Piel de ébano

Niña negra, 'piel de ébano', corre tras un billete verde
Ilustración: G. Rei

Hace unos días, al abrir la puerta de la casa, encuentro una postal tirada en el piso. “El amor es la fuerza que mueve al mundo. Y tú eres el ejemplo”, dice el texto que acompaña a una margarita solitaria, ya descolorida por el paso del tiempo. Al momento pensé: esto es cosa de Nachely, una vecinita de piel de ébano y ojos achinados, que a cada rato me sorprende con flores en la puerta o la ventana.

Efectivamente, en la mañana la niña confirma mis sospechas. Cuando le agradezco su hermoso gesto dice con la mayor ingenuidad posible: Sí, pero cuesta 100 pesos. Alaba’o, pero eso es mucho dinero, una postal no vale tanto, le explico a la pequeña, que todavía no sabe leer ni escribir. Ella encoge los hombros y comienza a reír con picardía. Bueno, dame lo que tú quieras. Así está mejor, le respondo.

Fui al monedero y saqué un billete de 10 pesos. Con esto podrás comprar durofríos o coquitos, le insinúo. Cuando le doy el dinero, ella lo mira y se queda pensativa, luego dice: “Ayer mi abuela me dio uno igual a este y no alcanzó para comprar dos coquitos, solo uno. Pero no importa”, y sale corriendo para la casa de la vecina que vende esas golosinas.

Quedé preocupada, muy preocupada. ¿En cuánto puede afectar a la psicología infantil la actual crisis inflacionaria que resiente a la economía cubana? A estos pequeñines que serán mañana el futuro, ¿qué país les estamos legando?

La vecina que vende dulces justifica el precio con que el coco, el azúcar, el gas, cuestan más caros y la chequera que recibe a duras penas le alcanza para sacar los mandados de la bodega. El vendedor de carne de cerdo se escuda en que el campesino subió los precios.

“Tengo que comprar los dólares en la calle, a más de 80 pesos, de lo contrario no tengo nada para vender en la cafetería”, alega la titular de un negocio privado. “Me meto en las colas, para luego revender las cosas, porque mis hijos tienen que comer”, advierte una madre divorciada. Y así, cada quien da una excusa distinta.

Pero lo cierto es que nos estamos “acribillando” unos a los otros. Es verdad que existe una crisis de oferta tremenda en Cuba. Los ingresos salariales, las pensiones por jubilación y las prestaciones monetarias de la asistencia social resultan insuficientes. Pero si cada quien le echa más leña a la inflación, será muy difícil salir de ese atolladero. El afán por el dinero, el interés material, nos llevan por un camino errado.

Justo cuando los cubanos escriben páginas de gloriosa resistencia frente al Gobierno norteamericano; y los hombres y mujeres de batas blancas se multiplican, enlazados a los científicos, para mantener a raya el coronavirus puertas adentro y en muchos otros lares del planeta, estamos compelidos a cerrar las rendijas por donde se cuela una suerte de darwinismo social, con su imperio de la ley de la selva.

Debemos preguntarnos, una y otra vez, qué valores estamos sembrando en los niños y jóvenes de hoy para que el amor sea realmente la fuerza que mueva el mundo y tú seas el ejemplo. Prefiero que Nachely, la pequeña de piel de ébano, me regale flores.

 

 

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