Lluvias sirven la bandeja

El agua está ahí, en el manto y en embalses; la humedad en el suelo. Aprovecharlas es tan estratégico como no perder tiempo en el resarcimiento de los perjuicios causados


Mitad de junio y aún llueve. Atrás quedaron los días de intensas lluvias que tantos estragos dejaron sobre la piel de varias provincias, básicamente del oriente del país.

Seis fallecidos duelen más que todo lo inundado o que lo materialmente perjudicado por la irreverencia del agua.

Nadie discutiría que los daños fuesen superiores si no se contara con el sedimento cognoscitivo práctico de situaciones similares, en momentos anteriores o con la experiencia que durante años han aportado los Meteoros y otros ejercicios encaminados a enfrentar eventos naturales así.

Es cierto también que de tales entrenamientos se hubiera podido, y todavía se puede, aprender mucho más para concretar todo mejor, llegado el momento.

Estos apuntes, sin embargo, no pretenden formular una relatoría en torno a la intensidad de precipitaciones que al cierre de la primera decena de junio rozaban en la región central el 100 por ciento del promedio para el sexto mes del año, mientras en el Oriente superaban el 154 por ciento, ni tampoco enumerar perjuicios, sin duda significativos en viales, viviendas, cultivos varios, servicio eléctrico y de comunicaciones…

No podemos quedarnos solo con el daño que pueden haber causado las lluvias. A toda esa agua hay que sacarle el máximo provecho. / Pastor Batista Valdés.

Amplia información, datos, detalles e imágenes han ofrecido nuestros medios de prensa, no solo acerca de esos asuntos, sino también de acciones a favor de una rápida recuperación y de la solidaridad que momentos así suelen generar hacia las familias damnificadas, desde territorios menos afectados o sin daños.

Deseada o no, oportuna o inoportuna, exagerada o a la medida, la lluvia cayó (y cae aún, con menos agresividad) y ahí está su efecto sobre el suelo, sobre el manto freático, en ríos, arroyos y en el vaso de presas, y de otros embalses.

Así, la sequía –que durante meses constituyó factor real en determinados lugares y no es de dudar que también excusa, en otros, a la hora de examinar algo tan estratégico como la producción de alimentos– ha registrado un giro, a la postre favorable para quienes tienen la misión de hacer que la tierra dé los frutos que de ella tanto necesita el país.

Quienes alguna vez vivimos en el campo, o todavía es ese nuestro hábitat, sabemos muy bien que con la lluvia no solo saltan de alegría las ranas. Preguntémosle al verdadero productor.

Nadie negaría la escasez que signa al entorno agrícola en términos de combustible (para poder preparar tierras), fertilizantes, herbicidas, otros recursos e insumos.

Meditemos, no obstante, cómo se las ingenian muchísimos campesinos para, en medio de tales dificultades, rompiendo fango, muchas veces hasta descalzos… sembrar.

Como solía decir el tunero Róger Enrique Mastrapa “si no hay tractor se montea con buey”. / Pastor Batista Valdés.

Quien –pensando solo en tractores y tecnologías de punta– le dio un día las espaldas al buey, como también al arado criollo, al molino de viento, al humus de lombriz, al compost y a otros abonos orgánicos, difícilmente pueda hacer con el saldo de estas lluvias todo lo que potencialmente ellas permitirían sobre suelos que han estado “pidiendo agua por señas” o peor aún: totalmente improductivos, copados de malezas y marabú.

El panorama no debe haber variado mucho con respecto a cuatro años atrás cuando las estadísticas consignaban alrededor de un millón de hectáreas ociosas y no suficientes o eficientemente aprovechadas las consideradas en explotación.

A través de ese prisma, la máxima dirección del país ha hecho foco al examinar, de manera integral, comportamiento de precipitaciones, daños y acciones de recuperación a raíz de las recientes precipitaciones. 

No por casualidad el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha pedido que se realice un esfuerzo fundamental en la siembra de cultivos varios y de la caña de azúcar, aprovechando la humedad que ha dejado el evento.

Tal recomendación no puede ser para después. El momento es ahora para evitar que, por morosidad o falta de sensatez, se convierta en demasiado tarde o en nunca.

Quien jamás ha plantado un cangre de yuca o un canuto de caña, y solo ha ido a la placita a comprar viandas y frutas, puede tener una idea aproximada de lo que estamos diciendo. Quien se debe a la tierra y tanto le debe a ella conoce perfectamente el sentido de estos párrafos. Bota en surco y manos a la obra, pues.


CRÉDITO FOTO PORTADA

Pastor Batista Valdés.

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