Foto. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos
Foto. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos

Para el deber cumplir

Arribamos, este 6 de marzo, al aniversario 65 de la fundación del Tercer Frente, que contribuyó a la consolidación de la gesta en la Sierra Maestra


Con el indiscutible liderazgo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, como maestro y guía, el escenario de la Guerra de Liberación Nacional acontecida en las montañas orientales se convirtió en una fragua de jefes guerrilleros. Dentro de aquel grupo de vanguardia se destacó Juan José Almeida Bosque, quien entre combate y combate, descolló como un intrépido combatiente.

El 27 de febrero de 1958 lo ascendieron al grado de comandante y en la orden correspondiente, firmada por Fidel, se señaló su futura misión: “se le nombra jefe de la Columna 3 Santiago de Cuba, que operará en el territorio de la Sierra Maestra al este del poblado de María Tomasa, debiendo extender el campo de operaciones lo más lejos posible hacia esa dirección”. Se había consolidado el núcleo central de la guerrilla en el firme de la cordillera y era necesario ir cercando las distintas ciudades para acorralar al ejército de Batista.

De izquierda a derecha, sentados: Félix Ramírez Delgado, Juan Almeida Bosque, Esteban de la Puebla Solano y Calixto García Martínez. De pie: Raúl Díaz Torres, Inocente Córdova y Rolando Dorticós. Es la primera fotografía tomada a miembros de la Columna 3 al fundar el Frente, en Puerto Arturo, marzo de 1958. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos

Al mediodía del 1 de marzo, después de reunirse con Fidel en el campamento del Che, en Pata de la Mesa, para recibir instrucciones, las columnas de Raúl –quien también recibió la estrella de comandante– y Almeida emprendieron la marcha hacia sus futuras zonas de operaciones. Se despidieron de Fidel, Celia y la mayoría de los compañeros; habían compartido penas y glorias, dolores y alegrías, durante más de un año en la serranía.

El comandante Almeida, en la zona de Puerto Arturo, en los terrenos que defendían, marzo de 1958. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos

El Tercer Frente se fundó el 6 de marzo de 1958 con la llegada de la Columna 3 a los alrededores de Puerto Arturo. El nombre del Frente se adoptó en homenaje a Mario Muñoz Monroy, médico de la matancera ciudad de Colón, quien fue asesinado por la soldadesca batistiana en las acciones del Moncada, el 26 de julio de 1953.

Fueron cinco largas y agotadoras jornadas de marcha a través de montes y estancias, cruzando ríos y arroyos, marchando por trillos fangosos y descansando solo lo necesario. La noche antes de la despedida en Puerto Arturo, ambas columnas acamparon una cerca de la otra y no durmieron, entre anécdotas y el relato de las vivencias compartidas en la lucha. Ahora vendría lo más difícil y muchos no se volverían a encontrar. Almeida y Raúl se abrazaron, se desearon suerte y también los otros integrantes se despidieron.

El pueblo conoció de inmediato la presencia del Ejército Rebelde en las cercanías de la capital oriental. Para garantizar el cruce de la tropa de Raúl por la Carretera Central mientras se desplazaba para llegar a la zona asignada, la tropa de Almeida protagonizó una escaramuza en la refinería Texaco, en las cercanías de Santiago de Cuba, para distraer la atención de los soldados de la tiranía. Aunque no se pudo ejecutar la acción como estaba planeada y solo se efectuó un intercambio de disparos, se demostró la presencia guerrillera a solo siete kilómetros de la capital oriental, y significó un estímulo para los luchadores clandestinos en la ciudad, además de amedrentar a los guardias de Batista.

En la zona de operaciones

Desde un inicio Almeida estableció un vínculo de hermandad combatiente con los hombres bajo su mando. Mientras marchaban con una densa niebla, en una larga noche, sintió la alegría por el ascenso a comandante y la orden firmada por Fidel: expresaba el territorio donde debía operar, las atribuciones para otorgar grados hasta capitán, recibir donaciones, cobrar impuestos y poner en práctica el Código Penal Militar Rebelde.

Volvió a dirigir hombres. De nuevo sobre los hombros esa responsabilidad y sintió con más ímpetu lo que esto significaba: cuidarlos, ocuparse de su comida, vestuario y calzado; dar respuesta a los problemas grandes y pequeños, dirigir todo tipo de acciones combativas en el territorio asignado y velar por el cuidado de los heridos.

En San Ramón de Guaninao, agosto de 1958. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos

En el nuevo territorio se dio a la tarea de reorganizar los grupos de escopeteros combatientes en la zona, consolidar sus posiciones y se acercó más al cumplimiento de la misión principal de tender un anillo sobre la ciudad santiaguera. Se crearon nuevas vías de suministros desde allí hacia las montañas, además del dominio de las vías de comunicaciones, hostigando el movimiento del enemigo por esas rutas, y se prepararon acciones para apoyar la Huelga General Revolucionaria organizada por la dirección del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) en el llano. Entre el 10 y 11 de abril, efectuaron ataques al entronque de Melgarejo y al poblado de El Cobre, donde volaron el polvorín. Todo ello marcó una nueva etapa en el desarrollo de la guerra.

Cuando el ejército de Batista puso en marcha la llamada Ofensiva de Verano, por orientaciones del Comandante en Jefe, las fuerzas principales del Tercer Frente se incorporaron de nuevo al Primer Frente bajo las órdenes directas de Fidel. En el territorio asignado repelieron las continuas acciones de las tropas y la aviación enemigas, supieron comportarse ejemplarmente y mantuvieron en alto las insignias de este baluarte revolucionario.

Cumplida la misión en el Primer Frente, Almeida y su tropa regresaron a su territorio el 12 agosto de 1958. En esta oportunidad, después de pasar varios días en el campamento de La Anita, el comandante guerrillero estableció su cuartel general en La Lata, desde donde organizó y dirigió las operaciones desarrolladas en aquella extensa zona, y a partir de entonces se retomó el objetivo militar de cerrar el cerco sobre Santiago, ya en ese momento con más efectivos y tres columnas.

Desde la fundación del Tercer Frente, el comandante Juan Almeida, a la par de las acciones miliares, emprendió la organización civil: llegó a fundar 52 escuelas y seis hospitales de campaña, en los cuales además de los combatientes, se atendía a los lugareños. Se priorizaron los problemas sociales de la población, se ejerció la justicia revolucionaria, el trabajo de auditoría, el cobro de impuestos y contribuciones, entre otras varias acciones. Los guajiros serranos se sintieron protegidos y a la vez creció el apoyo a los rebeldes. El comandante guerrillero cumplía con creces la misión asignada.

Entre balas, flores

Allí, entre balas y flores también las mujeres alistaron su corazón para apoyar la gesta, como palpé en un testimonio que me concedió la destacada maestra y combatiente santiaguera María Antonia Figueroa Araújo: “Ya el 10 de marzo, acompañada de mi hermano Max, nos trasladamos al sitio de operaciones, para brindarle a la tropa de Almeida el apoyo necesario”. Así lo reconoció el jefe guerrillero en uno de sus libros:

“Fue la primera persona que cuando llegamos a esta zona vino de Santiago de Cuba a hablar con nosotros, y se ofreció para cooperar o quedarse, como más útil nos fuera. Por ella conocí cómo estaba la situación política en Santiago y el ánimo del pueblo, del que esperaba mucho apoyo, teniendo en cuenta sus tradiciones de lucha, de patriotismo y heroicidad. Decidí que ella volviera y nos ayudara desde la ciudad con todo lo que pudiera, entre otras cosas con tela verde olivo para la ropa de la gente”.

María Antonia recuerda: “El comandante Almeida nos solicitó algunos suministros específicos. Me llevé la impresión de una magnífica disciplina en el Frente recién creado, existía buen estado anímico, mucha decisión y espíritu de organización. Así recuerdo a Almeida, un fiel combatiente hasta su último aliento. Al llegar la noche escuchamos Radio Rebelde. A los pocos días me aparecí con 300 metros de tela verde olivo conseguidos con el apoyo de Melba Hernández y su mamá. Además de dos fusiles, varias latas de leche, linternas, fósforos, cigarros, medicamentos… También les llevé a un médico y una enfermera, para incorporarse a la guerrilla. Al realizar la entrega Almeida se echó a reír y me contó cómo al yo partir desde su comandancia con la promesa de resolver cuanto me había solicitado, él tenía sus dudas de si lo lograba, pero se había equivocado”.

Las órdenes se cumplen

Joel Pardo Guerra, quien alcanzó los grados de general de brigada, contribuyó a que la guerrilla se vistiera de sombreros de yarey, parafraseando a Ernesto Che Guevara. Con marcada emoción me expuso:

“Al concluir la etapa de la ofensiva, el Comandante en Jefe me envió para el Tercer Frente dirigido por Almeida, quien me incorporó a un grupo para controlar los movimientos por la Carretera Central para no permitir la salida de armas y refuerzos de la tiranía hacia lugares donde accionaban otras columnas rebeldes. Mientras avanzábamos para unirnos a las acciones del cerco definitivo a Santiago de Cuba, Almeida me subordinó un pelotón comandado antes por mi hermano Israel porque este iba a cumplir otra misión. Me ordenó: ‘Avanza y busca un lugar donde darle comida a la gente’. Salí, llegamos a la casa de un campesino, quien mató un puerquito y lo preparó con boniato y algún maíz. Le dejé una notica a Almeida para que pagara al pasar como él me ordenó.

“Al llegar a un campamento cerca de La Jeringa, Almeida nos alcanzó y me dijo: ‘Nada más viven comiendo. Se comieron hasta un puerco’ –el animal había costado 10 pesos–. Ante aquella llamada de atención, avancé un gran trecho. Luego me mandó a buscar por la mina de San Miguel: ‘Dile a Pardito que se pare ahí’. ‘Desde ahora en adelante tú eres el jefe de la vanguardia –me dijo– porque puse al frente a Arturo Fonseca y se viene comiendo todas las frutas’. Así era él, siempre al tanto del respeto a los sembrados por donde pasábamos.

“Un día de aquellos durante la guerra, Almeida me dijo: ‘Pardito, ve a recogerle el fusil a fulano’ –no recuerdo el nombre–. ‘Oye, dame el fusil por orden de Almeida’. ‘Este fusil yo no se lo doy a nadie’. Le hice caso de noble y le comuniqué a Almeida: ‘El hombre se negó a darme el fusil’. Me increpó: ‘Yo te mandé a buscar el fusil’. Me bastó con eso. Fui y le arrebaté el fusil a aquel individuo. Nunca se me olvidó: Si te dan una orden, cúmplela. Desde ese momento juré cumplir cualquier orden, pasara lo que pasara”.

Orgullosa de haberlo parido

Con su hermana Rosario, Charito, en la finca de Fello Cruz, Cruce de los Baños, el 27 de septiembre de 1958. / Cortesía de Rosario Almeida

El reencuentro de Almeida con sus padres Juan Bautista Almeida Pérez y Rosario Bosque Montalvo, Charo, junto a una pequeña hermana, Charito, el 27 de septiembre de 1958, en Cruce de los Baños, donde él tenía para entonces su jefatura, lo conmovió. Sobre aquel momento Rosario recordó: “Me sequé las lágrimas y me puse a observarlo: ‘Estás flaco, tienes cara de haber pasado mucha hambre’. ‘Otros están peor que nosotros y no están en la guerra. Yo estoy bien y peleando. Vamos a ganar’, me contestó. Se le veía más recio, más entero, más decidido que cuando la última vez, antes de salir para México. Todos lo respetaban y admiraban. Me sentí orgullosa de haberlo parido”.

Qué inmensa alegría. Por la emoción durante unos minutos no expresaron palabras. Al ver correr las lágrimas por las mejillas de su mamá, le dijo: “Bueno Charo, si la cosa es así mejor me voy”. Quiso ser duro para no ablandarse delante de ellos y de los presentes atentos al encuentro familiar de padres e hijos, después de dos años y medio. Les comunicó a los viejos la urgencia de su salida; podían quedarse allí o ir más adentro de la Sierra, donde estarían seguros hasta mandarlos a buscar. Su mamá lo pensó un minuto y le dijo: “Si tu padre quiere quedarse en el monte que se quede. Como si se te quiere unir a ti o a Fidel. Pero yo bajo. Aquí tengo un hijo y en La Habana otros diez que me necesitan. Además, si se enteran que estamos aquí, se los van a llevar presos y capaz que les hagan una barbaridad. Tú te vales por ti mismo, aquellos no”.

Al bajar las tropas de Fidel desde el firme de la Sierra Maestra a principios de noviembre de 1958 para dar la arremetida final al régimen de Batista, las fuerzas del Tercer Frente, batían con éxito al enemigo en la zona asignada; en coordinación con unidades del Primer Frente, cooperaron durante los últimos días de la tiranía en varios combates decisivos. Después del ataque y toma de Guisa, ambos destacamentos, participan en Jiguaní, Santa Rita, Contramaestre, Palma Soriano y, finalmente en la toma de Maffo en los días finales del mes de diciembre de 1958.

Misión cumplida

El propio Almeida definiría luego el papel de sus tropas: “El Tercer Frente, nacido de la concepción revolucionaria y del espíritu de ofensiva de Fidel, cumplió con honor la misión designada por el Comandante en Jefe, como uno de los pilares de la victoria definitiva del pueblo cubano”.

La tumba de Almeida corona el Mausoleo del Tercer Frente, en Cruce de los Baños. / Norberto Escalona

Al amanecer del 1 de enero de 1959, la radio repitió la agradable noticia de la fuga de Batista. “¡Se fue, se fue el tirano!”. Era un clamor en cada voz combatiente protagonista de aquella hazaña.

Almeida unió a sus grandes dotes de jefe guerrillero, ser cronista de la epopeya protagonizada por los barbudos, así el olvido no se adueñaba de las vivencias que pueden convertirse en paradigma y bandera. Plasmó para la historia una de sus impresiones sobre el discurso de Fidel en el balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, aquella inolvidable madrugada del 2 de enero de 1959: “Cuando Fidel se acerca a los micrófonos es aclamado, ovacionado, aplaudido con delirio por el pueblo. Suena el trueno en la madrugada, retumba el volcán que se mantenía impaciente para la erupción”.

Al arribar al aniversario 65 del Tercer Frente, debemos multiplicar el tributo de agradecimiento de todo un pueblo al jefe fundador, el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque y con él a todos sus seguidores, protagonistas de nuestras victorias.

En el acto por el aniversario 50 de la creación del Tercer Frente Mario Muñoz Monroy, junto a Raúl Castro y Guillermo García. Cruce de los Baños, 6 de marzo de 2008. / Raúl Abreu Acuña

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Fuentes consultadas:

Los libros Por las faldas del Turquino, y La Sierra Maestra y más allá, de Juan Almeida Bosque; Los padres de un hijo de la Patria, de Luis Báez y Pedro de la Hoz; entrevistas del autor a María Antonia Figueroa Araújo y Joel Pardo Guerra.

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