Foto. / Yasset Llerena Alfonso
Foto. / Yasset Llerena Alfonso

¡Qué gente, pero qué gente!

Ideas, reflexiones, testimonios recogidos en el libro Quien bien te quiere validan el ingenio, los aportes y la cultura del inolvidable escritor Alberto Luberta Noy, un humorista cubanísimo, defensor de los valores identitarios en el popular espacio Alegrías de sobremesa


Dice un antiguo aserto que toda obra cultural debe irrumpir con un inicio seductor, tanto como finalizar con un cierre contundente. Es imprescindible asumir esta máxima cuando evocamos historias que garanticen la curva de atención y las claves dramáticas sobre las cuales descansa el pleno disfrute.

Así lo atestigua el cálido, sugerente libro, Quien bien te quiereLas tres grandes pasiones de Alberto Luberta (Ediciones EN VIVO), ilustrativo de la huella dejada por el ilustre escritor de Alegrías de Sobremesa, programa que durante 52 años cautivó a los oyentes en Radio Progreso, la emisora de la familia cubana.

Deliciosamente ocurrente era el hombre que dedicó más de la mitad de su vida al arte de hacer reír. Mantener una emisión diaria durante las sobremesas de comida y almuerzo, por ese orden, requirió de Luberta Noy talento, imaginación, disciplina, oficio, entrega.

Estos, entre otros valores, afloran en el libro escrito por Caridad Martínez Gonzáles, su esposa, y Jorge A. Piñero (JAPE). Ambos lograron estructurar un relato rico en sabiduría, reflexiones, memorias, incluso descubrimientos sobre el profesional sencillo, modesto, defensor de nuestra identidad al diseñar situaciones, contextos, atmósferas cotidianas en la Cuba de hoy.

En el emotivo prólogo, su hijo, Alberto Luberta Martínez, escritor y director de televisión, destaca: “Quien bien te quiere… nos acerca al ser humano y al humorista, ese que gozaba de un sentido del humor inigualable, que aprovechaba los cuentos escuchados al vuelo, en las calles y en las guaguas, que pulsaba las teclas de su vieja Olivetti con la decisión de quien lo tiene to’ pensa’o”.

Cada testimonio perfila el retrato de una singularidad creativa, Luberta supo decir sin choteos ni cursilería. Lo patentiza el doctor Mario Masvidal Saavedra al expresar: “Extraía sus personajes y sus conflictos de la realidad misma, los diseñaba con esmero, también les incorporaba rasgos propios de los actores que los interpretaban, sus características personales, sus relaciones interpersonales, anécdotas, hechos de sus vidas.  ¿Cuántos bocadillos eran bromas sobre ellos, o entre ellos mismos? Bromas y alusiones que el público sagaz disfrutaba e intuía como reales, también como un juego entre los actores y su escritor”.

La narrativa del viaje anunciado para conocer al protagonista esencial de un espacio inolvidable motiva a quien lee animado por el interés de descubrir algo que no sabía. Ningún detalle se colocó al azar en el relato sazonado con interrogantes por el musicalizador y actor Iván Pérez: “¿Alguien recuerda algún programa en que el público asistente al estudio no disfrutara de lo que había escrito Alberto Luberta? ¿Se quejó alguna vez un oyente porque cambió el dial por un sketch aburrido? Era imposible… para todos resultaban agradables, simpáticos, entretenidos. Alegrías de sobremesa fue algo inolvidable, fantástico en nuestra radio”.

Por aquello de ver para creer agregamos: leer para comprender, pues en el libro se incluyen varios libretos transmitidos por la onda de la alegría. Los caracteriza la gracia propia de un cronista inspirado en el gracejo popular y en el humor de situaciones que le permitió recrear la sátira, la herencia del bufo, el doble sentido, el manejo inteligente de visiones críticas.

Varias generaciones recordarán la chispa de la mulata Estelvina, a Sandalio, el vola’o, típico hablador, la cordura de Paco y Rita… en fin, los personajes dicharacheros, originales, de Alegrías… se distinguen por vocabularios que responden a roles respectivos en el contexto social. Quizás por todo esto los sentimos apegados a la idiosincrasia del barrio, al estímulo de la solidaridad, del buen trato, del respeto.

Los ingredientes documentales e informativos del texto son realzados por la ilustración de cubierta de Ares. Su perceptiva del mensaje puesta en la imagen nutre la sintaxis de un discurso que reafirma la identificación del programa con públicos atentos a las alegrías que sienten suyas sin olvidos ni distancias porque las tres grandes pasiones de Alberto Luberta Noy son: la radio, el humor y el pueblo cubano.

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Un comentario

  1. Increible escritor. Mantener un espacio vivo, ocurrente, gracioso, reflejo de la época y de sus pobladores en cada etapa en el tiempo.
    El cubano de cuando comenzó 52 años antes y el de esas más de cinco décadas después.
    ¡Brillante intelectual!

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