Ilustración. / Fabián Cobelo
Ilustración. / Fabián Cobelo

Pesadillas en los hogares

Isidore, Iván, Gustav, Ida… Con el transcurrir del tiempo tienden a confundirse en la memoria de muchos. Pero sus nombres nunca lo olvidan quienes perdieron completamente la vivienda, y han tenido que levantar un ranchito apilando trozos de madera vieja rescatados en los lodazales, o restos de tejas sobrevivientes del ciclón.

Los afectados en el país, generalmente, suman miles, en tanto esta es una isla caribeña, geográficamente “condenada” a sufrir las inclemencias del tiempo, y con aproximadamente el 40 por ciento del fondo habitacional evaluado entre regular y mal estado, y de cubiertas ligeras.

Vale recordar, entre Mathew e Irma dejaron una secuela en la provincia guantanamera de más de 43 800 moradas dañadas. Recientemente, en Pinar del Río, el huracán Ian se ensañó con más de 100 000. Mientras mayores son las afectaciones, aumentan en miles de millones de pesos las cifras destinadas por el Gobierno a reconstruir lo que el viento se llevó.

Dentro de la Política de la Vivienda, aprobada en diciembre de 2018, quedó establecida la necesaria prioridad a las personas que han sufrido afectaciones climatológicas, a aquellas que viven en condiciones precarias, las madres con tres o más hijos menores de edad, y los de escasos recursos. De esas prioridades, al cierre de mayo del pasado año, existían en el país unas 46 400 afectados por eventos climatológicos sin solucionar. De ese total, más de 33 000 eran derrumbes totales.

La provincia pinareña tenía más de 6 500 familias pendientes por construir sus casas antes de que Ian azotara el territorio. Era una de las más atrasadas. Si la política aprobada en el país dejó claramente fijado hacia dónde encaminar los esfuerzos constructivos, ¿cómo es posible que en Vueltabajo todavía queden casos pendientes por derrumbes totales desde el huracán Isidore y Lili en 2002, o Gustav e Ike en 2008? Como resume el periodista Ronald Suárez Rivas, “ha sido una pesadilla demasiado prolongada”.

Evidentemente, ha faltado sensibilidad por parte de las autoridades locales, más allá de las limitaciones con el combustible, y demás, que también argollan a las construcciones. Es verdad que la naturaleza los golpea fuerte, pero los pinareños cuentan con importantes yacimientos minerales que aprovechan bien poco. 

La mayoría de las producciones de materiales se incumplieron en el país en 2021 de manera proporcional a la entrega de recursos del balance nacional, así trascendió en el informe del Ministerio de la Construcción (Micons). Por tanto, solo se alcanzó el 41 por ciento de las viviendas planificadas para el tercer año de implementación de la política.

En el documento sobre la más alta fiscalización al Micons, los diputados de las comisiones de Industria, Construcciones, Energía y Minas, de conjunto con los de Asuntos Económicos, identificaron, entre otras irregularidades, problemas organizativos, insuficiente supervisión y control a las obras por parte de los órganos locales del Poder Popular, incluidas las direcciones municipales de la Vivienda; morosidad en los trámites; recursos financieros aprobados para subsidios “durmiendo” en las bóvedas de los bancos…

Para detener el deterioro del fondo habitacional, apuntaban los legisladores, la rehabilitación continúa siendo la ruta crítica. Las insatisfacciones de la población dan cuenta de que las acciones realizadas, en su gran mayoría, no solucionan los verdaderos problemas de fondo. Es poca la rehabilitación integral de edificios, viviendas y ciudadelas.

Según pronósticos del Micons para 2022, se construirán en Cuba unas 37 990 casas, y serán rehabilitadas unas 14 700, en tanto otras 21 000 recibirán acciones de conservación. Para tales fines, crecerá la producción de cemento hasta 1 400 000 toneladas, aumentarán los surtidos de materiales para la venta a la población, y asegurarán la demanda de muebles sanitarios y enchape cerámico para la terminación de las células básicas habitacionales.

Evidentemente, tales predicciones palidecen después de Ian. Solo en Pinar del Río cerca del 60 por ciento del fondo habitacional quedó dañado, además de significativos destrozos a la agricultura, la generación eléctrica, el abasto de agua y las comunicaciones. Cabría analizar, ¿en qué mercado minorista se vendieron los materiales de la construcción y cuánto de eso llegó a los más necesitados?

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