos a hablar de estas cosas que parecía como si los hombres públicos tuvieran vergüenza de hablar de ellas ¡Parecía como si los hombres públicos tuviésemos vergüenza de hablar de las ideas de Bolívar, de Martí y de los grandes hombres de América!”.

El Comandante recibe una boina en la Universidad Central de Caracas. A su lado el contralmirante Wolfgang Larrazábal. / Archivo de BOHEMIA

Otro sitio inolvidable de su visita fue la Universidad Central de Venezuela, hacia donde se dirigió más tarde. Los estudiantes, concentrados en el anfiteatro, manifestaban su júbilo; era una experiencia única para ellos. El Rector anunció la creación del Comité por la Liberación de Santo Domingo y propuso una colecta de fondos destinados a la lucha contra el dictador Trujillo. Los primeros en contribuir fueron Fidel Castro y el contralmirante Wolfgang Larrazábal. Una muchacha del Orfeón Universitario le entregó una boina al Comandante, quien la sustituyó por su gorra militar, gesto que arrancó nutridos aplausos.

Entre los invitados está el poeta chileno Pablo Neruda. Luis Báez describe: “[…] se encamina al podio para leer su poema ‘Un Canto para Bolívar’. Antes, expresa sus sentimientos: ‘En esta hora dolorosa y victoriosa que viven los pueblos de América, mi poema, con cambios de lugar, puede entenderse dirigido a Fidel Castro, porque en las luchas por la libertad cada vez surge el destino de un hombre para dar confianza al espíritu de grandeza en la historia de nuestros pueblos’. Cuando Neruda concluye se dirige a la mesa presidencial. En los momentos en que saluda a Fidel exclama: ‘Si algún día se escribe la historia de este poeta quiero que se diga que una vez vio, habló y estrechó la mano del genuino libertador de Cuba’”.   

Fidel fue escuchado con mucha emoción: “A los estudiantes, que tan extraordinariamente han honrado a nuestro pueblo en la tarde de hoy, quiero decirles, para finalizar, una cosa: tengan la seguridad de que somos hombres conscientes de nuestra responsabilidad con nuestra Patria, de nuestra responsabilidad con los pueblos oprimidos y de nuestro deber ineludible de solidaridad con todos los pueblos del continente americano; que somos revolucionarios, y que ser revolucionario no es llamarse así como se llaman muchos. Ser revolucionario es tener una postura revolucionaria en todos los órdenes, dedicar su vida a la causa de los pueblos, dedicar su vida a la causa de la revolución de los pueblos, a la plena redención de los pueblos oprimidos y explotados”.

El domingo 25 Fidel se trasladó en un teleférico –el único transporte disponible–, hasta el hotel Humboldt, situado en la cúspide del cerro El Ávila, un sitio fastuoso desde donde disfrutó una vista colosal de Caracas, y la cercanía de las montañas debió recordarle los parajes donde respiraba heroísmo guerrillero.

Esa noche, durante dos horas y 10 minutos, Fidel hizo una visita privada a Rómulo Betancourt, triunfador en las recientes elecciones presidenciales. Aclaró que la visita era un gesto de elemental cortesía, al no tener carácter oficial ni formar parte de un cometido diplomático.

Fueron cuatro días muy activos de la delegación cubana cargados de admiración, donde las dos naciones, bajo el impulso de la obra de Martí y Bolívar, se llamaban a consolidar la unidad, a la solidaridad y al accionar por un mejor futuro. Así lo describe Fidel: “Llevo en mi mente grabada la imagen de estos actos. Llevo en mi corazón el impacto de las multitudes que he visto reunirse allá y acá. Llevo dentro de mí toda esa fe que las multitudes son capaces de inyectarles a los hombres. He hablado hechos más que palabras, repito aquí, hechos como los que estamos haciendo los cubanos, y las palabras también, cuando las palabras sean necesarias, como hemos hecho los cubanos, como han hecho los venezolanos”.

A la 1:00 de la madrugada del martes 27, Fidel se encuentra en el aeropuerto de Maiquetía con su comitiva preparándose para el regreso. Tuvieron que lamentar la dolorosa pérdida del comandante Francisco Cabrera Pupo, Paco, al ser golpeado en la pista por la hélice de una nave. Un destacado combatiente en la Sierra Maestra, lo demostró en varios combates, primero en la Columna No. 1 de Fidel y después en la Columna No.4 dirigida por Ernesto Che Guevara.

En pleno vuelo, mientras revisan los diarios caraqueños, El Nacional destaca unas palabras de Fidel en su discurso en la Plaza O´Leary, en el conjunto residencial El Silencio: “¡Ojalá que el destino de nuestros pueblos sea un solo destino! ¿Hasta cuándo vamos a estar en el letargo? ¿Hasta cuándo divididos, víctimas de intereses poderosos? Si la unidad de nuestros pueblos ha sido fructífera, ¿por qué no ha de serlo más la unidad de naciones? Ese es el pensamiento bolivariano. Venezuela debe ser el país líder de los pueblos de América. […]”.

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Fuentes consultadas:

El libro: Fidel por el mundo, de Luis Báez, y discursos pronunciados por Fidel el 23 de enero de 1959 en la Plaza O´Leary, en el conjunto residencial El Silencio y el 24 en el Parlamento y la Universidad Central de Venezuela.

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