Propina: y todo por un peso

“Quédate con el vuelto” es una de las frases más frecuentes entre vendedores y compradores, y es la que se debe decir para que alguien se apropie de un dinero que no le pertenece. Que suceda de otra manera es lamentable


Es penoso; si no fuera tan serio parecería una de esas fábulas que inventan los guajiros en sus ratos de ocio y movería a la risa; mas es demasiado serio como para que a alguien de los campos se le ocurra, a modo de entretenimiento. Es el cuento de lo que le sucedió a Caridad Soria Guevara en una mototaxi de Guanabacoa.

Acerca del transporte, sobre todo en estos tiempos, hay muchas anécdotas; no obstante, esta sobresale por todo lo que pasó Caridad por reclamar un peso de vuelto. Comenta que se bajó del ómnibus A-62 en la parada del semáforo de Guanabacoa y se dirigió a la colita del triciclo eléctrico que cubre el itinerario desde ese punto hasta el centro de la localidad.

Foto./ tribuna.cu

Cuando llegaron a ese destino, el resto de los pasajeros del vehículo pagó su tarifa, que es de cuatro pesos, y le dejaron los cinco pesos a la chofer, “una rubia de media melena”, como la describe, que agradeció el gesto con beneplácito; sin embargo, Caridad se quedó a la espera de su vuelto.

La conductora le indicó que se tenía que bajar y ella le respondió: “no hasta que me des mi vuelto”. Entonces comenzó el murmullo, en el que la generalidad de las personas prestas a abordar criticaba a la reclamante. Ridícula fue lo más pequeño de la andanada de insultos que debió escuchar la sencilla mujer, quien permanecía como pegada al asiento, en su justa demanda.

La chofer, que se sentía respaldada, amenazó con llamar a la policía y detener el vehículo, porque la nueva vuelta no se daría hasta que ella bajara. Eso enardeció más a los próximos pasajeros.

Vale aclarar que Caridad presenta problemas de salud y es asistenciada con 1 005 pesos para su subsistencia. El dinero que ella reclamaba –risible para muchos de los presentes– equivalía a la mitad del precio del pasaje en los ómnibus urbanos y al del abono de su pan de la canasta básica.

Y yo pregunto: ¿Si el pasaje vale cuatro pesos y la persona paga con un billete de cinco, qué potestad tiene el chofer para quedarse con el vuelto? ¿En qué figura legal se incluye semejante hecho? Las personas tienen derecho a reclamar su cambio, porque es su dinero, aunque se trate de 10 centavos.

No confundamos lo que representa un peso, en medio de unos precios que parecen elevarse hasta el infinito, con el auge incontrolable de las malas costumbres. En tiempos en que hasta los niños hablan de miles –¡así anda la inflación!–, no se puede dejar ni un centavo en manos de quienes nos obligan a exprimir el bolsillo.

Esa posición que considero de fuerza, se aprecia bastante cada día. Y a quien le toman el dinero de esa manera no está dando propina, sino dejando que se lo quiten, sin ofrecer resistencia.

A esta especie de maniobra no escapan los vendedores de viandas, que -a pesar de la situación harto conocida- a veces no tienen vuelto. En tal caso, es recomendable ubicarse en un extremo del mostrador y esperar a que lo tengan, aunque demoren. Porque si a usted le faltara dinero, seguramente no le despacharían.

¿Y qué decimos del bodeguero, a quien hay que acudir una y otra vez, porque la canasta básica está en sus manos? Mortifica mucho más, ya que a ese mercado va todo el mundo, el que tiene un buen salario y el que vive de una pequeña pensión. Es vergonzoso quedar debiéndole a cualquier cliente, en especial, a los de bajos ingresos.

Cambiar significa la adquisición de hábitos que acompañen a esos cambios, necesarios hoy. Todo el que trabaja con público y dinero debe de tener un fondo, salido de la ganancia del día anterior o de su gestión en los bancos. Bajo ningún concepto los usuarios, comensales o pasajeros han de afectarse. Eso se llama ética, respeto, educación…

Existe la propina, acto voluntario de quien recibe un servicio, como muestra de gratitud por la calidad y el trato del cual ha sido objeto. Eso no es lo mismo que quedarse con el vuelto, so pretexto de no tener cambio. Eso es un delito.

A nadie puede parecerle ridículo que alguien reclame un peso. Lamentablemente, hay quienes han tomado de base las carencias y necesidades de la población para enriquecerse; pero más triste es que esos malos hábitos se prendan y crezcan como la mala yerba, pues cortarlos costará el mismo trabajo que acabar con el marabú.

Si en otros tiempos era prudente un control de la economía individual, hoy lo es más. Antes, cualquier cosa que costara 100 pesos parecía cara; hoy se habla de miles con la tranquilidad con que se toma un vaso de agua. Son hechos relacionados con la situación económica, y, también, un medidor de la decencia de la gente.

Aquel día, Caridad no logró que le devolvieran su peso. La “rubia de media melena” se quedó con él. Quizás la chofer pueda cambiarle el precio al pasaje, mas, un día aprenderá que la moral y el prestigio de una persona no tienen precio.

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