Los molinos y Santa Bárbara

¿Estará consciente todo el mundo de que es un grave error esperar al trueno para comprender lo que debemos tener presente siempre, hasta bajo el más despejado cielo?


Una mezcla de curiosidad y de optimismo sentí días atrás, al conocer que en geografía tunera había comenzado el montaje de nuevos molinos de viento, como resultado de nexos con una entidad holguinera denominada Céfiros SURL.

La información, ofrecida por el telecentro Tunas Visión y reiterada por la televisión nacional, vinculaba dicho proceso al empeño del proyecto de Apoyo a la Intercooperación Agropecuaria (Apocoop), para una transformación de los modos de actuación y de los indicadores productivos, que conduzca cuanto antes al incremento sostenido que a gritos sigue demandando la producción de alimentos.

Parece que nos estamos acordando otra vez de los molinos –pensé. Y acto seguido acudieron a mi mente aquellos áridos años (tal vez un poco más que los recientes) cuando la intensa y prolongada sequía trajo aparejadas nefastas consecuencias para el ganado, los cultivos, la población…

Entonces, como suele suceder cuando truena, decenas, cientos de productores, especialistas, expertos, directivos miraron al cielo, recordaron a Santa Bárbara y volvieron a meditar acerca de los molinos de viento: esos gigantes esbeltos ante los cuales, en las circunstancias de hoy, hasta el mismísimo don Quijote y su escudero Sancho Panza se inclinarían en respetuosa reverencia.

Fue lo que hizo el campesino, Ricardo Lozada Peña, productor de leche allá en la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Roberto Caballero, de Puerto Padre, beneficiado por uno de los primeros molinos instalados en la zona semidesértica, próxima al mar, donde él sigue empecinado en ordeñar sus vacas y extraerle hasta leche a la tierra.

En muchas zonas hay que trasladar el ganado a notables distancias para que beba agua y se alimente.

Voluntades como esa recargan la energía humana interior de Roberto Medrano Ledesma, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños en la provincia, quien asegura que “esos recursos, destinados fundamentalmente al desarrollo ganadero, para el abastecimiento de agua a los rebaños y la siembra de alimento animal, deben contribuir a corto y mediano plazos a elevar la producción de carne y de leche”.

Mucha falta hace que así sea, pues de acuerdo con información publicada por el Periódico 26 el pasado mes de agosto, fuentes de la Delegación Provincial de la Agricultura indicaron que si bien el sector agropecuario tiene registrados ahora más de 1 000 molinos de viento, una parte de ellos están inactivos por dificultades en las máquinas o en la tubería.

No creo, sin embargo, que sean los tuneros quienes menos ponderen esa alternativa, incuestionablemente provechosa bajo cualquier coyuntura, por estar sustentada en el empleo de una fuente natural, aportadora de energía limpia, sin tener que recurrir a combustibles fósiles que muchas veces terminan afectando el medioambiente, cuando median procesos de combustión y emisión de gases.

He rastreado por el ciberespacio y más allá de una muy buena voluntad y proyecciones (la mayor parte correspondientes a años pasados) no he podido encontrar mucho en lo que respecta a realizaciones concretas.

¿Por qué el campesino lucha, tiene, mantiene y le da uso al molino?

En mi opinión, sucede como con el buey. Ni este ni el molino serán, en términos de ciencia y tecnología, la solución o la fórmula ideal para una agricultura o para una ganadería que tiene sobre sí los ojos del país y la olla de cientos de miles de hogares. Pero mucho cuidado: no pensemos que la utilidad del molino solo fue real cuando los griegos decidieron introducirlo en sustitución de los animales que hasta entonces movían penosamente ruedas de madera en Babilonia.

La historia demuestra cuán prácticos han sido para irrigar, moler granos, bombear agua en tierras secas desfavorecidas por el nivel del mar, así como en aserraderos de madera, fábricas de papel, prensado de semillas para la obtención de aceites…

No por casualidad en mayo de 2015 y a la luz de estos tiempos, el Buró Provincial del Partido en Sancti Spíritus consideró una fortaleza los 772 molinos que entonces había en el territorio, capaces de ahorrar, cada uno, alrededor de 3 toneladas de petróleo al año y, sobre todo, de resolver necesidades vitales.

Tampoco por azar, en 2013, durante un Taller Nacional Tecnologías para el abasto de agua, expertos camagüeyanos hablaron, entre otros propósitos, de instalar de forma progresiva unos 1 400 en esa llana geografía.

Si han logrado avanzar o no en el objetivo, no he podido saberlo. Tampoco es la cifra lo más importante. Del mismo modo que la familia cubana no come números sino alimentos, no creo que lo cuantitativo defina o determine esencias en el tema que nos ocupa.

Poco o nada se logra con llevar a pie de tecla o de pergamino el número de molinos instalados o por instalar si no se cree de verdad en su utilidad o si no acompaña una preocupación y ocupación reales para que se empleen, perduren y aporten resultados.

El petróleo “está que arde”. No es un secreto. Los truenos no vaticinan aires mucho mejores. Tengamos entonces presente todo el tiempo a Santa Bárbara, para seguir haciendo luz y agua del viento.

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2 comentarios

    1. Gracias, hermano. Feliz 2024 para ti y tu familia te desea el colectivo de la revista y, por supuesto, yo dentro de él. Un abrazo. No dejes de leernos y de opinar. Bohemia lo agradece y lo necesita.

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