Transformando calles, rincones y plazas en escenarios improvisados, el ballet sobre adoquines es una expresión creativa que nos seduce. Desde el lente, caemos atraídos por los pasos de ensueño que fusionan movimientos clásicos con la crudeza y autenticidad de los espacios citadinos

Por. / Tania Rendón Portelles

Fotos. / Jorge Luis Sánchez Rivera

Mis pies fulguran cual relámpago en

el tabloncillo.

Lápices vestidos novelan el libro de mi vida.

Como rosas decoran zapatillas a los

saltarines.

Mis pies, hermanos del dolor,

sangran las llagas de eterna alegría.

Desnudos de sus puntas: sudados, quebrados,

hincados de espinas; gimen la jornada.

Abrazo, mimo, beso, amo, arrullo

los descalzos pies que adormilados

entre mis manos, reposan.

«Mis pies», Zallibeth.

En el escenario urbano se despliega un espectáculo de gracia y elegancia: el ballet sobre adoquines. Aquí, los bailarines desafían la dureza del suelo con la suavidad de sus movimientos al llevar la magia de la danza a un escenario poco convencional.

Es en los pies donde reside la verdadera poesía. Sobre puntas, me gusta pensar que ellos desafían la gravedad; se elevan, flotan. Cada pirueta es una melodía constante, un eco de la música que resuena en el centro mismo de la urbe.

Detengo mi mirada, hipnótica; trazan líneas de belleza en medio del caos del día a día. Giran y se contorsionan mientras la fuerza y la delicadeza se entrelazan en perfecta armonía.

Los espectadores, sorprendidos, contemplan el espectáculo en esta Habana que guarda los testimonios de miles de huellas. Los bailarines son narradores de emociones. Como pinceles sobre un lienzo, trazan historias de romance y complicidad; danzan al ritmo de sus propios latidos. Cada salto se me sospecha a una declaración de amor, cada giro una promesa de eternidad. Y entre los adoquines, la ciudad se llena de susurros de admiración al celebrar este encuentro entre el amor y el arte.

Al final de la actuación, los aplausos estallan: una ovación en el teatro al aire libre. Los pies se notan cansados pero triunfantes, son la prueba del esfuerzo y la pasión. Porque, al final del día, en el ballet sobre adoquines, ellos se convierten en los verdaderos protagonistas de esta historia de gracia y entrega.