Colombia vive un acontecimiento inédito y complejo. Acaba de protagonizar las elecciones más raras de su historia, en las que todo apuntaba a un balotaje en el que se medirían la izquierda, que jamás ha podido acceder al poder, y el tradicionalismo de “los mismos de siempre”.

No obstante, el tan esperado cambio político ha tenido lugar en el país. La clase dominante colombiana, con todo su liderazgo histórico, sus partidos, sus medios de comunicación y sus instituciones, unida en torno al candidato Federico ‘Fico’ Gutiérrez, ha salido derrotada y no ha conseguido ni siquiera una cuarta parte del electorado en esta primera vuelta, cómo se había previsto.

En lugar de ello, emergió el tercer candidato, Rodolfo Hernández, un político xenófobo, misógino, acusado de corrupción, calificado de populista de centro, un líder a todas luces incorrecto y poco usual. Logró el segundo lugar, con 27 por ciento de los votos, lejos de Gustavo Petro, que obtuvo el 40 por ciento de los sufragios, pero ya, de cara al 19 de junio, se ha ido acercando peligrosamente en las encuestas.

Petro se convirtió en el primer político de izquierda pura que gana una ronda electoral en Colombia: con 8,5 millones de votos superó incluso su propio récord, alcanzado hace cuatro años, cuando perdió la segunda vuelta con Iván Duque. El Pacto Histórico de Gustavo Petro, primero en las encuestas desde hace meses, tiene que lidiar ahora con este político totalmente opuesto a él.

Ambos candidatos representan una agenda de cambio drástico, pero de manera distinta: Petro es un crítico del sistema, que pretende instaurar la democracia en el país y transformar radicalmente la economía, mientras que Hernández es un adalid contra «la politiquería de los que creían que serían gobierno eternamente».

El exalcalde de Bogotá se declaró victorioso, porque mostró una fuerza electoral histórica en esta tercera vez que intenta llegar a la presidencia.

Ganó en las zonas más desposeídas de Colombia y en la mayoría de los centros urbanos más importantes, como Bogotá, Cali y Cartagena. La coalición que encabeza, Pacto Histórico, aglutinó a numerosos sectores de izquierda y centroizquierda, mas no logró uno de sus objetivos centrales: ganar en primera vuelta. Le faltaron dos millones de votos.

El «cambio en primera», uno de los eslóganes de la campaña, no se dio y eso le complica el camino a la presidencia. De cara al 19 de junio Petro la tiene difícil. El desafío inmenso que afronta en las dos semanas que le quedan es el de buscar votantes bajo las piedras para reforzar su ventaja. El mayor esfuerzo lo tendrá que hacer entre ese 45,09 por ciento del electorado que se abstuvo de sufragar en primera vuelta.

Hernández tiene un reto no menor, aunque, como era de esperar, ya tiene ante sí el apoyo del perdedor “Fico” y sus votantes.  Esos mismos, que podrían darle entre tres y cuatro millones de votos adicionales, son los que han atacado su discurso de supuesta “ruptura” con la vieja política.

¿Quién es Rodolfo Hernández? Pues alguien situado en el otro extremo de lo que Petro defiende. Un producto “fabricado” por asesores que intentaron crear al perfecto “político diferente” usando redes sociales, verbos incendiarios, polémicos videos, discursos de antipolítica y prometiendo buenas dosis de mano dura.

Además, el candidato presidencial por la Liga de Gobernantes Anticorrupción tiene un expediente que pone en duda el nombre de su movimiento, ya que pudo haber usado buena parte de su dominio para favorecer sus propios negocios y a su entorno. Esa es la razón por la que tiene unas 30 causas judiciales abiertas por tráfico de influencias y presunta corrupción, una de las cuales tendría que enfrentar el 21 de junio, dos días después de enfrentarse a Petro en el balotaje.

Es un ricachón de 77 años que parece sacado de una tira cómica. Su fortuna la hizo vendiendo y comprando tierras en un país donde el acceso a la propiedad ha sido la fuente de las mayores disputas y desigualdades. Es admirador de Hitler y cree que las mujeres no se deben meter en política, porque su sitio es la casa. No se sabe los nombres de los departamentos del país que espera gobernar y dice sin sonrojarse que si llega al poder lo primero que va a hacer es declarar la conmoción interior y a gobernar por decreto.

Ha hecho carrera en las redes sociales. Especialmente en TikTok, donde ha sido tan significativo que se hace llamar el “rey del TikTok”, espacio en el que hace alarde risible de su espontaneidad, de su discurso polarizante y antipolítico. Tampoco parece tener problemas con hacer de su imagen un meme. “El Donald Trump colombiano”, como también le han dicho, parece una caricatura, pero es real.

Colombia podría tenerlo en la Casa de Nariño porque lastimosamente otra vez ese país demostró ese “miedo irracional” a todo lo que huela a izquierda. Poco importa que no posea un programa de gobierno, ni una hoja de ruta, ni que sea un demagogo que puede llevar a la nación a un vacío más profundo que aquel al que lo han lanzado el actual Iván Duque y sus predecesores. Tampoco incide que sea un populista que desprecia las instituciones, a las mujeres, que se dé el lujo de desacatar los fallos de la justicia y que crea que el país se puede manejar como si fuera su empresa.

Con tal de que pueda frenar a Gustavo Petro y salve a Colombia de “caer en las garras izquierdistas”, Rodolfo Hernández puede patear la democracia y será perdonado. Después vendrán los lamentos, los arrepentimientos.

Gustavo Petro y su Pacto Histórico las tienen difíciles: necesitan desactivar ese miedo a la izquierda que muchos analistas llaman “petrofobia” si quiere ser presidente de Colombia. Solo cuenta con 15 días para lograr esa proeza, y es bastante pedregoso el camino.