La universidad libre

Fue concebida por Mella como una institución en permanente reforma, convenida por obreros y estudiantes para forjar hombres cultos con ideología renovadora


Octubre de 1923. En un día verdaderamente épico para la memoria universitaria, afincada en el estrado, una estampa atlética y gallarda, de saco y pantalón de franela, de mentón voluntarioso y mirada resuelta, erguida la cabeza sobre la cual flameaba una melena rebelde, rompió a hablar con gesto cautivador y libre, la voz grave y apasionada revelaba un peculiar seseo, y altivo el índice, como batuta guiando el concierto de palabras. La atmósfera, en el Aula Magna, tenía la rúbrica de un relámpago. Para cuando el orador terminó su torbellino de ideas, aclamado por todos, la muchachada enardecida pugnaba por estrecharlo en abrazos.

Julio Antonio Mella fue el alma de aquel Primer Congreso Nacional de Estudiantes, al que asistieron 128 delegados del 15 al 28 de octubre. Su presencia nivelaba de maravilla su tarea de comunicación urgente y múltiple, que sirvió para redondear la definición política en la efervescente mentalidad universitaria. Mella, quien había ingresado en la Facultad de Derecho en 1921 tras graduarse de Bachiller en el Instituto de Pinar del Río, cimentaba su extraordinaria carrera de paladín generacional.

La coyuntura era de lucha, febril y diaria. Frente al gobierno calamitoso de Alfredo Zayas los estudiantes marcharon a la vanguardia de las masas. Acciones vibrantes y episodios trascendentes marcaron el año. Encabezada por Villena en enero había ocurrido la Protesta de los Trece, según Marinello “la primera expresión política de nuestros intelectuales, como grupo definido”; el catedrático argentino José Arce y el filósofo peruano Víctor Haya de la Torre habían llegado a la Colina, como ecos emancipadores; la Reforma había conseguido sus propósitos inmediatos; y circulaban las publicaciones Alma Máter y Juventud –es en esta donde Mella suscribió la filosófica sentencia: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”.

El congreso vino a amplificar la resolución y el pensamiento del joven, quien a esas alturas estaba convencido de la importancia de los sindicatos para impulsar el movimiento revolucionario. Por eso, en este marco Mella formula, además de su célebre Declaración de Derechos y Deberes del Estudiante, el plan de fundar la Universidad Popular José Martí. Basada en el derecho universal a la educación, esta perseguía romper el hegemonismo cultural imperante y sembrar la cooperación entre obreros y estudiantes, a fin de consolidar en el futuro un frente unido entre la clase obrera y la intelectualidad.

Así se convertía de adalid estudiantil en dirigente de la lucha por la justicia social. Marxista de firme convicción, síntesis perfecta de ideología, audacia y abnegación, envuelto en leyendas y realidades heroicas, Mella tuvo la ensambladura armoniosa y contrastada del fundador. Tenía eso que llaman “ángel”, madera de héroe.

Conocido retrato tomado en la escalera del Palacio de los Torcedores, en Centro Habana, donde figuran los principales colaboradores de la institución./ Autor no identificado.

Como niña querida

Apenas dos semanas después del congreso estudiantil, en la noche del 3 de noviembre de 1923, fue inaugurada en acto solemne celebrado en el Aula Magna la Universidad Popular José Martí. El líder estudiantil la llamó “la niña querida de mis sueños” y expresó que sería una senda de luz para un mundo mejor del sector obrero y los desfavorecidos. Más de 400 trabajadores, fundamentalmente tabaqueros, ferroviarios, portuarios, azucareros y empleados humildes, colmaron la matrícula. El primer curso inició a las nueve de la noche del 20 de noviembre.

La institución promovía una visión culta, dúctil y antidogmática. Sus dinámicas se programaron en cuatro secciones: analfabetos, estudiantes de primaria, nivel secundario y conferencias sobre temas de interés… Las clases eran impartidas en horario nocturno, de manera gratuita y sin discriminaciones de ningún tipo.

El plan de estudios y los profesores se distribuyeron de la siguiente manera: Escuelas de analfabetos: Jaime Suárez Murias y Esteban A. de Varona. Escuela Nacional: Eusebio A. Hernández. Segunda Enseñanza: Geografía Universal y de Cuba, J. M. Pérez Cabrera; Historia de la Humanidad y de Cuba, J. A. Mella; Gramática y Literatura, J. M. Pérez Cabrera y Sarah Pascual; Psicología y Lógica, A. Bernal del Riesgo; Cívica, Manuel Borbolla; Historia Natural, A. Arce; Estudios Generales, Medicina de Urgencia e Higiene, Pérez de los Reyes; Homicultura, Maternidad y Profilaxis Sexual, Eusebio Hernández; Psicología y Biología, Gustavo Aldereguía; Ciencias Naturales, Eusebio A. Hernández; Economía Política y Social, Pedro de Entenza; Derecho Usual, Bernardo Valdés; Legislación del Trabajo, F. Pérez Escudero; Moral Antidogmática y Rudimentos de Ciencias de las Religiones, Alfonso Bernal del Riesgo.

Otras prominentes figuras de la época se irían sumando: Rubén Martínez Villena, Emilio Roig de Leuchsenring, Fernández de Castro, Luis A. Baralt, Arturo Montori, Alfredo Aguayo, Raúl Roa, José Zacarías Tallet y Alfredo López.

Recorte de prensa donde se notifica la apertura de la universidad proletaria./ Diario de la Marina, 4 de noviembre de 1923.

Foco peligroso

Sus casi cuatro años de existencia estuvieron llenos de toda clase de escollos. En un comunicado A los alumnos de la Universidad Popular y al pueblo de Cuba, firmado el 3 de agosto de 1924, el propio Mella reconocía el significativo deterioro de la matrícula; aunque, regido por su espíritu remero, intentaba a contracorriente salvar el proyecto académico con una desesperada convocatoria de recapitulación:

La Universidad Popular José Martí apenas cuenta un año de existencia, y ya marcha en sentido de renovación.

Esta institución formada por obreros y estudiantes libres, no puede estancarse como los organismos burgueses similares al nuestro.

Propagamos la cultura, sí, pero no la cultura hipócrita y oficial. Nuestra cultura y nuestros esfuerzos tienen como fin revolucionar las conciencias de los hombres de Cuba para formar una nueva sociedad, libre de los parásitos y de los malhechores que cuenta la actual.

En el pasado curso tuvimos que luchar con múltiples dificultades. El efervescente temperamento tropical hizo que esta labor en los comienzos tuviera muchos adeptos, pero pronto lo arduo de la obra nos trajo las primeras bajas.

La Reacción entronizada más tarde en la Universidad, el fracaso ruidoso de la Federación de Estudiantes –su casi disolución– al caer este organismo en manos de los jóvenes “sensatos”, “de orden”, etc., al abandonarlo el elemento renovador que realizó la Reforma Universitaria, por los cobardes temores de los jóvenes viejos y las intrigas y ambiciones de los mediocres que aspiraban a medrar, fueron las principales causas de la crisis por [la] que atravesó la Universidad Popular José Martí.

Un grupo de estudiantes verdaderamente idealistas sostuvieron la bandera de la cultura revolucionaria. Las huestes obreras permanecieron fieles a sus deseos de mejorarse, de emancipación del dominio de la cultura y el Primero de mayo, cuando se clausuró el curso, eran profesores y alumnos la mitad de los que comenzaron la sublime labor en noviembre; pero esa mitad era sincera y llena de fe en el triunfo de la campaña. Por eso era fuerte.

Ahora abrimos el Curso de verano el domingo 13 de julio y la Universidad Popular surge más potente y más prometedora. […]

Pero el ambiente continuó enrareciéndose con el auge de las fuerzas reaccionarias, los constantes sabotajes a sus actividades, y la ruptura de Mella con la FEU. Minados sus pilares fundacionales, a la Universidad Popular no le quedó más salida que rodar por distintas sedes gremiales. El tiro de gracia lo propinó el nuevo presidente Gerardo Machado, quien no tuvo la tolerancia de Zayas y, el 9 de junio de 1927, ordenó el cierre bajo la acusación de ser “un peligroso foco de propaganda comunista”.

Refugiado en México, ya decretarda la clausura, el gran iniciador resaltó: “Las aulas se han cerrado pero las páginas de los libros se abren. […] La Universidad Popular José Martí vive. Muchos han caído. Muchos más caerán. Pero todavía no se ha matado una sola idea, un solo principio”.

A pesar de su frustrada existencia, la Universidad Popular que honró al Apóstol de Dos Ríos –no fue un nombre al azar– se inscribió en los anales por su impronta innovadora, desafiante y sin precedentes. Con su visionaria misión, Mella fue el primero en advertir la realidad nacional. Rescató postulados pedagógicos de Martí y José de la Luz y Caballero en su afán de cambiar la vieja universidad por una nueva, fundada en la orientación científica del pensamiento, la formación del sentimiento, la cultura patriótica y la capacidad de responder a las exigencias de su tiempo.

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Fuentes consultadas

Mella 100 años, Ana Cairo; “La Universidad Popular José Martí en la órbita del pensamiento político de Julio Antonio Mella. Cuba, 1923-1927”, artículo de Yoel Cordoví; y Julio Antonio Mella. Documentos y artículos(Compilación).

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