Desde diferentes puntos de vista y estéticas, varios audiovisuales defienden cómo el arte nos enseña a educar la sensibilidad y aguzar los sentidos
Cámaras, micrófonos, imágenes, planos, efectos especiales, sonidos, se multiplican a velocidades impensadas en países, escenarios y contextos diferentes. Al parecer, lo “real” depende de cómo la comunicación massmediática la presenta, construye o reconstruye.
Sin límites de fronteras, la información, los contenidos disímiles y el entretenimiento son entregados a domicilio; las personas asimilan, negocian o rechazan lo ofrecido, dependen de la apropiación y del uso de cada mercancía.
Ciertamente, no existe un ojo para ver ese proceso. En este influyen la subjetividad, el ser y el acontecer personal; el gusto, que no nace, se forma.
Por eso, es fundamental, desde la tv tradicional, establecer jerarquías en la estrategia comunicativa. Los artistas, técnicos y decisores deben ser conscientes de que los medios son una realidad productora de cultura, instauran modelos e influyen en la preferencia y la sensibilidad de los públicos.
¿A qué se debe la aceptación y el continuo disfrute por parte de la mayoría de la serie Doc: una nueva vida (Cubavisión, lunes, miércoles y viernes, 9:25 p.m.)? Sin duda, al cumplimiento estricto de la ley de la verosimilitud (lo que impresiona por su verdad, aunque nunca haya sucedido).
Renombrados escritores coinciden al destacar: cuando una narración no responde a los principios de verdad y verosimilitud, es falsa. Presentar los conflictos de los personajes y sus respectivos caracteres, en armonía con los acontecimientos, requiere pericia dramatúrgica. Caracterizarlos constituye un arte complejo: qué dice, cómo lo dice, para quién lo dice. Nunca lo olvidemos: la personalidad humana está sujeta a circunstancias disímiles y los creadores de Doc… lo saben muy bien.
Otros programas defienden los afanes de conquistas que deben distinguir a cada equipo creativo. Lo logran a partir de un punto de vista novedoso. Este tiene que ver con la ubicación temporal y especial desde donde el narrador, cualquiera que sea, cuenta la historia.
Lo patentizan, por ejemplo, varios espacios del Canal Educativo: La otra mirada (martes, 10:45 p.m.), De cierta manera (jueves, 9:30 p.m.) y Un palco en la ópera (viernes, 8:15 p.m.). Cada uno por su lado esgrime una de las mayores virtudes del arte: estimula las desazones que motivan a pensarlo todo de nuevo, a oír las voces de los otros para revisar nuestras actitudes, conductas, aspiraciones, sueños, añoranzas y meditaciones.
Provocan los audiovisuales reacciones difíciles de explicar, algunas, a veces, insospechadas. La TV media entre la elaboración del conocimiento de la realidad y el acto perceptivo de los sujetos que evalúan esa realidad. Incluso, reafirma la dimensión antropológica de la cultura, ente heterogéneo, híbrido, en el cual confluyen repertorios populares y masivos.
¿Un enlace “secreto” los emparenta? Nada de eso.
Sus realizadores han interiorizado pensamientos esclarecedores. Uno de ellos, lo recordamos en voz de Lesbia Vent Dumois: Premio Nacional de Artes Plásticas: “Arte y servicio público constituyen una unidad inseparable que hoy debemos exaltar como ejemplo para las futuras generaciones. Cuando un artista es auténtico y pone su arte por encima de todo, se borran los contornos entre el ser social y el creador”.
Lo que se cuenta en cualquier formato o género no tiene que ser portador del didactismo a ultranza, mucho menos de un compendio sociológico edificante, pero debe llevar en sí, honestidad artística, valores axiológicos, estéticos, un balance provocativo en beneficio de cualquier sociedad.
Continúan siendo frágiles los límites entre la razón y las culpas, sobre el peso de la conciencia, lo que hacemos todos los días y la función redentora de la cultura. Pensemos en personajes y diálogos que se mueven en la cuerda floja, en tragedias y melodramas de honduras filosóficas, en las narrativas construidas por nosotros de manera natural sin reparar, a veces, en que nada ni nadie es perfecto. Los diseños visuales más agudos, sugerentes y cálidos aparecen en lenguajes apenas perceptibles, solo hay que estar atentos, y ver, sin imaginar que lo hemos dicho todo.