Lula va por «una prórroga, una oportunidad» 

La inseguridad que inculcó Jair Bolsonado a los brasileños con respecto al Partido de los Trabajadores (PT) durante toda su campaña electoral y el desenfreno de las encuestadoras en dar resultados unos sobre otros pueden haber dado al traste con la victoria en primera vuelta que muchos esperaban para el candidato Lula Da Silva.

O quizá la seguridad en la victoria de Lula en primera vuelta que se arraigó en los seguidores del expresidente hizo que partidarios antipetistas de la candidata Simone Tebet (MDB) y de Ciro Gomes (PDT) —dos contendientes sin posibilidades ninguna de ganar— dieran su voto por Bolsonaro para garantizarle un puesto en la segunda ronda.

A ello sumémosle que más de 38 millones de personas votaron en blanco, nulo o no votaron.

Lo que sí es real, aunque nos parezca paradójico, es que esos resultados mostraron que el pensamiento conservador está arraigado en la sociedad brasileña.

Es cierto que Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo 48,43 por ciento de los votos, contra 43,2 del presidente Jair Bolsonaro, pero la derecha ganó poder en el Congreso y el mandatario mostró que tiene más músculo que el que señalaban las encuestas.

No obstante, las primeras pesquisas realizadas después de esa primera vuelta vuelven a darle la ventaja al candidato presidencial del Partido de los Trabajadores. Según arrojaron, Lula iría con 51 por ciento de la intención de voto, mientras que Bolsonaro acumularía solo el 43 por ciento.

El Instituto de Investigaciones Electorales (IPEC) agrega que, contabilizando únicamente los votos válidos, sin tener en cuenta los nulos y en blanco, Lula obtendría el 55 por ciento del apoyo popular, contra un 45 por ciento de Bolsonaro.

Estima también el IPEC en dos por ciento la cantidad de indecisos y en cuatro las abstenciones.

Con un margen de error de dos puntos porcentuales, el sondeo muestra cifras similares a los de meses anteriores a la votación inicial, aunque esas predicciones —ya sabemos— no se materializaron plenamente en las urnas. Por tanto, hay que mirarlas con cuidado y… no confiar.

Arrancaron ya las próximas cuatro semanas de dura campaña de cara al balotaje del 30 de octubre, en la que ambos exhibirán sus legados para conquistar el voto de los dos candidatos menores, los que se abstuvieron, los que no votaron. Todas esas papeletas suman.

Bolsonaro no dejó —ni deja— de criticar los sondeos de opinión que daban como favorito al líder del PT y lanzó todo tipo de acusaciones a las empresas encuestadoras, a las que tildó de manipuladoras colectivas. Ahora, aprovechando el desatino de la primera vuelta, intensificará la persecución y el descrédito de esas instituciones.

Hasta él mismo se sorprendió con el 43,20 por ciento que alcanzó, casi diez puntos más de lo que apuntaban los sondeos. Esa ventaja Bolsonaro la interpretó como «un deseo de cambio» en la población. «Vencimos la mentira. Estaban diciendo que Lula alcanzaba más de 50 por ciento», vociferó.

Por tanto, dijo, ahora trabajará para ampliar sus alianzas y convencer a los brasileños de que la delicada situación económica que vive el país es «consecuencia de la política de ‘quédate en casa’ (en referencia a la época de la pandemia), ‘la economía va después’, de una guerra en el exterior y de una crisis ideológica».

Estas afirmaciones solo dan a pensar que Bolsonaro tiene serios problemas de memoria. Se le “olvidaron” las fuertes críticas que recibió por su gestión ante la pandemia de Covid-19, que golpeó duramente a Brasil, el país que más muertes tuvo que lamentar en toda la región. Aferrado a su campaña contra las medidas de confinamiento, argumentando que iban a dañar en exceso la economía, Brasil sigue llorando a sus más de 680 mil fallecidos por el virus.

En este camino hasta el 30 de octubre, el aún presidente de seguro será más enfático en su defensa de los valores religiosos, la familia tradicional y la propiedad, y en contra del aborto y la legalización de las drogas. Se aferrará más a su discurso con la ayuda de su esposa, Michelle Bolsonaro, líder evangélica de gran influencia.

Del otro lado y, lejos de mostrarse decepcionado por no sellar su victoria en primera vuelta, el líder de la izquierda brasileña aseguró que el balotaje es «una prórroga, una oportunidad» que le dan los brasileños para «madurar las propuestas y el diálogo con la sociedad».

Lula aseguró que él es la opción para mejorar las vidas de los brasileños, como hizo durante sus dos mandatos, entre 2003 y 2010. Y va recibiendo poco a poco el espaldarazo de distintas alianzas políticas. La excandidata presidencial Simone Tebet ya le anunció su apoyo y, en igual medida, se lo dió el exmandatario del gigante suramericano Fernando Henrique Cardoso, quien además aseguró en esta segunda vuelta que votará por ”una historia de lucha por la democracia e inclusión social”.

A pesar de que el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) no presentó un candidato a la presidencia en las presentes elecciones, respaldó a la coalición del MDB de Tebet.

Figura central de la política brasileña de los últimos 40 años, Lula dejó la presidencia con una popularidad récord, tras una gestión reconocida por el crecimiento económico y los programas sociales con los que sacó a decenas de millones de ciudadanos de la pobreza, gracias al boom de las materias primas.  

«Vamos a dejar la segunda vuelta para debatir solo con él [Bolsonaro]. Para que podamos medir el Brasil que él construyó con el Brasil que construimos durante nuestro período de gobierno», afirmó Lula poco después de conocer los resultados del 2 de octubre.

«Vamos a hablar con nuestros adversarios, con nuestros amigos, con los que piensan que no les gustamos, vamos a convencerles de que seremos la mejor opción para mejorar la vida del pueblo brasileño».

Con la mirada apuntando hacia el futuro, afirmó: La vida continúa y vamos para el final».

Si, continuar, pero sin confiar ni en números, ni en la tan creída impopularidad del aún presidente…

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Un comentario

  1. Gane quien gane la estructura económica del Brasil NO cambiará. La India de sudamérica es el país más grande, más rico, pero a la vez el más pobre. 45 millones de habitantes hacinados viven en la favelas. Curiosamente un alto porcentaje de los habitantes de estos guettos apoyan a Bolsonaro. Las FFAA y de Orden militarizadas fueron, son y serán pro empresarios. Así, los gobiernos de izquierda pueden gobernar siempre y cuando NO toquen a las FFAA y de Orden ni el empresariado. Así de simple es la alternancia del poder en el Brasil.

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