Foto./ bbc.com
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Los retrocesos

La Guerra de los Seis Días brotó en el marco del conflicto iniciado con la creación del Estado de Israel, en 1948, en territorios de Palestina. Sus secuelas aún perduran


«Nos han dado una buena dote, pero viene con una novia que no nos gusta», dijo en 1967 el primer ministro de Israel, Levi Eshkol, cuando la antigua ciudad de Jerusalén cayó en sus manos. Fue una alegoría cínica para aludir despectivamente a los palestinos, habitantes antiquísimos de esa localidad, respetada por las tres principales religiones monoteístas del mundo.

La opinión al respecto del estadounidense Nathan Sachs, director del Centro de Políticas sobre Medio Oriente del Instituto Brookings, es bien interesante: “Poseer Jerusalén ha tenido un tremendo impacto emocional. Dio a los israelíes la sensación de que sus conexiones históricas con la tierra de Israel están ahora bajo su control. Años más tarde, se aprobó una ley que declara esa ciudad como capital eterna del pueblo judío», declaró a la británica BBC.

Desde entonces los colonos allí han atentado contra los devotos musulmanes que se acercan a la Mezquita de Al-Aqsa, y la paciencia palestina tiene límites. Los atropellos diarios desencadenaron la Operación de Hamas “Diluvio de Al-Aqsa” del 7 de octubre de 2023. Al reivindicar los ataques contra Israel, el Comandante en jefe de la Brigadas Al-Qassam –ala militar del movimiento islamita–, Muhammad al-Deif, afirmó que esta era la respuesta ofensiva frente a la ocupación y  al ultraje.

Tampoco debe pasar inadvertido el largo tutelaje del imperialismo. El presidente Donald Trump anunció en enero de 2020 su famoso plan “Acuerdo del Siglo”, por medio del cual se arrogó el derecho, en son de supuesto mandamás del planeta, de referirse a Jerusalén como la “capital indivisible de Israel”.

Ese engendro reconoce, asimismo, la soberanía israelí sobre casi la totalidad de Cisjordania. Actualmente, allí viven cuatro millones de palestinos y alrededor de 500 mil colonos judíos, en 262 asentamientos.

¿Qué queda entonces para los palestinos?; a estos se les cedería una nación en forma de archipiélago, conectado por puentes y túneles, siempre bajo control de seguridad sionista.

Con este aval para la parcelación y el expolio, Israel se siente invencible. Lo hace ahora mismo al bombardear indiscriminada y ferozmente a Gaza. Otra vez, los Estados Unidos del lado del ocupante. Este 18 de octubre, el presidente estadounidense, John Biden, llegó a Tel Aviv.

John Biden fue este 18 de octubre a Israel en muestra de apoyo./ gov.il

Al pie de la escalerilla se le vio abrazado con el actual primer ministro israelí –al frente de un gabinete de Guerra–, Benjamín Netanyahu. Es un gesto provocador, contrario a las exigencias de la ONU sobre las adjudicaciones ilegales y los crímenes reiterados de su belicoso socio.

Lo que nos dice la historia

Con semejante sentimiento de superioridad el régimen sionista ataca. Lo hizo en 1967, cuando hubo posiciones encontradas entre Washington y Moscú, donde el primero manifestó su abierto apoyo a Israel. Este respaldo, sin embargo, no melló la adopción de la resolución 242 de la ONU, la cual estipula la retirada israelí de los territorios ocupados durante la conocida Guerra de los seis días, incluida la parte árabe de Jerusalén. (1)

Pero ¿fue la ciudad venerada el único robo? Las acciones militares contra países limítrofes árabes, entre el 5 y el 10 de junio de 1967, no constituyó un evento cualquiera, porque transformó a todo el Oriente Medio, teniendo un impacto significativo en la política del mundo árabe, en Israel y, como hemos visto, en la implicación de los Estados Unidos en el Levante. En 1967, al Tel Aviv enfrentar a Egipto, Siria y Jordania, propició un cambio en el tablero geopolítico, incidiendo en la vida siria, libanesa y especialmente en la de los palestinos, o en la “novia indeseada” del sionista Levi Eshkol.

Sin ningún atisbo de buena voluntad y de acatamiento de las normas internacionales, Israel es la fuerza ocupante del 85 por ciento de la Palestina histórica. Ocupó la franja de Gaza hasta 2005 y, aunque se retiró, le mantiene un férreo bloqueo. También se apoderó del Golán sirio, del Sheba en Líbano y de la península del Sinaí (Israel se retiró de este territorio en 1982, después de un tratado de paz con Egipto).

¿Qué pasó? A tenor de diversos análisis históricos, en los que se destaca el del palestino Yasser Ata, Israel soñaba, –y todavía sueña– con una gran nación, estando convencido de que para ello debe destruir la resistencia de los pueblos circundantes.

Por eso, en mayo de 1967, el primer ministro Livie Eshkol proclamó que su Ejército estaba listo para perseguir a su enemigo hasta apoderarse de Damasco. “Ante tales provocaciones, Egipto consideró cualquier agresión contra un país árabe como una ofensa contra su propio país y exigió al mismo tiempo la salida de las fuerzas de la ONU que habían permanecido en Sinaí, en la franja de Gaza, y en el Golfo de Akaba (después de la agresión israelí de 1956), cerrando el estrecho de Tirán y prohibiendo de esta forma la circulación marítima israelí por el Mar Rojo”, recuerda Ata en el libro Palestina, historia, derechos y lucha.

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, en un discurso del 30 de mayo, proclama que ha “llegado la hora”. Todos esos elementos son interpretados por Tel Aviv como una declaración de guerra, justificando y decidiendo un ataque relámpago.

Israel ha lanzado contínuos bombardeos contra la población civil de Gaza como un castigo colectivo por la resistencia de Hamas. Se cuentan por miles los muertos palestinos./ heraldo.es

Desmintiendo el mito de la inocencia

El acucioso investigador del tema Jorge Ramos Tolosa, profesor de la Universidad de Valencia, desacredita el relato que se pretende imponer acerca de Israel y sobre su presunción de inocencia, según el cual lo ocurrido en el 67 fue otra acción defensiva de Tel Aviv.

En aras de captar toda la complejidad de estos procesos belicistas entre árabes e israelíes es preciso remontarse a 1948, época en que mejor cristaliza la naturaleza colonial del proyecto sionista, en la limpieza racial que perpetúo contra la población palestina, suceso tendenciosamente minimizado por la historiografía y la prensa occidentales.

La Nakba, o “La catástrofe”, significó la expulsión violenta de unos 800 mil palestinos; la destrucción de 615 localidades; la dispersión, el exilio y la división geográfica de las comunidades palestinas y, por ende, “una nueva humillación árabe”.

Ramos Tolosa examina la cuestión y define a los sionistas muy habilidosos, porque sus planes siempre fueron aceptar cualquier cantidad de tierras para luego colonizar la mayor superficie posible. El Primer Congreso Sionista  efectuado en Suiza en 1897 sentó las bases de su expolio.

A esos propósitos se crearon la Organización Judía Internacional y la Agencia Judía, que -a través de los años- fueron reclutando gente, muchas de las cuales emigraron hacia Palestina, otomana primero y después británica.

Todas estas fuerzas influyeron en la no constitución del Estado palestino en 1948, tal como estipulaba el derecho internacional. Es público que entre 1800 y 1947 llegaron a Palestina más de medio millón de judíos. El líder del sionismo moderno, David Ben Gurión, lo había anticipado cuando escribió en 1937: “Tenemos que expulsar a los árabes y ocupar su lugar, y si hay que usar la fuerza, contamos con la fuerza necesaria”.

A la altura de esa fecha ya se contaban en Palestina miles y miles de afiliados al sionismo, llegados de Europa y otras partes del orbe, agrupándose, además de en “pacíficos” colectivos agrícolas, en organizaciones militares. Impera, en consonancia con ese objetivo de colonización, la idea de que es necesaria la ofensiva como método de defensa frente la inseguridad.

¿Ofensiva de parte de quién? Durante decenios el mundo árabe observó en tensa calma, con esporádicas escaramuzas, pero la declaración en 1937 de Ben Gurión les permitía aquilatar lo que se les venía encima. En el propio 1948 se le da legalidad a Israel como estado, hecho que los árabes no admitieron y cada cierto tiempo han querido deshacerlo mediante las armas.

Si 1967 fue el retroceso, ese año supuso el germen para la resistencia de un lado y de implacable opresión del otro. El ideario reaccionario ha calado hondo también en el universo académico. Así tenemos que el contemporáneo historiador israelí Benny Morris justifica el apartheid, insistiendo que el grave error de Ben Gurión fue el no expulsar a todos los no judíos de Palestina.

El militar Vladimir Jobotinsky, uno de los ideólogos del sionismo y fundador de la Legión Judía les indicó el camino: “Es imposible transformar pacíficamente a Palestina, de árabe a judía. Nunca la colonización de un país se da de acuerdo con los nativos, que siempre lucharán obstinadamente en contra del colonizador”.

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